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ENTREVISTA

Matthew Connelly, historiador: “El Gobierno de Estados Unidos crea tantos secretos que ya no puede llevar la cuenta de todos”

El historiador Matthew Connelly.

María Ramírez

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El historiador Matthew Connelly no está sorprendido por el descubrimiento de documentos clasificados en poder del presidente Joe Biden de sus tiempos de vicepresidente o del expresidente Donald Trump. El problema de fondo, según Connelly, es que hay demasiados secretos. Lo sabe porque lleva una década escudriñando el proceso de conservación y publicación de la información oficial, como cuenta en su nuevo libro The Declassification Engine: What History Reveals About America’s Top Secrets, que se publica en Estados Unidos el 14 de febrero. 

Su equipo de matemáticos, historiadores y expertos en inteligencia de History Lab en la Universidad de Columbia ha creado la mayor base de datos del mundo de documentos que antes eran secretos, con unos cuatro millones. Así, estos académicos han analizado centenares de miles de documentos desclasificados de bibliotecas presidenciales desde los años 70 y han establecido patrones que les permiten entender cuándo y por qué un documento fue clasificado como secreto y cuándo debería haberlo sido o no. Por el camino, se han encontrado un resumen oficial que revela una inquietante conversación en la Casa Blanca con Winston Churchill en 1954 sobre la negligencia de Estados Unidos antes del ataque de Pearl Harbor, la desaparición de telegramas diplomáticos de 1974 y 1975, la mayoría entre Henry Kissinger, entonces secretario de Estado, y sus asesores, o el uso de globos espía en la Guerra Fría que despertaron falsos rumores sobre ovnis que Washington prefirió no aclarar.

En 2015, Connelly intentó que el Gobierno de Estados Unidos utilizara su proyecto de inteligencia artificial para desclasificar documentos de manera más automática o incluso determinar cuáles deben ser secretos o no desde el principio. El historiador sostiene que la mayoría no deben serlo. La respuesta en Washington fue que no había dinero o que no era una inversión rentable porque el Gobierno gasta más en guardar secretos que en hacer pública información.

La gestión de los documentos oficiales se ha convertido en casi imposible con poco personal y poca automatización. Los Archivos Nacionales ya no aceptan papel, solo documentos digitalizados, que suponen una avalancha cada año. En 1991, esta agencia tenía que gestionar 13 millones de documentos electrónicos; ahora son al menos 21.500 millones y llegan 2.000 millones más cada año.

¿Cree que todos los expresidentes tienen documentos clasificados en sus casas y oficinas, tal vez sin saberlo?

Sí, al igual que otros altos cargos, que a menudo toman notas de sus reuniones. Incluso si todo lo que hablan en la reunión es confidencial, en muchos casos las notas no lo son. Eligen no clasificarlas y una de las razones es que quieren poder llevarse esas notas. En algunos casos escriben libros y quién sabe dónde terminan. La mayoría de quienes tienen autorizaciones para acceder a la información clasificada como alto secreto –1,3 millones de personas– tienen que observar reglas muy estrictas y pueden meterse en muchos problemas e incluso terminar en la cárcel por mal manejo de información clasificada. Pero para personas de rango más alto a veces parece que las reglas no se aplican o al menos no de la misma manera. 

¿En qué medida cree que el caso de Trump es diferente al caso de Biden y Pence?

Es como cuando un compañero de piso se muda y se lleva algo que no es suyo. Alguno te dirá que lo siente, que fue un error y te lo devuelve de inmediato. Y luego está el otro tipo de compañero de piso, como Trump, que no reconoce que se ha llevado cosas que no le pertenecían y que una vez que le pillas dice que siempre habían sido suyas. 

El caso de Trump es mucho peor. Dicho esto, una cosa sobre la situación de Biden que me molesta es que algunos de estos documentos se encontraron en un sobre marcado como “personal”. Para mí, ese es el punto principal: estos documentos no eran propiedad personal, son registros públicos que pertenecen al pueblo estadounidense y los Archivos Nacionales se crearon para recopilar estos registros en nombre del pueblo estadounidense y preservarlos para la historia. Todavía tenemos que averiguar qué fue lo que Biden consideró personal y por qué pensó que podía quedárselo. 

