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Rescatar sonidos de la historia con la tecnología que atrapó al bosón de Higgs

Muchas de las lenguas utilizadas por los antiguos nativos americanos se han perdido

Lucía Caballero

En California existen más de 90 dialectos indígenas pertenecientes a 21 familias lingüísticas diferentes.  Desgraciadamente, no todos siguen vivos. Hace cientos de años, las comunidades aún utilizaban la mayoría de ellos, aunque solo fuera en la celebración de ritos o en forma de tradicionales, pero hoy en día muchas han desaparecido.   

Un ejemplo es el Yana, un idioma extinto propio de los nativos del norte del estado, cuyo último hablante, Ishi, murió en 1916. La única huella sonora que se conserva del dialecto es la ‘historia del pato de madera’, contada por Ishi −durante más de dos horas− y grabada entre 1911 y 1914 por Thomas Watermann, antropólogo de la Universidad de Berkeley (California).

Watermann no pudo terminar de traducir la perorata debido a la mala calidad del audio, pero en la institución donde trabajaba – el documento se encuentran en el Museo de Antropología Phoebe A. Hearst – se han puesto manos a la obra para solucionar el problema. La National Science Foundation les ha otorgado 200.000 dólares (unos 180.000 euros) para recuperar las voces registradas en cera sobre miles de cilindros, que atesoran las palabras de Ishi y otros antepasados de los actuales nativos americanos.

Estos fósiles sonoros guardan más de un centenar de horas de grabaciones en 78 idiomas distintos, todas ellas recogidas por antropólogos y lingüistas del centro a principios del siglo XX.

Hasta ahora, se habían intentado recuperar en cintas, casetes y CD, con la consiguiente pérdida de calidad del audio. Esto, unido a la degradación del material por la acción de microorganismos y las repetidas reproducciones, ha convertido muchas de las piezas en ininteligibles.

Física al servicio de la historia

“En tres años vamos a digitalizar más de 2.500 unidades”, asegura Carl Haber a HojaDeRouter.com. Haber es el físico que ha hecho posible el proyecto, en colaboración con el Departamento de Lingüística de la universidad estadounidense. Sí, has leído bien: físico. De hecho, trabajaba en el Laboratorio de la Universidad de Berkeley como miembro del equipo internacional del ATLAS, uno de los experimentos del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN.

El investigador no se ha pasado a las letras, sino que ha sido precisamente su bagaje científico lo que le ha permitido desarrollar la tecnología que ahora está instalando en el centro californiano y que servirá para escuchar más claramente la voz de los nativos.

Para encontrar el origen de la iniciativa hay que remontarse a principios de los años 2000. Mickey Hart, batería de Grateful Dead, le sirvió de inspiración. Mientras el físico esperaba en medio de un atasco, escuchó a Hart decir por la radio que los archivos de la música aborigen norteamericana se estaban deteriorando.

Junto con su equipo, Haber se dedicaba al diseño y fabricación de los detectores que espían a las partículas subatómicas después de colisionar en un acelerador. Para procesar la información captada por estas pequeñas unidades, utilizaban un SmartScope, un instrumento de metrología óptica (un tipo de escáner) que toma y analiza imágenes en dos dimensiones para encontrar cambios en las ondas de luz.

Al científico se le encendió la bombilla: ¿por qué no utilizar el dispositivo para leer la superficie de los cilindros y los discos de aluminio donde se hacían antiguamente las grabaciones? Las fotografías podrían examinarse luego en un ordenador como un conjunto de datos. 

Después de probar su efectividad, decidió completar el equipo con un microscopio confocal, que añade una tercera dimensión a las imágenes: la profundidad.

El resultado de esta y otras adaptaciones y mejoras es IRENE, siglas de ‘Image, Reconstruct, Erase Noise, Etcetera’. El apelativo debe su nombre además a la primera de las pruebas que Haber y su equipo realizaron para comprobar el funcionamiento del sistema; analizaron las pistas de un vinilo del ‘single’ ‘Buenas noches, Irene’, interpretada por los Weavers.

Una imagen traducida en palabras

El dispositivo obtiene un perfil de la superficie del disco o el cilindro, lo transforma en una imagen digital y un ‘software’ hace las veces de lector: identifica los surcos del disco a partir de los datos, y calcula numéricamente el movimiento que tendría una aguja como la de un gramófono. Así, convierte las imágenes en sonidos sin dañar los materiales, eliminando el ruido. “Obtenemos los audios en diferentes formatos, como el .wav”, indica el físico.

Haber lleva varios años realizando proyectos en colaboración con organizaciones como la Biblioteca del Congreso y los museos Smithsonian, así que, además de la IRENE original, existen cinco clones, dos de ellos instalados en la Biblioteca del Congreso, tres en el Centro de Conservación Documental del Noreste (Massachusetts) y uno en India, en la Biblioteca de Investigación R. Muthiah.

Gracias a la herramienta, el mundo pudo escuchar en 2008 la primera grabación de audio de la historia. Fue tomada en 1860 por el escritor francés Édouard-Léon Scott de Martinville, cuyo fonoautógrafo marcaba el patrón de las ondas sonoras en hollín sobre papel.

Posteriormente, ha rescatado la voz de Alexander Graham Bell, el inventor del método de grabación. “El proceso es el mismo, pero en aquella ocasión habían utilizado discos como soporte, y ahora son cilindros”, señala Haber. También un cilindro guardaba el audio más antiguo de una muñeca parlante, grabado por Thomas Edison muñeca parlante y escuchado por primera vez en 2011, una vez reparado con IRENE. “Hemos ido mejorando la técnica para que todo esté más automatizado y podamos tratar un gran número de unidades en menos tiempo”, añade.

Y no es la primera vez que Haber contribuye a resucitar los restos de la cultura indígena. “Ya habíamos procesado 60 cilindros con voces de nativos de California y 20 de Canadá, sobre todo canciones e historias”, nos dice el físico. En el nuevo y más ambicioso proyecto cuenta con la ayuda de estudiantes e investigadores de la Universidad de Berkely. El equipo estima que todos los datos extraídos ocuparán del orden de 100 terabytes de información.

Las comunidades indígenas modernas ya han utilizado algunas de las grabaciones para escuchar a sus antepasados y recordar viejas tradiciones, pero en el futuro podrán hacerlo con mayor claridad. Los nuevos audios servirán a los lingüistas para estudiar los cambios sufridos por estas lenguas a lo largo de los años.

La física de partículas no solo sirve para encontrar bosones, también para rescatar sonidos del pasado. Ishi volverá a contar la ‘historia del pato de madera’ para que los antropólogos y etnógrafos terminen el trabajo de Watermann más de un siglo después.

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Las imágenes de este reportaje son cortesía, por orden de aparición de la Universidad de Boston, Roy Kalbschmidt/Lawrence Berkeley National Laboratory y Northeast Document Conservation Center.

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