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Rueda tropieza en el debate y permite visibilizar una alternativa de izquierdas encabezada por Ana Pontón

Isabel Faraldo (Podemos), Ana Pontón (BNG), Alfonso Rueda (PP), Gómez Besteiro (PSOE) y Marta Lois (Sumar), antes del debate

Luís Pardo

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“Mi intención es que hoy quede claro de qué tratan estas elecciones: la confrontación entre un gobierno que funciona y un multipartito que compiten entre ellos”. Alfonso Rueda -“presidente no electo”, como le recordó Marta Lois- abría y cerraba el debate y quiso dibujar el marco desde el primer momento. La verdad es que el formato, en la única confrontación que aceptó, le ayudaba: él, en solitario, contra cuatro partidos de izquierda. Sin embargo, según iban pasando los minutos, quedó claro que en el plató de la TVG lo que se estaba jugando era un cara a cara imperfecto: Rueda frente a Ana Pontón, la candidata del BNG y, según las encuestas, la que liderará un ejecutivo de izquierdas si el PP pierde la mayoría absoluta, una posibilidad a la que el CIS -“el CIS de Tezanos”, según la televisión autonómica- daba poco antes muchas posibilidades.

Los espectadores de la TVG tuvieron la oportunidad durante algo más de dos horas de escuchar hablar de asuntos que nunca antes habían encontrado hueco en los Telexornais. Empezando por la propia situación de manipulación informativa denunciada desde hace casi siete años por los trabajadores. El socialista Besteiro fue el único de los candidatos de la oposición que no mencionó la “vampirizacion” del ente por parte de los populares. Hasta Rueda, con el argumento habitual, respondió haciendo mención a los niveles de audiencia. Como cuando el PP valenciano defendía que Francisco Camps era inocente de cualquier acusación porque tenía mayoría absoluta.

Aunque el debate empezó tranquilo, sin ritmo, casi podríamos decir que soso, comenzó a crisparse al hablar del idioma. Pontón señaló que cada presidente del PP tiene una foto que lo persigue. “La de su predecesor era en un barco, la suya en una manifestación con los sectores más ultra en contra de la lengua gallega. ¿Sigue detrás de la pancarta?”, le preguntó a Rueda tras afirmar que uno de cada tres alumnos finalizan la educación obligatoria sin dominar el gallego. Tras varios segundos de incómodo silencio, ése fue el momento en el que Besteiro perdió los papeles.

Literalmente. Cayeron al suelo con estruendo, mientras Rueda se recuperaba y retaba a Pontón a aclarar si llevaba en su programa el monolingüismo en la enseñanza. Pontón tampoco le respondió. Como ese amigo que intenta poner paz en una bronca, Besteiro -con sus folios de nuevo sobre el atril- trató de mediar. “Reconozca que lo hizo mal, que se equivocó cuando mandó votar en contra del uso del gallego en el Congreso”. No funcionó. Los dos volvieron a enzarzarse en el último turno del popular, el que cerraba el bloque de políticas sociales. “Ante esas mentiras no me puedo contener”, zanjó Pontón tras la reprimenda de los moderadores.

Rueda debió de pensar que había hecho presa, así que regresó de la publicidad -cuando tocaba hablar de modelo institucional y pactos- leyendo el programa del BNG que habla de inmersión lingüística y una enseñanza “completamente en gallego” y ya cogió carrerilla. Lo siguiente, foto en mano, fue acusar a los nacionalistas de manifestarse “por la liberación de los presos etarras que asesinaron a gallegos”, lo que provocó la indignación de Pontón: “Lo único que nos está mostrando es su desesperación”. Y en esa deriva, lo siguiente era, claro, la amnistía. “De todo esto quiero liberar a Galicia, claro que hay que hablar de España”, continuó el popular antes de encontrar una réplica de la nacionalista que no hubiese desentonado entre los diálogos políticos de Aaron Sorkin.