Trump es el típico compañero de piso que no reconoce que se ha llevado cosas que no le pertenecían y que una vez que le pillas dice que siempre habían sido suyas

¿Podrían ser solo artículos de periódico, como los que usted describe en su libro que a menudo se consideran secretos, o algún material que tal vez no se les ocurrió a estos altos cargos que estaba clasificado?

Sí. La causa fundamental de todos estos escándalos es que el Gobierno de Estados Unidos crea tantos secretos que ya no puede llevar la cuenta de todos. Hasta 2017, el Gobierno tenía una oficina llamada Oficina de Supervisión de la Seguridad de la Información. En sus informes anuales, la oficina proporcionaba estadísticas sobre, por ejemplo, cuántas veces al año los funcionarios del Gobierno creaban nuevos secretos. Para cuando la oficina se dio por vencida eran decenas de millones de veces cada año. En un momento fue tres veces por segundo y luego, después de 2017, dijo que simplemente no podía hacer un seguimiento de todo. Ni siquiera se podía llegar a una estimación de cuánto se gasta para mantener todos estos secretos pero entonces ya superaba los 18.000 millones de dólares. La raíz de todo esto es que el Gobierno de Estados Unidos ha creado un sistema para guardar secretos que está completamente fuera de control. Por eso creo que vamos a encontrar más y más de estos ejemplos. Técnicamente cualquier cosa sellada como alto secreto se supone que representa un grave riesgo para la seguridad nacional. Pero lo que he descubierto a lo largo de los años es que la gran mayoría de estos altos secretos en realidad no son muy secretos. 

La raíz de todo esto es que el Gobierno de Estados Unidos ha creado un sistema para guardar secretos que está completamente fuera de control

¿Y cómo rastrean los Archivos Nacionales lo que falta? 

Los Archivos Nacionales tienen menos personas trabajando allí que hace 20 años. Tienen un presupuesto más pequeño si se ajusta a la inflación. Tienen menos dinero que antes y el trabajo crece cada año. Una de las grandes diferencias es el hecho de que estos registros no son documentos en papel. Son registros electrónicos y esa es una de las razones por las que incluso los registros muy sensibles a veces se pierden. Antes cada copia de un registro estaba numerada correctamente y era más fácil hacer un seguimiento. Ahora con los documentos electrónicos es cada vez más difícil saber quién podría tener una copia. Hace 10 años, el Departamento de Estado estimó que estaban generando 2.000 millones de correos electrónicos cada año. Es simplemente imposible hacer un seguimiento.

Usted describe en el libro cómo llevó un año revisar los correos electrónicos de la cuenta privada de Hillary Clinton.

Así es. Aparentemente había 50 personas trabajando en eso. También es un ejemplo de cómo las personas en el Gobierno no son capaces de ponerse de acuerdo sobre lo que es secreto y lo que es ultrasecreto: esa es una de las razones por las que lleva tanto tiempo. Al paso que van, las bibliotecas presidenciales ahora dicen que van a tardar más de 100 años en revisar sus registros y hacerlos públicos. 

Obama ni siquiera va a hacer una biblioteca presidencial al uso, sino “un centro” con pocos documentos. ¿Es por la dificultad de gestionarlos? 

Los Archivos Nacionales no quieren tener más bibliotecas presidenciales y, por lo tanto, han desalentado la creación de nuevas. De acuerdo con la última ley, los expresidentes están obligados a recaudar casi todo el dinero necesario para construir nuevas bibliotecas presidenciales, por lo que los Archivos Nacionales pagan los costos operativos, pero la construcción depende de los presidentes. Obama odia recaudar dinero, se sabe que detesta adular a los ricos para pedirles dinero, así que simplemente no ha querido hacerlo. Pero desafortunadamente es un precedente realmente malo porque las bibliotecas presidenciales son las joyas de la corona del sistema de Archivos Nacionales de EEUU.

¿Cree que eso podría significar que algunos de los documentos de Obama se pierdan o no sean accesibles al público de la misma manera que otros?

Desde luego. Un historiador como yo o alguien interesado puede ir a la biblioteca presidencial de Eisenhower si quiere saber más sobre los globos espía o ir a cualquiera de las bibliotecas presidenciales para saberlo todo sobre George W. Bush porque las bibliotecas tienen personas expertas en la historia de esa administración y hasta hace poco tenían personas cuyo trabajo era revisar los registros y publicarlos. Es un sistema bastante eficiente para lo que realmente queremos, que es pedirles cuentas a nuestros expresidentes. Pero para ahorrar dinero al detener la creación de nuevas bibliotecas presidenciales y todos los registros clasificados que están normalmente en ellas se está retrasado aún más la publicación de estos registros. La causa principal es que tenemos lo que pagamos. El Pentágono gasta más solo en bandas militares de música de lo que se gasta en esto para conservar nuestra historia.

