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Con mascarillas, lágrimas, discursos emotivos, algunas pancartas de agradecimiento y silencio. Así han comenzado los tres días de homenajes a la jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg este miércoles en Washington. El féretro de Ginsburg, fallecida el pasado viernes a los 87 años, ha llegado cerca de las 10 de la mañana al edificio de mármol blanco del alto tribunal envuelto en una bandera de Estados Unidos.

Vestidos con trajes oscuros y mascarilla negras, decenas de antiguos empleados de la magistrada han esperado la llegada del ataúd dispuestos en fila y manteniendo la distancia física de seguridad. “En lo personal, era una persona maravillosa”, ha dicho Jill Alexander, cuyo marido fue secretario de Ginsburg cuando ella era juez de apelación, en declaraciones a Reuters. Los restos de Ginsburg permanecerán entre este miércoles y el viernes en la sede del máximo tribunal y en el Capitolio, para que la población pueda rendirle un último homenaje.

Tras la llegada del féretro se ha celebrado una ceremonia privada en el Gran Salón de la corte, a la que han acudido sus familiares, amigos y otros jueces del Supremo. El presidente del alto tribunal, John Roberts, ha recordado en un discurso la lucha de Ginsburg por la igualdad de género. “Ella eligió el derecho, sujeta a discriminación en la Escuela de Derecho y en el mercado laboral por ser mujer, Ruth se convirtió en una defensora principal que luchó contra esa discriminación en la corte”. “Su voz en el tribunal y en nuestra sala de reuniones era tenue. Pero cuando habló, la gente la escuchó”, ha dicho Roberts. Siguiendo la tradición, el ataúd se ha colocado en el Catafalco de Lincoln, que ha sido prestado por el Congreso para el homenaje.

En el Gran Salón se ha exhibido un retrato de la jueza pintado en 2016 por la artista estadounidense Constance P. Beaty. Después de la ceremonia privada, el féretro de la jueza se ha trasladado al pórtico, en la parte superior de los escalones del frente del edificio, para permitir el miércoles y jueves la visita de los ciudadanos al aire libre, debido a la pandemia del coronavirus. Entre los asistentes ha estado Bill Clinton, que nombró a Ginsburg en 199, junto a la excandidata demócrata Hilary Clinton. Según medios de comunicación locales, se espera que el presidente del país, Donald Trump, acuda mañana, jueves, a la capilla ardiente en el Supremo. 

La magistrada vistió durante casi tres décadas la toga negra del Supremo. Fue la segunda mujer en llegar al alto tribunal, adonde llegó tras años combatiendo en los tribunales las leyes que discriminaban según el género. Con 87 años, era un icono pop para las más jóvenes. Era conocida como “The notorious RBG”, el apodo que le dio una seguidora para comparar su estrellato con el del rapero B.I.G.

Fuera de la sede, cientos de personas han hecho cola para rendir homenaje a Ginsburg, que murió en su casa de Washington debido a “complicaciones de una metástasis en el cáncer de páncreas” que padecía. Algunas de ellas no han podido contener las lágrimas. Varios activistas por los derechos humanos se han acercado con pancartas y flores blancas en señal de agradecimiento. “Gracias por todo, de parte de un queer estadounidense”, se podía leer en el cartel que sostenía una persona frente a la escalinata del Supremo.

El féretro de Ginsburg será trasladado el viernes al Salón Nacional de las Estatuas del Capitolio, frente a la sede del Supremo. Debido al coronavirus, la ceremonia formal, que tendrá lugar por la mañana, estará abierta solo para invitados. Finalmente, será enterrada en una ceremonia privada la próxima semana en el Cementerio Nacional de Arlington.

Cuando su ataúd sea colocado en el Salón Nacional de las Estatuas, Ginsburg se convertirá en la primera mujer cuyos restos son postrados en el Capitolio, un reconocimiento póstumo a los ciudadanos más distinguidos de EEUU. En 2005, los restos de la activista de derechos civiles Rosa Parks también yacieron en el Capitolio, pero al no ostentar ningún cargo gubernamental, se le concedió ese honor como ciudadana, no como funcionaria.

Hasta la muerte de Ginsburg ahora había tres mujeres entre los nueve magistrados del Supremo. En el documental RBG, las cineastas le preguntaron cuál creía que sería el número ideal de mujeres en el Supremo. “Nueve”, contesta ella. “Cuando había nueve hombres nadie se quejó”. Su muerte ha desatado una disputa entre republicanos y demócratas para cubrir la vacante dejada en el Tribunal Supremo, que hasta su fallecimiento contaba con cinco magistrados conservadores y cuatro progresistas. La disputa cobra mayor relevancia en vista de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Trump nominará este sábado a una jueza para la corte, cuyo nombre aún se desconoce y cuya confirmación depende del Senado, donde los republicanos ya se han asegurado de una mayoría suficiente para aprobar el nombramiento. La confirmación de otra jueza conservadora en el Supremo inclinaría más a la derecha la composición de esa corte probablemente durante décadas, lo que podría afectar asuntos como el aborto, la inmigración y la cobertura sanitaria.

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