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Mamá, me voy al Ateneo: el grupo de jóvenes que quiere revolucionar las tertulias de Madrid

Miembros de la agrupación cultural Café Universal reunidos en la cantina del Ateneo de Madrid.

Guillermo Hormigo

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Pocos términos han sido tan denostados en los últimos tiempos como el de “tertuliano”. La proliferación de figuras televisivas exaltadas y todólogas, expertas (a nivel usuario) en política, derecho, medio ambiente, pandemias o volcanes, ha mancillado el buen nombre de la tertulia. Una actividad históricamente ligada a la ebullición cultural y científica, que bien practicada es enriquecedora a nivel individual, pero especialmente desde un punto de vista colectivo. Con la idea de recuperar un debate público más riguroso y al mismo tiempo mucho más distendido, y de situar a la gente joven en el centro del mismo, nace Café Universal.

Esta agrupación cultural está integrada por personas de diversas disciplinas y trayectorias. Tienen en común dos cosas: la juventud y las ganas de conformar un espacio abierto de confluencia en el que compartir ideas, reflexiones, dudas, proyectos y cervezas. De momento ese espacio es la cantina del Ateneo de Madrid, un lugar sobre el que siempre sobrevuela la sombra del elitismo, aunque desde la asociación ven aires de cambio con la presidencia de Luis Arroyo. Este grupo de cafeteros cerveceros quiere ser precisamente un vector de esta renovación.

Samuel Martínez (26 años) es periodista, Pablo G. Miralles (28) se formó como arquitecto pero trabaja en animación 3D, María Fernández y Sabela Martínez estudian filosofía y ciencias políticas, Jordi Jiménez (26) también estudió filosofía para especializarse después en teoría política y Daniel Gutiérrez (28) es abogado. Samuel, Jordi y Dani son catalanes, Pablo viene de Cádiz, Sabela es gallega y María de Madrid. En esta mesa joven y plural, los seis desgranan el proyecto en el que se han volcado junto a otros compañeros y compañeras cargados de ilusión e iniciativa.

Un lugar de encuentro abierto y horizontal

La idea partió de Samuel, que en principio pensó en formar alguna agrupación de periodistas: “Nos pasa mucho a los que llegamos a estudiar a Madrid desde otras ciudades, aunque también a muchos madrileños, que nos falta información sobre espacios de reunión para conocernos y discutir fuera del ámbito universitario”. Pronto decidieron desbordar los límites del círculo periodístico y abrirse a lo cultural, englobando en esta palabra también lo científico (un campo al que les está costando apelar, pero del cual les encantaría incorporar miembros). A fin de cuentas, los apellidos con los que nació el Ateneo son Científico, Literario y Artístico.

La iniciativa de Samuel se cruzó con los lazos de Jordi (ambos son amigos desde los 12 años), muy implicado en el Ateneo de Barcelona. Esto facilitó el acceso a Luis Arroyo, presidente del centro cultural desde junio de 2021, quien según Pablo “se mostró encantado porque una de sus labores está siendo renovar la institución”. Para Samuel “el objetivo es generar un espacio que no sea solo de programación cultural, sino también de encuentro entre los jóvenes”.

La referencia son las tertulias que proliferaron en Madrid desde finales del siglo XIX y hasta el golpe de estado que puso fin a la II República, tertulias que este periodista conoce muy bien. “Una de ellas se llamaba precisamente Café Universal, de ahí que hayamos querido recuperar este nombre”, puntualiza Samuel. Recuerda algunas cartas que la madre de Benito Pérez Galdós dirigía al escritor pidiéndole que no saliese tanto de picos pardos, que no “flaneara” por estos ambientes y se pusiese a estudiar.

Recuperar este espíritu, sí, pero traerlo a unos tiempos donde el clasismo o el machismo no tienen cabida. Sabela incide en esta cara lavada de las tertulias, intentando alejarse también de un seminario o una presentación al uso. Pone como ejemplo la discusión en torno al libro La enfermedad del aburrimiento, de la investigadora Josefa Ros Velasco. En ella intervenía la propia autora junto al editor, profesor y divulgador Carlos Javier González Serrano. Aunque finalmente, entre cervezas y buen ambiente, el debate se volvió colectivo. “Tras el acto, una persona del ámbito universitario me comentó que le había sorprendido la cantidad de intervenciones”, cuenta Sabela. “Ese día conseguimos crear un espacio de tertulia perfectamente horizontal”, añade emocionada.

Llegó un punto en el que tuvieron que dejar de conceder turnos de palabra y seguir discutiendo en las cervezas posteriores. Es ahí donde se revela el potencial de este espacio y de la forma de encarar lo que en él sucede: el paso del “evento oficial” al “pos” no implica un desplazamiento, no deja fuera a nadie y el tono apenas cambia. “A diferencia de un acto institucional, es una conversación en la que es difícil decir cuando acaba”, explica Sabela. El reto, apunta Samuel, es “mantener el rigor de las ponencias que se hacen en el salón de actos del Ateneo, pero que el continente de ellas sea horizontal, como las cervezas que nos estamos tomando ahora mismo”. Aspiran a “generar un espacio en el que, como sucedió ese día, un estudiante de medicina pueda discutir con una socióloga”.

