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Rueda despacha su discurso de investidura en una hora con un anuncio de ligera rebaja fiscal para Galicia

Alfonso Rueda (i) acompañado por Alberto Núñez Feijóo antes de pronunciar este martes su discurso de investidura en el Parlamento gallego.

Daniel Salgado

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A Alfonso Rueda le bastó poco más de una hora para realizar un balance triunfalista de los 13 años consecutivos de gabinetes del PP en Galicia y, además, exponer su “programa de gobierno”. Era la encomienda recibida del presidente del Parlamento para este martes, primera jornada de la sesión de investidura del sustituto de Alberto Núñez Feijóo al frente de la Xunta. Tan metido en ese papel de sustituto está, que su discurso leído fue una muestra confesa de continuismo. Apenas hubo perspectiva estratégica concreta y sí dos novedades principales: cuatro décimas de bajada en el primer tramo del IRPF y la inclusión de tres vacunas en el calendario infantil gratuito.

Rueda, hasta ahora vicepresidente del ejecutivo gallego y durante 16 años lo más parecido a un número dos de Feijóo, tampoco salió a vender otra cosa. Desde que mostró su disposición a tomar el relevo, tras intensas jornadas de negociación con los barones provinciales del partido, promete “normalidad” acompañada del adjetivo “extrarodinaria”. Lo volvió a hacer este miércoles en la Cámara gallega: “Quiero que Galicia siga siendo un referente de esa normalidad extraordinaria con la marcamos el rumbo”. Que, a su ver, es la envidia de toda España.

La definición del concepto da la medida de la ambición de su presidencia. La “normalidad excepcional” significa que el Gobierno gallego ha aprobado cada año sus presupuestos -cuenta con mayoría absoluta-, que en las insituciones públicas “no hay populismos ni de derechas ni de izquierdas”, y que Galicia es “la comunidad que menos ha incrementado su deuda” -la ha triplicado desde 2008. “Un gobierno sensato y previsible es para muchos españoles excepcional”, se esforzó en defender con tono monocorde, antes de introducir su otra letanía: “Galicia es un lugar mejor para vivir que hace 13 años”, cuando Feijóo llegó a San Caetano, sede del gobierno autonómico. No todos los expertos comparten esa impresión.

Rueda aseguró que son 60.000 gallegos menos apuntados en las listas del paro o que la contratación indefinida es la más alta de la serie histórica. Sobre lo primero: al cierre de 2008, la tasa de desempleo era del 9,6% y la población activa, de 1.200.000 personas; al cierre de 2021, 11% y 1.091.000. Sobre lo segundo: se trata en buena medida de los efectos de la reforma laboral del Ministerio de Trabajo, contra la que votó todo el PP en el Congreso de los Diputados excepto, por error, Alberto Casero. El inimnente nuevo presidente gallego también habló del récord de exportaciones, circunstancia históricamente asociada al empuje de PSA e Inditex pero que matizó al mencionar su diversificación en 9.300 empresas. En todo caso, su optimista diagnóstico de la situación financiera y económica de la comunidad le dio pie a realizar el primero de los dos anuncios más importantes en una intervención dada a las generalidades.

Una promesa electoral incumplida por Feijóo y ahora recuperada

El canto a los beneficios de las bajadas de impuestos preside la nueva etapa del PP estatal bajo mando de Núñez Feijóo. Rueda se sumó a él con entusiasmo retórico y aseguró que se trataba de “política fiscal para incrementar el bienestar de las personas”. Y que consiste, de cara a 2023, en reducir del 9,4 al 9% el primer tramo del IRPF -el que engloba a los ingresos menores de 12.450 euros. También habrá rebaja fiscal para las unidades familiares: 250 euros menos en el IRPF por cada hijo a partir del segundo. Esta medida aparecía en el programa electoral con el que el PP revalidó en 2020 su mayoría absoluta por cuarta vez consecutiva, pero Feijóo lo descartó en junio del pasado año debido, dijo, al aumento de gasto público provocado por la epidemia de coronavirus. Rueda lo convirtió este martes en una de sus promesas más o menos estelares.

