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Biden pide al Congreso estadounidense subir impuestos a los ricos y aprobar la ley de reforma policial

Javier de la Sotilla

Washington —

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“Ningún multimillonario debería pagar menos impuestos que un maestro de escuela o un bombero”, ha sido una de las decenas de referencias a la clase trabajadora que ha hecho el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a lo largo del tradicional discurso del Estado de la Unión, el más importante del año, que reúne al poder ejecutivo, legislativo y judicial en una sesión conjunta en el Capitolio. “El sistema impositivo no es justo. Yo soy capitalista, pero cada uno debe pagar lo que le toca”, ha dicho, subrayando el impuesto aprobado por su administración, que obliga a las compañías multimillonarias a pagar un mínimo del 15%. En un discurso que más bien ha recordado al izquierdista Bernie Sanders, Biden ha propuesto ir más allá e incidir sobre la compra de acciones corporativas, cuadriplicando el impuesto sobre dicha inversión, y ha emplazado al Congreso a “terminar el trabajo” que inició en su mandato y aumentar el impuesto mínimo al 20%

“En 2020, 55 de las corporaciones más grandes de EEUU obtuvieron 40.000 millones en ganancias y pagaron 0 dólares en impuestos federales. Amigos, simplemente no es justo”, ha alertado el presidente. Además, ha atacado a las grandes farmacéuticas y a las petroleras, que el año pasado registraron beneficios récord. Según ha lamentado, “en medio de una crisis energética global”, tuvieron beneficios de 200.000 millones y “usaron esas ganancias récord para recomprar sus propias acciones, recompensando a sus directores ejecutivos y accionistas”. El presidente ha incidido en que “hay que construir de abajo a arriba, no de arriba a abajo”, algo que, según dice, será una prioridad durante sus próximos dos años en la Casa Blanca.

La economía ha copado la mayor parte de su intervención, obligada por mandato constitucional, que se ha prolongado una hora y doce minutos, y que ha servido de preludio para su probable campaña de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Aunque todavía no ha anunciado su candidatura, se espera que lo haga en las próximas semanas, si bien se encuentra en niveles mínimos de respaldo social y la mayoría de demócratas desaprueba su reelección. 

Llamamiento a la unidad ante un Congreso dividido

A sus 80 años, Biden es el presidente de mayor edad en dar un discurso del Estado de la Unión. Quizás por ello, se ha querido mostrar más enérgico de lo habitual, mientras ha dado un repaso a los logros y prioridades de su mandato, y ha pedido al Congreso que supere la polarización para aprobar “las medidas que este país necesita”. Entre ellas, ha citado la reforma de la policía, la ampliación de la sanidad, los programas de ayuda social, la inversión en energías renovables o la facilitación de “un camino hacia la ciudadanía” de los migrantes que entran por la frontera sur. El presidente se ha llenado la boca de ambiciosas propuestas, a sabiendas de que probablemente no va a poder aprobar ninguna ahora que la Cámara de Representantes está controlada por los republicanos.

Lo ha hecho bajo la atenta mirada del líder republicano Kevin McCarthy, quien se ha sentado estoico detrás suyo, presidiendo la sesión junto con la demócrata Kamala Harris. “Presidente, no quisiera arruinar su reputación, pero mi intención es trabajar con usted”, ha bromeado Biden tras saludar a su oponente al inicio de su discurso, subrayando la necesidad de llegar a acuerdos con los republicanos para, entre otras necesidades, aumentar el techo de deuda, que está a punto de ser superado y podría llevar al país a una suspensión de pagos.

El recién elegido speaker ha jurado y perjurado hacerle la vida imposible desde la presidencia de la cámara baja, bloqueando cada iniciativa legislativa y escrutando su gestión de gobierno a base de comités parlamentarios. En el primer mes del control de la cámara, los republicanos se han apresurado a iniciar numerosas investigaciones sobre el Biden y su gestión de la frontera, el hallazgo de documentos clasificados en su residencia, el paquete de ayuda a las familias por la COVID, las influencias de su hijo Hunter Biden, la retirada de Afganistán o la “instrumentalización” de las agencias federales -como el FBI- en su propio beneficio. A pesar de que no tienen ningún recorrido legal, estos juicios políticos serán un gran altavoz para crear una agenda mediática contraria presidente.

Biden se atribuye la lenta recuperación de la economía

El presidente ha aprovechado el discurso para marcar su propia agenda, atribuyéndose los síntomas de recuperación que está dejando la economía estadounidense. Según ha recordado, bajo su mandato se han creado 12 millones de nuevos puestos de trabajo, “más empleos en dos años que los que ningún presidente ha creado en cuatro”, y el viernes se supo que el desempleo está en niveles mínimos del último medio siglo. Además, el presidente se ha colgado otra medalla: en los últimos meses se está logrando paulatinamente atajar la inflación, que tocó en junio sus niveles máximos de los últimos 40 años, aunque el país corre ahora otro riesgo económico: podría enfrentarse a una recesión. En parte, este mal podría llegar por las mismas recetas aplicadas por la Reserva Federal para paliar la inflación: ocho agresivos aumentos de los tipos de interés, que han dejado el precio del dinero por las nubes.

