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Brexit: de Irlanda del Norte a Gibraltar, el cuento de nunca acabar

El primer ministro británico, Boris Johnson, huele un comedero para pájaros durante una visita a un colegio de Westbury-On-Trym en Bristol.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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Es la historia de nunca acabar. Que Reino Unido saliera de la Unión Europea el 31 de enero de 2020 es un hecho. Pero que se estén cumpliendo las reglas de la salida es algo que está lejos de producirse. Es más, dos años después de firmar el acuerdo de salida, Boris Johnson está intentando reescribirlo en unas nuevas negociaciones con la Unión Europea en torno al elemento más conflictivo del acuerdo: Irlanda del Norte.

Este viernes se han reunido los máximos negociadores en Bruselas, el ministro británico David Frost por parte británica y el vicepresidente de la Comisión Europea Maros Sefcovic. Y, según fuentes comunitarias, la reunión ha sido “constructiva”. Eso sí, la próxima semana se celebrarán más reuniones en Bruselas, como parte de una negociación que la UE no quiere que se extienda más allá de fin de año. Pero, con el Brexit, todos los plazo han saltado siempre por los aires y, salvo que haya un giro de los acontecimientos, la UE y Reino Unido se encaminan a una guerra comercial sin cuartel.

¿Qué pasa con Irlanda?

La isla de Irlanda es el principio y el final de la cuadratura del círculo. La isla de Irlanda está compuesta por Irlanda del Norte, integrante de Reino Unido y, por tanto, territorio extracomunitario. Y, también, por la república de Irlanda, Estado miembro de la UE. Pero, además, resulta que en 1998 se firmaron unos Acuerdos de Viernes Santo para terminar con décadas de enfrentamientos armados entre la comunidad católica y republicana y la comunidad protestante y unionista.

Y todo pasa por aquí: por la necesidad de mantener unida por los acuerdos de paz una isla partida en dos, en una de cuyas mitades hay una comunidad que ha sufrido el dolor, la violencia y la fractura hasta antes de ayer.

Protocolo de Irlanda del Norte no encontrado

Para cuadrar el círculo, Theresa May ideó con la Unión Europea un invento llamado backstop, que requería un Brexit más blando y controles muy ligeros en la frontera de Irlanda con Irlanda del Norte. Pero nadie quiere ver por allí ni un atisbo de aduana por temor a los fantasmas sangrientos del pasado. Y Boris Johnson acabó con la primera ministra y ganó unas elecciones prometiendo un Brexit más duro, que dejara a Gran Bretaña fuera de la unión aduanera... Lo cual inmediatamente implicaba que, para que no existiera fronteras entre las irlandas, los controles debían situarse en Irlanda del Norte para todos los productos de Inglaterra.

Y ahí se ha desatado el drama. Hasta el punto de que Reino Unido ha ido aprobando sucesivas moratorias, con el fin de no aplicar en profundidad el protocolo. El protocolo no arranca, Londres dice que es un desastre y pide reescribirlo.

Pero no es tan fácil.

Deconstruyendo la guerra de las salchichas

A falta de otro referente, la salchicha de Cumberland se ha convertido en principio y fin del pulso entre Londres y Bruselas. Las moratorias de Boris Johnson permitían que circularan los alimentos frescos sin control entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Y la Comisión Europea ha decidido que sin salchichas arrojadizas, comprará algo de paz.

En efecto, Londres quiere rehacer el protocolo de Irlanda del Norte. Lo dijo el pasado martes el ministro británico para el Brexit, David Frost, pero lo cierto es que la Unión Europea no está para reabrir acuerdos firmados y aprobados que han costado tanto y que han requerido una unidad férrea entre los 27. Unidad que es mejor no poner a prueba en un momento de tensión extrema con Hungría, Polonia y Eslovenia, cuyo primer ministro, del PP europeo y ejerciendo la presidencia de turno del Consejo de la UE, está cogiendo afición a pelearse en Twitter con eurodiputados y periodistas que no le gustan.

Así, Bruselas propuso el miércoles flexibilizar las normas del protocolo de Irlanda del Norte para rebajar los controles de alimentos en un 80%, lo cual permitiría que las salchichas, si están correctamente etiquetadas en Gran Bretaña, puedan llegar a los paladares irlandeses sin contratiempos.

“El elemento central es el paquete de flexibilidades que la Comisión ha presentado”, dice una fuente diplomática: “Propone medidas pragmáticas para contribuir a la aplicación del protocolo de Irlanda del Norte, preservando lo esencial desde el punto de vista europeo: que no se renegocia lo acordado porque hay que respetarlo, y que el TJUE debe tener su papel. Se proponen flexibilidades en los controles, se integra mejor a las comunidades norirlandesa, los productos fitosanitarios, los medicamentos genéricos de Reino Unido... Y hay que ver si reaccionan de manera constructiva o radical, propagando más tensión, invocando el artículo 16 total o parcialmente. La UE muestra su buena voluntad. Hay que tomar el paquete en serio, es un esfuerzo grande que se está haciendo, tiene consecuencias para ellos y la UE. Vamos a ver cómo se desarrolla. No es fácil”.