“Su gestión no se sostiene. ¿Es Cataluña quien le aumenta la listas de espera a los gallegos? No, es usted, señor Rueda. ¿Es Cataluña quien hace que tengamos más deuda con peores servicios? Es usted, señor Rueda. ¿Es Cataluña la que hace que tengamos menos empleo industrial? Es usted, señor Rueda. Es un presidente que no tiene proyecto ni ilusión por este país”. Pero no hizo mella. Rueda llevó ese discurso, incluso, a su minuto de oro: “Si quieres un presidente que te engañe, no me votes; si quieres un presidente que te quite lo tuyo para dárselo a los independentistas, no me votes”.

La guerra de las cifras y los datos

El debate había empezado mucho más calmado, con Rueda introduciendo otro de los mantras de su campaña: los bulos. “Se propondrán muchas cosas que simplemente no son realizables y cifras que no son verdad”. Y para demostrar que tenía razón, él fue el primero en hacerlo. Insistió, una vez más, en algo que repite casi a diario desde el acuerdo de investidura entre el PSOE y los partidos independentistas: que la condonación de la deuda de Cataluña le costará 400 euros a cada gallego. Incluso a los bebés.

“Yo quiero que a Galicia se le condone la deuda bajo los mismos criterios que a Cataluña. Sus compañeros de otras comunidades lo van a aceptar”, le echó en cara el socialista Gómez Besteiro, por cierto, uno de los negociadores de esos acuerdos, y quien parecía encontrarse cómodo en su papel de escudero de Pontón. “Es más cómodo hablar de Cataluña que explicarle a los gallegos que triplicaron la deuda mientras recortaba en sanidad y educación”, le achacó Ana Pontón, poco antes de lanzar el primer intento de fact checking con el popular a cuenta de la caída en la tasa de inversión. “Son sus datos. Si quiere, mañana diga sitio y hora y comprobamos si son así o no”. No parece que vayan a quedar, finalmente.

Pudieron ser los nervios, pero Rueda empezó liándose sobre si había que reducir o eliminar el impuesto de sucesiones. Tardó un buen rato en darse cuenta de que el pretendido ataque a Sumar por proponer recuperarlo lo estaba contando al revés, así que su propuesta estrella en el bloque económico quedó algo diluida. Mientras, BNG y PSOE se ponían de acuerdo en echarle en cara falta de ambición. Uno decía que 11.000 niños están sin pediatra, el otro que son 122 ayuntamientos.

También se marcaron diferencias. Lo hizo, por ejemplo, Marta Lois, criticando al Bloque su oposición a la reforma laboral, pero no hubo la confrontación que esperaba Rueda. Y eso que trató de provocarla, por ejemplo, en torno a la energía eólica. Pero esa “intención” que manifestó en su primer turno no funcionó: todos parecían tener claro quién era el rival a batir e, incluso, en un paso más, el rol de cada uno en esa disputa.

Y en medio de todo esto, los intentos de Lois y Faraldo -Rueda incluso llegó a cambiarles el apellido- por encontrar un espacio. La candidata de Sumar trató de hacerlo presumiendo de los logros en materia laboral de Yolanda Díaz y abriendo antes que nadie la mano a un pacto a tres con BNG y PSOE para lograr un cambio. “Mi hija y mi hijo no conocen otro gobierno que el del PP”.

A Sumar, las encuestas le dan alguna opción de conseguir entrar en el Parlamento. A Podemos, ninguna. Pese a eso, su candidata Isabel Faraldo, se esforzó por presentarse como la “verdadera izquierda”. Atacó con dureza la gestión de la Xunta en la crisis de los pellets, hizo causa con la planta de aluminio de Alcoa, emparentó en un lapsus al candidato popular con la actriz Belén Rueda y acabó pidiendo el voto porque ella es “como tú”. Como ese espectador de la TVG que, una vez cada cuatro años, tiene durante 120 minutos una ventana abierta al mundo real.

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