Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Diario de un teleprofesor en tiempos de confinamiento

oposiciones

Juan

18

Como a todos, el coronavirus nos pilló desprevenidos, con ejercicios por corregir, notas que pasar, informes que rellenar. Al principio fue como una tormenta de arena, parecía que cubriría momentáneamente el horizonte, pero que pasaría pronto. Lo que creo que nadie preveía es que el polvo de la tormenta nublaría también las cabezas pensantes que gobiernan la Comunidad de Madrid

Se dio la orden de suspender las clases antes del estado de alarma y antes del confinamiento, aunque parezca mentira lo lejos que parece todo ya, y todos entendimos entonces que tendríamos que adaptarnos para trabajar desde casa, ir al centro a recoger material y venirnos a casa, a trabajar en nuestros ordenadores. Personalmente, como profesor de idiomas, no entiendo el aprendizaje de un idioma a distancia, pero a eso volveré más adelante.

Entonces, la Consejería de Educación, rápida como nunca, sacó a primera hora de la mañana una instrucción según la cual teníamos que ir a teletrabajar al centro de trabajo. Suena absurdo, y lo es. Tanto el personal docente como el personal de administración y servicios (¿para atender a quién?). En mi caso eso suponía utilizar tres lineas de metro para llegar a mi centro de trabajo, y cientos de personas con las que cruzarme cada día. Y ese riesgo para ir a una sala de profesores con dos ordenadores para catorce personas.

Afortunadamente, los equipos directivos estuvieron igual de rápidos y, como las instrucciones eran contradictorias, nos dejaron teletrabajar a distancia, desde nuestras casas, en esos días hasta que llegó el estado de alarma y el confinamiento.

Se nos aconsejó e incluso se organizaron rápidamente cursos de formación para crear aulas virtuales, utilizar 'Educamadrid', la plataforma educativa de la Consejería de Educación y Juventud de la Comunidad de Madrid. Y no funcionaba. Para quien no trabaje en educación en Madrid, decirle que es una plataforma donde puedes alojar tu página web, la del centro, un servidor de correo y más cosas que se me escapan, pero se utiliza muy poco. Así que el tráfico masivo dejó a la plataforma en mínimos.

Tuvieron que adquirir equipos por vía de urgencia que pudieran soportar que, solamente con el uso del correo electrónico, se quintuplicara el tráfico de datos. El community manager nos tuvo informados de los progresos vía Twitter. Para que se hagan una idea, se nos recomendaba seguir con las clases mediante aulas virtuales alojadas en 'Educamadrid', pero a la vez se nos aconsejaba no usarlas ni en toda la mañana (hasta las 13:30) ni en toda la tarde (hasta las 19:30). O sea, utilizarlas en las horas de las comidas o fuera de nuestro horario laboral. Y por mucho que te empeñases, si no funcionaba, no funcionaba, así que había días que te veías contestando correos pasadas la doce de la noche.

Los profesores entramos entonces en un frenesí de búsqueda de herramientas, aplicaciones, y páginas web que utilizar para sustituir las clases o incluso para sustituir a 'Educamadrid'. Por nuestros propios medios, pasándonos enlaces y consejos por los grupos de whatsapp, intentando sacar las castañas del fuego como se pudiera. Por un momento, aquello parecía una competición para ver quién conocía la mejor app, el mejor portal para videoconferencias -y que no te llenase el ordenador de malware-, etc.

Llegó un momento en que decidí, en parte por lo de la brecha digital, enviar correos diariamente a mis alumnos y que trabajaran con su libro de texto, que tiene una plataforma online bastante completa donde yo puedo ver qué hacen, corregir sus trabajos, y a través del cual se pueden comunicar conmigo, además de por correo electrónico. Y así sigo a día de hoy.

Y no, a pesar de que no hago videoconferencias con más de 100 alumnos (que son los alumnos reales que tengo) no ha pasado nada, el mundo no se ha acabado. Los alumnos interesados en seguir con las clases siguen las explicaciones y hacen las tareas como lo venían haciendo. No necesitan videoconferencias ni apps que ocupan espacio en el móvil.

Han sido -y son- semanas de la más absoluta incertidumbre en el tema laboral. No sabemos si volveremos a clase, si examinaremos, y si lo hacemos cuándo será. Pero se nos pide que sigamos programando, adaptando la programación a los cambios. ¿Cómo puedo programar con antelación si nadie me dice hasta que fecha?

Cada día a las 8 aplaudo a los compañeros sanitarios, aplaudo su labor y, sin embargo, no puedo evitar hacerlo con un poco de envidia. Envidia de que por fin se reconozca merecidamente su trabajo, un día que para nosotros no creo que llegue nunca. Ellos salvan vidas, nosotros podemos teletrabajar.

He mencionado antes que no creo en la enseñanza de idiomas a distancia. El por qué es tan evidente que no necesita mucha explicación. Si en la enseñanza de un idioma no hay interacción oral entre los alumnos -en parejas, en grupos pequeños-, es decir, una práctica real de la lengua meta, por muchas clases magistrales que intente impartir por Internet, con vídeo o sin él, no estaré enseñando un idioma, estaré repitiendo patrones y métodos de enseñanza que se han demostrado poco eficaces.

En el intento, además, la imagen y el escaso prestigio de nuestra profesión se habrán perdido un poco más. Porque si pueden tener clase por Internet, muchos alumnos pensarán que con ver series y vídeos de YouTube ya tienen bastante (ya hay quien lo piensa). Que tú les des herramientas para que puedan seguir aprendiendo una vez haya terminado su educación formal en el aula, o que simplemente les estés facilitando una herramienta con la que moverse por el mundo, da igual. Después de la tele-enseñanza la labor que desempeñamos quedará aún más denostada de lo que ya está. Así que sí, claro que les aplaudo con envidia.

Y ahora si me perdonan, hoy sábado de gloria, me vuelvo a corregir y a contestar correos de alumnos preguntándose qué va a pasar con sus notas.

Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Etiquetas
stats