Fue precisamente la idea de familia uno de los tres ejes sobre los que armó la segunda parte del discurso, en teoría la más enfocada hacia el horizonte. Los otros, el trabajo y el futuro. Se comprometió, en base al plan estratégico difundido por Feijóo hace dos meses, a un crecimiento anual del PIB de entre el 2% y el 2,5% durante una década, y a reducir el desempleo cuatro puntos porcentuales, hasta el 8%. Para ello, habrá “más trabajo y de mejor calidad” y se “consolidará una industria sustentable”. La caída en los índices de producción industrial -en marzo, Galicia encabezó la bajada en todo el Estado- es sin embargo una tendencia que los gobiernos gallegos del PP no consiguen revertir.

Al exponer las políticas con las que su ejecutivo favorecerá “la formación de familias, tal y como cada uno lo entienda”, entró en uno de los terrenos más inestables de los mandatos de Feijóo, el de la sanidad pública. Avanzó -junto a lo del IRPF, la otra noticia de relieve- que las vacunas contra la menigitis B, el papiloma humano y la antigripal tetravalente entrarán en el calendario gratuito del Servizo Galego de Saúde (Sergas). Se atribuyó los hospitales Álvaro Cunqueiro de Vigo y Lucus Augusti de Lugo, que en realidad estaban proyectados por el bipartito, y la construcción o reforma de un cenetenar de centros de salud. Porque la responsabilidad de la congelación de la atención primaria, colapsada y con esperas de hasta 15 días para obtener citas en no pocos ambulatorios, es, sostiene, del Gobierno central. Aquí Rueda también siguió la estela de Feijóo, echar fuera todos los balones posibles.

Otra táctica de su predecesor que parece inclinado a seguir es aquella que consiste en decir una cosa y su contraria. A menudo en la misma frase. Sucedió cuando se ufanó de la reducción de los gases de efecto invernadero -un 36%, cifró- solo minutos más tarde de haber criticado al Gobierno central por el cierre de las centrales térmicas de As Pontes y Meirama que se encuentra detrás de esa caída. O cuando llamó a cuidar a los mayores después de los terribles efectos del coronavirus en las residencias y solo fue capaz de nombrar las instalaciones que sufragará Amancio Ortega -siete nuevas residencias- o las iniciativas municipales “con apoyo de la Xunta”. La cultura ocupó unos 30 segundos de la hora y cinco de disertación. Algo más el Xacobeo, para el que anunció un bono que estimulará la peregrinación entre los más jóvenes. Y no olvidó los reproches y la carga política contra Pedro Sánchez, casi en los mismos términos que acostumbraba el Feijóo presidente gallego: “No comparto la forma de hacer política de la Moncloa”.

Su discurso no despertó excesivo fervor ni siquera en los escaños del PP. Citó a todos los presidentes autonómicos que lo precedieron -Albor, González Laxe, Fraga, Pérez Touriño, Feijóo- y no evitó la tentación de autoafirmarse ni de sus socorridas metáforas jacobeas: “Yo soy Alfonso Rueda. Cambia uno de los caminantes, pero el camino continúa”.

El PSdeG ofrece un pacto y el BNG califica al PP de pasado

La investidura continuará el jueves, 12 de mayo, con las réplicas de la oposición. Sus portavoces ya adelantaron sus opiniones en una comparecencia a las puertas del hemiciclo. El Partido Socialista afeó las inconcreciones y la ausencia de propuestas, pero ofreció un pacto. Se jactó, a través de su secretario general, Valentín González Formoso, de ser “un partido institucional” y gobernar al 62% de la población gallega en el ámbito municipal. Ana Pontón, del BNG, calificó al PP como el pasado y a los nacionalistas como el futuro. En una intervención más política, criticó que Rueda no ofreciese una sola iniciativa frente a la crisis de precios y se erigió en alternativa -el Bloque es la segunda fuerza del Parlamento gallego, con 19 diputados: “Frente a la resignación, ofrecemos ilusión; frente al derrotismo, confianza en las propias fuerzas de Galicia”. Ambas formaciones votrán contra la investidura de Alfonso Rueda.

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