En la biblioteca de Eisenhower descubrió el documento sobre la conversación después de una cena en la Casa Blanca en 1954 en la que Churchill cuestionó la voluntad del Gobierno de Roosevelt de prevenir el ataque a Pearl Harbor…

Es bastante impresionante. Ese es un gran ejemplo que vino de la biblioteca de Eisenhower. Es solo una muestra de cómo pueden pasar 50 años o más antes de que surjan cosas que realmente cambien la forma en que piensas sobre el pasado. 

Describe cómo el secretismo contribuyó al fracaso para evitar el ataque de Pearl Harbor.

Así es... Y el 11-S también, por cierto, como dijo la comisión del 11-S. Una de las principales causas del fracaso en la prevención de los ataques del 11 de septiembre fue el hecho de que la información se había compartimentado, por lo que el FBI tenía información sobre Al-Qaeda y la CIA tenía información sobre Al-Qaeda, pero estaban separadas. Estas dos agencias no compartieron información que les hubiera permitido frustrar el ataque. Es un ejemplo de cómo el secreto realmente puede socavar nuestra seguridad nacional. 

Pearl Harbor y el 11-S son ejemplos de cómo el secreto realmente puede socavar nuestra seguridad nacional

¿Algo está cambiando? Por ejemplo, en la guerra de Ucrania parte de la estrategia de Biden fue hablar abiertamente sobre los ataques rusos o los montajes para incriminar a los ucranianos en un intento de prevenirlos.

Sí, creo que es un gran ejemplo. Hay riesgos, pero a veces hay razones para decirle al público lo que sabes. Espero que ese sea un buen precedente. 

La actual directora de inteligencia nacional, Avril Haines, también piensa que esa es una historia de éxito. Le gustaría tratar de cambiar esta cultura del secreto, pero hay un gran número de personas que han pasado toda su vida viviendo en el “Estado oscuro”, como yo lo llamo, y es difícil cambiar las cosas para alguien como ella, que ocupa un cargo de nombramiento político. Por eso necesitamos al Congreso y los tribunales. No creo que el poder ejecutivo pueda reformarse a sí mismo, ya que demasiadas personas se benefician del secreto como para que lo abandonen voluntariamente. 

Aun así, Estados Unidos parece más transparente que la mayoría de los países del mundo, incluso en Occidente. ¿O hay alguien que lo esté haciendo mejor?

En ciertos aspectos Estados Unidos es más transparente que la mayoría. Sin duda, es cierto para todas las agencias que no son responsables de la seguridad nacional y no se ocupan de información clasificada. También es más transparente por la legislación de acceso a la información. Y no solo la utilizan los periodistas, sino también las empresas privadas que han descubierto formas de usarla para obtener mucha información del Gobierno, a veces con el propósito de limitar la capacidad para regularlas. Las agencias reguladoras pueden ser transparentes hasta el punto de fallar. Las corporaciones saben tanto sobre qué están haciendo estas agencias que la transparencia limita la capacidad del Estado. 

La gran excepción es lo que tiene que ver con la seguridad nacional porque esa es información que depende del presidente y los presidentes aman el poder que proviene del secreto y son muy resistentes a renunciar a él. 

El problema que afrontamos ahora se debe al crecimiento exponencial de la información secreta. Estados Unidos lo está afrontando antes que otros países precisamente porque tenemos políticas y prácticas vigentes como la Ley de Libertad de Información y una práctica llamada desclasificación automática. No es realmente automática, pero significa que después de un período de tiempo establecido, ahora de 25 años, los funcionarios revisan la información desclasificada. Ahora están revisando los registros de las décadas de 1970, 80 y 90. El Departamento de Estado fue uno de los primeros en aportar registros electrónicos y ya tiene desde los 70 lo que llamamos big data. Otros países afrontarán los mismos desafíos, pero en la mayoría de los casos no adoptaron este tipo de sistemas tan pronto como Estados Unidos. Y van a tener los mismos problemas. Hay más de cien países que tienen leyes de transparencia y libertad de información. 