De momento, Londres dice que aprecia el esfuerzo, pero que no es suficiente.

¿Por qué?

Con el TJUE hemos topado

Casi suena a troleo, si no fuera porque es realmente una condición sine qua non. Después de años de negociación, después de que se firmara en octubre de 2019 sin plantear ningún problema, llega julio de 2020 y Londres empieza a decir algo que nunca había dicho antes y que tampoco la comunidad norirlandesa reclama: que no quiere que el Tribunal de Justicia de la UE tenga jurisdicción sobre Irlanda del Norte. El problema es que Irlanda del Norte es parte del mercado común europeo para que haya una frontera invisible con la república de Irlanda. Y el mercado común se rige por normas comunitarias y, por tanto, debe estar bajo el supervisor de las normas comunitarias. Es decir, el Tribunal de Justicia de la UE.

Y justamente Londres introduce el elemento del Tribunal de Justicia de la UE en un momento en el que está siendo desafiado por Polonia y Hungría, y por candidatos conservadores en las elecciones presidenciales francesas como el mismísimo negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, además de los clásicos líderes de la extrema derecha, como Marine Le Pen.

Pero la UE tiene muy poco margen con el TJUE, siempre y cuando Irlanda del Norte sea parte del mercado común europeo.

Desea lo mejor, prepárate para lo peor

Parece un tópico de serie de acción de Netflix. Pero es un comentario que se oye con frecuencia en Bruselas. “¿Y si le da a Reino Unido por invocar el artículo 16 y suspende el protocolo de Irlanda?”, dice una fuente comunitaria: “Pues habrá que estar preparados. Además, disponer de un plan B robusto puede generar apetito por el plan A en la contraparte”.

¿Pero cuál es el plan B? “Cuanto más preparados estemos, más en serio se tomarán las propuestas de flexibilidad”, dicen en Bruselas, apuntando a una guerra comercial sin cuartel.

El problema de suspender el protocolo de Irlanda del Norte es que, de un día para otro, pueden quedar suspendidos todos los controles entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte y, por tanto, convertir la república de Irlanda, es decir, esa frontera de la UE, en un coladero.... Salvo que se saquen del armario los peores fantasmas y se levanten puestos fronterizos entre las dos irlandas. Pero eso no lo quiere nadie. Nadie quiere una excusa que genere un brote de violencia que lleve a una espiral que retrotraiga la región a su peor pasado.

Y eso está en las cabezas, en los estómagos y en los corazones de todos.

La mejor defensa es el ataque

Otro tópico, claro, pero es en lo que están pensando en Bruselas. Si Reino Unido suspende el protocolo de Irlanda del Norte, se espera todo tipo de represalias comerciales... Gran Bretaña se colará en Irlanda por respeto a los acuerdos de Viernes Santo, pero le costará muy caro vender cualquier cosa en la UE continental: aranceles, controles, problemas... No ya con las salchichas, con cualquier cosa que llegue de Reino Unido, componentes industriales, productos financieros, todo estará a disposición de una guerra comercial, además de los recursos jurídicos ante cualquier instancia disponible.

Pero no está claro que nadie quiera llegar a eso. Entre otras cosas porque, aun con el Brexit, los vínculos del Reino Unido con la UE son múltiples. Por ejemplo, Reino Unido suministra medicamentos genéricos no ya a Irlanda, sino también a Chipre y Malta. Y a todos les interesa que haya una solución, aunque sólo sea para tomar un ibuprofeno o un paracetamol a buen precio cuando hay un dolor de muelas.

Gibraltar, ¿daño colateral?

En paralelo a las negociaciones reabiertas sobre el protocolo de Irlanda del Norte, está un asunto recurrente para España desde 1704, cuando los británicos tomaron Gibraltar para terminar quedándoselo. El lunes pasado se reunían por primera vez los equipos de la Comisión Europea y el Gobierno británico para abordar las negociaciones sobre la relación futura del Peñón con España. Es decir, las 11.000 personas que cruzan cada día la verja y la relación económica, social y cultural que hay en el campo de Gibraltar.

En principio, hay un mandato negociador de la Comisión que emana del principio de acuerdo entre España y Reino Unido para levantar la verja de Gibraltar tras el Brexit. Pero las negociaciones acaban de comenzar y pueden verse salpicadas por las que se mantienen con respecto a Irlanda del Norte. “Ha habido una primera sesión negociadora”, dicen las fuentes diplomáticas, “es poco para juzgar la marcha de las conversaciones. Vamos a ver cómo impacta una cosa en la otra”.

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