La actualidad también ha ayudado a Biden a reafirmar una medida que ya defendió en su anterior discurso del Estado de la Unión, la ley de reforma de la policía. Apelando directamente a los padres de Tyre Nichols, que se encontraban en la tribuna del Congreso como invitados especiales, ha dicho: “imaginaos perder un hijo a manos de aquellos que deberían hacer cumplir la ley”. En esta emotiva parte del discurso, el presidente ha recibido el aplauso de los dos bandos de la cámara, incluidos los republicanos. Aunque los han retirado de inmediato, cuando Biden los ha emplazado a llegar a “un pacto” que permita una “igual protección ante la ley” para responsabilizar a los agentes “cuando violen la confianza del público”. A raíz del asesinato de George Floyd, los demócratas intentaron en 2021 aprobar este proyecto de ley, que pasó el examen de la Cámara de Representantes, pero se estancó en el Senado. Ahora, a raíz de la reciente muerte de Nichols, una prueba más de brutalidad policial, esta propuesta ha ganado tirón, pero su aprobación requeriría el improbable apoyo de la bancada republicana.

Aviso a China: “Si amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger a nuestro país”

Biden tenía previsto centrar su intervención en los logros de su acción de gobierno, pero el globo chino que se adentró la semana pasada en el espacio aéreo estadounidense, y que fue abatido al cabo de pocos días, ha empantanado su discurso. “Hoy estamos en la posición más fuerte en décadas para competir con China o con cualquier otro país del mundo. Me comprometo a trabajar con China allí donde pueda hacer avanzar los intereses estadounidenses y beneficiar al mundo. Pero no se equivoquen: como dejamos claro la semana pasada, si China amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger a nuestro país”, ha dicho, sin mencionar explícitamente el globo chino.

No podía salir del Congreso sin una referencia a este asunto, que ha causado una crisis diplomática entre las dos primeras potencias mundiales y que sus rivales están aprovechando para pasar al ataque. Los republicanos, que llevan toda la legislatura tachando a Biden de tibio contra el Gigante Asiático, han criticado su “lentitud” al abatir el supuesto globo espía y ya han anunciado que abrirán investigaciones en la Cámara de Representantes. Sin embargo, esta semana el Pentágono ha revelado que durante la Administración Trump también sobrevolaron el cielo de EEUU al menos tres globos chinos. Además, a pesar de las acusaciones mutuas sobre un manejo tibio de la relación con China, lo cierto es que Biden ha seguido una línea continuista de Trump en este aspecto, aunque aplicando medidas más amplias, como la prohibición de que las empresas americanas puedan vender material para la fabricación de semiconductores a compañías chinas, o la ampliación de su músculo militar en el sudeste asiático. “Seamos claros: ganar la competición con China debería unirnos a todos”, ha dicho Biden, emplazando al que podría ser uno de los pocos campos de acuerdo bipartito.

El presidente también se ha referido a otro asunto geopolítico de primer orden, la guerra en Ucrania, que ya copó gran parte de su discurso el año pasado. “Vamos a estar con ustedes todo el tiempo que sea necesario”, ha dicho mirando a la embajadora ucraniana en EEUU, Oksana Markarova, quien también ha contado con una invitación de honor a la sesión. Durante todo el 2022, el gobierno estadounidense gastó 29.300 millones de dólares en ayudas al país del este de Europa, y ha comenzado este año con un importante anuncio, coordinado con sus aliados de la OTAN: el envío de 31 tanques Abrams, sus carros de combate más modernos. 

Ahora que Rusia y Ucrania se preparan para una nueva escalada de las hostilidades, Biden ha resaltado su mensaje de unidad y fortaleza de la alianza atlántica, que fue denostada por su antecesor. “Juntos hicimos lo que EEUU siempre hace mejor: lideramos. Unimos a la OTAN. Construimos una coalición mundial. Nos opusimos a la agresión de Putin. Estuvimos con el pueblo ucraniano”, ha dicho Biden, quien ha comparado las imágenes de la guerra con la “muerte” y “destrucción” que Europa sufrió en la Segunda Guerra Mundial.

¿Puede Biden remontar en las encuestas?

El presidente norteamericano no ha llegado en las mejores condiciones al discurso más importante del año, una tradición constitucional que se remonta a los tiempos del primer presidente del país, George Washington, y que se vive como una verdadera noche festiva en los bares de la capital. La contundencia y vigorosidad que ha mostrado a lo largo de su intervención han perseguido un claro objetivo: recuperar el apoyo social, si bien nunca fue muy alto. Según FiveThirtyEight, su aprobación se encuentra en el 42%, tan solo un punto por encima desde su discurso de hace un año, el nivel más bajo en este momento que cualquier presidente en los últimos 75 años, todos en los que se tienen datos, exceptuando a Trump y Ronald Reagan. 

Además, un sondeo de AP muestra que solo el 37% de los demócratas aprueban su reelección, una caída importante respecto al mes de noviembre, justo antes de las elecciones, cuando era del 52%. Los documentos clasificados que le han encontrado recientemente, pertenecientes a su época como vicepresidente, han tenido mucho que ver en esta crisis de credibilidad. Sin embargo, la perspectiva histórica le otorga posibilidades de remontar. Tanto Reagan, como Clinton u Obama, llegaron al discurso del Estado de la Unión en su segundo año con muy bajos niveles de aprobación. Pero a partir de ahí, recuperaron el terreno perdido y finalmente lograron ganar la reelección para el segundo mandato. 

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