A priori, puede parecer que hay algo chocante en esta renovación multidisciplinar tan contemporánea en un enclave como el Ateneo. “Lo raro es el estado en el que se encontraba hace diez años”, considera sin embargo Samuel. Jordi, que ya lleva unos cuantos ligados a él, defiende que la modernidad está en “su espíritu fundacional, no estamos inventando nada sino recuperando su esencia”. Cita a las vanguardias, caso del futurismo, o la figura de Federico García Lorca. “Era socio de la institución y aquí escribió muchos de sus poemas”, señala. No en vano, una cita del poeta granadino dirigida a sus padres corona la entrada a la cantina: “Me hice socio del Ateneo y allí me paso grandes ratos en la magnífica biblioteca que tiene, donde están los libros más raros que quieras leer”.

María dice que desde el Ateneo les dejan trabajar y programar “con bastante libertad”, aunque de momento el único espacio que les han cedido es la cantina. Prueba de esta libertad son las temáticas tan eclécticas de los cinco actos que han organizado hasta el momento: filosofía y medio, una conversación sobre la novela de Xita Rubert Mis días con los Kopp (Anagrama), liderazgo feminista, aburrimiento y homoerotismo y literatura. A la hora de plantearlos, explica María, “cada uno propone el tema que le interesa y analizamos si es posible realizarlo más o menos a corto plazo, contactando con las personas que queremos que participen”.

Aunque en el grupo cada cual es de su padre y de su madre, aspiran a una diversidad mayor. Animan a que se unan personas procedentes de ramas científicas, historiadores o periodistas. Sabela lamenta que, de momento, son un poco “filosofocracia”, pero subraya el interés por contar con gente lo más heterogénea posible: “Nos gustaría traer, o que se decida a venir, gente de todas las disciplinas. Incluso que no sean de lo que entendemos como una disciplina académica, científica o intelectual”.

Destaca, por otro lado, la imposibilidad de muchas personas para acceder a la universidad y como eso no es impedimento para participar de los actos del Café Universal: “No tienes que ser estudiante de filosofía para que te apelen cosas como el aburrimiento, que incumben a todo el mundo. Parece que hasta no alcanzas cierta edad o cierta formación, hasta tener cinco másteres o no sé cuántos artículos publicados, no puedes decir nada. Eso es absurdo y empobrecedor”.

Luchar con esta percepción es otra de las razones por las cuales todos los eventos que han organizado hasta el momento son gratuitos y abiertos al público, aunque en el futuro prevén organizar otros dirigidos solo a socios del Ateneo o de la propia agrupación joven. Plantean, relata Jordi, visitas grupales a exposiciones o recintos cuyo acceso tendrían más restringidos de no estar amparados por una institución como esta. El deseo de Samuel es generar “un clima que la gente identifique con el Café Universal y donde se sientan a gusto, tanto si hacemos una charla en la cantina como si se celebra en el salón de actos, aunque sea un escenario más solemne”. En el futuro, además, quieren ir más allá de las paredes que ahora les dan cobijo. Su intención, además de organizar actividades en otros espacios, es indagar en formatos digitales como el podcast.

Una red que se mueve en redes

Los miembros de Café Universal tuvieron muy claro desde el principio la importancia de las redes sociales para crear conexiones muy tangibles. La cuenta de la agrupación es muy activa en Twitter e Instagram, canales “a través de los cuales nos ha conocido mucha gente”, dice Sabela. Cree que “esa cercanía en redes sociales se traslada a ese clima tan cercano que comentábamos”. Incide en cómo algunas entidades no acaban de captar la forma de mostrar esa cercanía en redes y consideran que modernizarse “solo es hacer reels en Instagram”.

Preguntados acerca del momento que atraviesa la relación entre juventud y cultura, Pablo lamenta cómo se les achaca un supuesto desinterés en el que muchas veces pesa más la falta de visión de muchas instituciones, las cuales se han quedado atrás ante la emergencia de nuevas plataformas y formatos para compartir conocimiento. Sabela valora el papel de las redes como una de estas nuevas herramientas, aunque a veces cuesta dar el paso de la desvirtualización y el compromiso o los lazos que implica. Es ahí donde el potencial de Café Universal vuelve a entrar en juego.

En redes informan de toda su actividad, que a finales de junio se tomará un respiro para volver con más fuerza después del verano. Aunque todavía no pueden confirmar fecha y temática, planean organizar algún otro evento antes de este tiempo de descanso (que no de desconexión, ya que no pueden parar de lanzarse proyectos a la cara). Pablo apunta como “un acto suele dar pie a otro acto” gracias a las personas y las ideas que se entrecruzan. Dani recalca que “hay muchas iniciativas en mente, no solo con la tipología de evento, sino utilizando otras vías de comunicación en las que queremos indagar en esta nueva etapa. Es importante, además, el factor sorpresa, no recurrir siempre a temáticas supermachacadas o que se hayan institucionalizado”.

Como en uno de esos actos sobre los que antes hablaban, la conversación continúa entre cervezas una vez la grabadora del móvil deja de estar por medio. La tertulia se convierte efectivamente, en un espacio acogedor. Nos ponemos verborreicos y un poco soñadores, como capaces de tomar el mundo (o el universo).

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