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La Espada de Damocles de la corrupción pende sobre la cabeza de Netanyahu

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, asiste a un acto de campaña el pasado lunes en Jerusalén.

Ana Garralda

Cuando quedan menos de 24 horas para que se celebren elecciones legislativas en Israel, la campaña está al rojo vivo. Al igual que ocurrió en los comicios de 2015, el candidato de centroizquierda –entonces el laborista Isaac Herzog, ahora el exjefe del Estado Mayor, Benny Gantz– adelanta en intención de voto al que ha sido primer ministro durante una década consecutiva, Benjamín Netanyahu. Según los últimos sondeos, la coalición Kahol Lavan (Azul y Blanco) que colidera Gantz obtendría entre 29 y 30 escaños, mientras que el Likud de Netanyahu quedaría relegado a 27 (dentro de una Knesset unicameral, formada por 120 diputados).

Si en 2015 Bibi logró derrotar a las encuestas en el último momento, volverá a intentarlo con alguna acción audaz e inesperada. Dado que en Israel no está estipulada una jornada de reflexión como tal, los candidatos pueden hacer campaña hasta el mismo día de los comicios. Así, en 2015 Netanyahu logró superar a su rival movilizando a los indecisos tras afirmar en una comparecencia televisiva dentro del barrio-asentamiento de Har Homá y con la ciudad de Belén al fondo, que “hordas de ciudadanos árabes acudirán masivamente a las urnas en autobuses”, fletados supuestamente de forma gratuita.

Quizá una de esas acciones para estas elecciones fue la promesa que lanzó Netanyahu este domingo en televisión de anexionarse parte de Cisjordania. “Quiero hacerlo de manera gradual para conseguir un acuerdo con los americanos sobre ello”, afirmó. Estados Unidos reconoció la semana pasada la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, territorio ocupado a Siria en 1967.

“Yo le calificaría como un estadista populista, en la misma línea que lo son Donald Trump, Vladimir Putin y Víctor Orbán, dirigentes con los que por cierto mantiene una muy buena relación”, comenta el periodista y escritor israelí Anshel Pfeffer. “Lleva tanto tiempo en primera línea de la política que diría que Trump y Orbán, así como Rodrigo Duterte en Filipinas y Jair Bolsonaro en Brasil, le consideran como un modelo a seguir”, añade Pfeffer.

Este colaborador del diario Haaretz, autor de una de las biografías más completas sobre el personaje bajo el título 'Bibi: The turbulent life and times of Benjamin Netanyahu', asegura que el líder de la Liga Norte y viceprimer ministro de Italia, Matteo Salvini, “cuando estuvo de visita oficial en Israel el pasado mes de diciembre se mostró emocionado por conocer a Netanyahu, al que percibe como una inspiración”.

Acusaciones de corrupción

La diferencia entre unas elecciones y otras radica en que en los últimos tres años el primer ministro ha acumulado varias investigaciones por supuesto soborno, fraude y abuso de poder, que el pasado 1 de marzo se tradujeron en una imputación formal por parte del Fiscal General del Estado, Avijai Mandelblit. Aunque la recepción del escrito de acusación no le ha impedido concurrir a los comicios –y dado que las encuestas adelantan que podría obtener un quinto mandato– Bibi se ha jactado irónicamente de que sus rivales intentarán tumbarle en los tribunales, “dado que no lo van a poder hacer en las urnas”. Según Pfeffer, “más que de unas elecciones legislativas, se trata de un referéndum a favor o en contra de Netanyahu”.

El escrito de acusación de la Fiscalía se compone de tres casos de presunto soborno, fraude y abuso de poder. En el primero de ellos, el Caso 1.000, Netanyahu aparece como sospechoso de aceptar valiosos regalos de parte de acaudalados amigos suyos, sin declararlos a hacienda. Entre ellos, del productor cinematográfico israelí, Arnón Milján –que saltó a la fama con la película Pretty Woman– quien le habría proporcionado obsequios por valor de más de un millón de shéquels (unos 250.000 euros). En contrapartida, Netanyahu le habría ayudado a renovar por diez años su visado de residencia en EEUU, haciendo uso de su interlocución privilegiada con las autoridades.

En el Caso 2.000 la Fiscalía le achaca haber negociado un acuerdo simbiótico con Arnón Mozes, empresario y editor del Yediot Ajaronot –hasta hace pocos años el diario hebreo de mayor tirada, hasta que se vio superado por el gratuito Israel Hayom financiado por Sheldon Adelson– en vísperas de las elecciones de 2015. Mozes habría supuestamente propuesto a Netanyahu que tanto el periódico como su versión digital Ynet pasaran a realizar una cobertura favorable de su persona, a cambio de ciertos beneficios para su periódico. Entre éstos, la aprobación parlamentaria de una nueva ley de medios de comunicación que obligara al popularmente conocido como Bibiton –fusión del apodo Bibi, y la palabra Iton, “periódico” en hebreo– a cobrar un precio mínimo por ejemplar, e incluso a cerrar su edición de fin de semana.

Asimismo, en el Caso 4.000 se le acusa de que ejecutivos de la multinacional de las comunicaciones e Internet Bezeq recibieron información privilegiada del Ministerio de Comunicaciones (dirigido entonces por el propio Netanyahu) a cambio de dar al mandatario un trato de favor en los medios de comunicación participados por el conglomerado, tales como el portal de noticias digital Walla.com. Aparentemente Netanyahu aprovechó su cargo para conceder suculentos dividendos económicos y asegurar la posición dominante en el sector de la compañía que dirige su amigo personal, Shaul Elovitch, a cambio de una cobertura mediática favorable para él y para su mujer, Sara.

Su talón de Aquiles

A pesar de que el conocido como Caso 3.000 finalmente quedara fuera del escrito de acusación presentado por la Fiscalía, “es, sin duda, el más grave, dado que la ciudadanía encuentra muy difícil aceptar no sólo que pudiera haber obtenido beneficios financieros, sino que además esto pudiera haber perjudicado la seguridad nacional”, opina la catedrática de Ciencias Políticas, Tamar Hermann.

Inicialmente este caso parecía el menos relevante de entre los cuatro, pues se reprochaba a Netanyahu el haber puenteado a los ministros de Defensa Ehud Barak y Moshe Yaalón, así como al Jefe del Estado Mayor, su ahora rival directo Benny Gantz, a la hora de ordenar la adquisición de submarinos nucleares fabricados por los astilleros alemanes Thyssen-Krupp. Igualmente el premier habría supuestamente permitido el cobro de comisiones por parte de un abogado y pariente suyo.

No obstante, las últimas revelaciones (posteriores a la imputación por parte del Fiscal General) han expuesto incluso una nueva derivada del caso: en paralelo Netanyahu habría dado su visto bueno al Ejecutivo alemán a vender más submarinos a Egipto, también de forma secreta y sin contar con la opinión del Ejército.

Según Hermann, que participa en la confección del Índice de la Paz que elabora anualmente el Israel Democracy Institute, “si afloran más pruebas y evidencias de que hablamos de un caso de prevaricación contra la seguridad nacional, entonces sí podría suponer un varapalo en el medio plazo para su carrera política, además de constituir una operación de enriquecimiento ilícito por parte del jefe del Gobierno”.

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