En el libro dice que a menudo el secreto ha tratado de encubrir la negligencia o simplemente servir a los intereses de las personas en el poder. ¿Puede ser el caso de la desaparición de los registros de conversaciones de Kissinger?

Es un caso extraño, esos registros desaparecieron en los 70, durante períodos en los que él fue particularmente controvertido en la historia de Estados Unidos. El Departamento de Estado dice que simplemente no sabe qué pasó. Tal vez en algún momento lo sepamos, pero ahora todo lo que podemos ver son este tipo de brechas sospechosas.

¿Se trata más de encubrir la negligencia, como sugiere en el caso del asesinato de Kennedy?

En el caso de Kennedy, mi opinión es que la gran mayoría de lo que es secreto no es realmente tan secreto. El Gobierno protege cosas como la criptografía o la inteligencia derivada de la vigilancia. Lo que trata de proteger con mucho cuidado son las identidades de los agentes encubiertos. Después de todos estos años, todavía no se ha publicado mucha información sobre el papel de la inteligencia y las señales que se recibieron cuando Kennedy fue asesinado. Tampoco sabemos de las actividades de los agentes encubiertos estadounidenses y extranjeros. En ese momento la Agencia de Seguridad Nacional y la CIA tendrían que haber utilizado todos los activos de inteligencia disponibles para determinar si había algo más que saber sobre el asesinato del presidente y el hecho de que no sepamos nada al respecto sugiere que eso al menos es parte de lo que sigue siendo secreto. También hay un debate sobre cuál es el interés público. Sinceramente a veces hay buenas razones para proteger la identidad de agentes encubiertos en algunos países. Incluso si estas personas han muerto, sus hijos o sus nietos pueden sufrir si se descubre que sus padres o abuelos fueron traidores. 

¿Qué impacto cree que han tenido Wikileaks y otras grandes filtraciones en la percepción del público sobre el secreto y lo que sucede de puertas adentro? 

Contra la opinión general sobre Wikileaks, creo que Julian Assange realmente prometió en exceso lo que se iba a descubrir. Dijo que iba a ser peor que el Watergate y que íbamos a descubrir todo tipo de cosas terribles y muchas cosas secretas en realidad no eran muy secretas. En el libro cuento que los supuestos escándalos son realmente cosas que ya se habían publicado y todo lo que hicieron fue proporcionar documentación para confirmar algunas cosas que ya se conocían. Tal vez algunas personas por fin empezaron a darse cuenta de que muchas cosas que están clasificadas en realidad no son muy secretas y, a veces, cuando son secretas, en realidad no son tan interesantes. Eso es algo que deberíamos haber aprendido. 

Otra cosa es que Wikileaks hizo algo de daño. No creo que Assange tuviera la intención de que todos esos registros se hicieran públicos y creo que él sabía que hay personas cuyas vidas estarían en riesgo, como en el caso de activistas de derechos humanos chinos, que en muchos casos solo decían cosas a los diplomáticos estadounidenses que ya decían en público, pero que corrieron peligro una vez se confirmó que habían hablado con diplomáticos estadounidenses. Es un ejemplo de lo que no queremos. No creo que sea bueno tener volcados masivos de datos de registros confidenciales cuando las personas responsables ni siquiera saben qué hay en esos registros, y esa es una razón más por la que los gobiernos deben hacer bien su trabajo. Deben invertir en recursos para hacerlo correctamente porque, de lo contrario, ya se ve cuánto daño se puede hacer.

Wikileaks sirvió para darnos cuenta de que muchas cosas que están clasificadas en realidad no son muy secretas y a veces, cuando son secretas, en realidad no son tan interesantes

Como experto en secretos, ¿tiene sentido ahora espiar con un globo?

Los globos espía de los años 50 principalmente trataban de obtener imágenes. No creo que Estados Unidos tuviera forma de comunicarse con esos globos mientras atravesaban la Unión Soviética, mientras que ahora hay todo tipo de tecnología que puedes usar no solo para recopilar datos de imágenes. Hay empresas que pueden interceptar comunicaciones y pueden comunicarse más o menos en tiempo real con estos globos mientras se mueven. A diferencia de un satélite que está constantemente en órbita, estos globos pueden flotar sobre un lugar en particular, por lo que es posible conseguir algo que no se lograría solo de los satélites. 

Por otro lado, China es realmente terrible cuando se trata de decirnos cualquier cosa sobre lo que hace. Tenía un archivo online de documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero lo ha eliminado entero.

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