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ANÁLISIS

Las audiencias de la nominada de Trump al Supremo: entre 'El cuento de la criada' y la interpretación literal de la Constitución

La candidata de Trump al Supremo de EEUU, Amy Coney Barrett, durante la audiencia de confirmación en el Senado.

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Dependiendo del punto de vista, la mujer que respondía ante la comisión de asuntos judiciales del Senado en las audiencias de confirmación de esta semana podía ser la versión femenina del difunto juez conservador Antonin Scalia o una anti-Ruth Bader Ginsburg –la jueza progresista fallecida en septiembre–. Quizá las dos cosas a la vez.

En una sala de audiencias bien iluminada y cuidadosamente desinfectada, Amy Coney Barrett, tercera jueza nominada por Donald Trump para el Tribunal Supremo, comenzó describiéndose a sí misma como una “originalista”, es decir quien interpreta la Constitución al pie de la letra, en la tradición de su mentor. Al igual que el juez Scalia, para quien trabajó como asistente legal, Barrett suscribe la idea de que se debe interpretar la Constitución literalmente y de acuerdo con “el significado que tenía en el momento en que fue ratificada por el pueblo”.

Ese momento al que se refiere es a la década de 1780, cuando solo podían votar blancos y terratenientes. De esta manera, Scalia a menudo emitía opiniones que contentaban a los conservadores. Este martes, delante del Capitolio un grupo de mujeres conservadoras se reunió para cantar y rezar con las manos extendidas hacia el cielo.

El senador republicano y presidente de la comisión de asuntos judiciales del Senado, Lindsey Graham, preguntó a Barrett si era apropiado llamarla la “mujer Scalia”. Ella lo rechazó. “Si confirman mi nombramiento, no tendrán al juez Scalia”, dijo. “Tendrán a la jueza Barrett”.

Eso es exactamente lo que temen en el partido demócrata. En varias rondas de preguntas, los senadores de ese partido pintaron a la aspirante a jueza del Supremo como una cruzada de la derecha elegida para deshacer el legado de derechos civiles de Ruth Bader Ginsburg, la jueza a la que aspira sustituir y un símbolo del progresismo, conocida mundialmente por su lucha en favor de las mujeres.

Delante del Capitolio, un grupo de activistas progresistas se había vestido el lunes con túnicas de rojo intenso y tocados, símbolos de la opresión femenina en la novela distópica 'El cuento de la criada' de Margaret Atwood.

Barrett tiene raíces en el carismático grupo católico People of Praise, que ha sido citado como una de las inspiraciones de Atwood. Hacer esa relación no es correcto, pero en las audiencias los demócratas pintaron un cuadro distópico de lo que podría ser Estados Unidos con un Supremo de mayoría conservadora.

En su relato, millones de personas, votantes con nombres, caras y desgarradoras historias que los demócratas contaron en detalle: personas que se arriesgan a perder el acceso a los servicios sanitarios vitales del sistema de seguro médico; mujeres pobres que no pueden permitirse viajar para abortar estarán obligadas a tomar decisiones peligrosas; las parejas del mismo sexo ya no tendrán el derecho de casarse.

Barrett se negó a responder las preguntas sobre estas cuestiones. Cuando lo hizo, de una forma que podría interpretarse como provocadora, citó un argumento pronunciado en 1993 por Ginsburg durante su audiencia de confirmación: “No hay pistas, no hay pronósticos, no hay avances”.

“Estas son cuestiones de vida o muerte para la gente”, insistió Dianne Feinstein, senadora por California y la demócrata de mayor rango en el panel. Para Feinstein, la repetida negativa de Barrett a responder las preguntas sobre el aborto era “inquietante”. Según ella, Ginsburg fue mucho más abierta a la hora de compartir sus opiniones sobre el tema.

El plan de Trump

“No tengo ningún plan”, dijo Barrett una y otra vez. Pero Donald Trump sí que lo tiene. El presidente eligió a Barrett entre una lista de jueces “pro-vida”, en sus propias palabras, y ha dicho que confía, incluso que espera, que el Supremo revoque el fallo de 1973 del caso Roe contra Wade donde se estableció el derecho al aborto en todo el país. El presidente también ha insistido en que necesita tener a un noveno miembro del Supremo antes de las elecciones, en caso de que se impugne el resultado de los comicios.

“¿A quién se le ocurrió esta idea, esta idea ofensiva, de que usted podría violar su juramento?”, preguntaba sarcásticamente el demócrata Dick Durbin, de Illinois, después de que los republicanos acusaran al Partido Demócrata de poner en duda la independencia judicial de Barrett solo por preguntar su opinión en algunos temas clave. “¿Dónde puede haberse originado esta idea? ¿Tal vez tenga que ver con la Casa Blanca? ¿Tal vez se haya originado en los tuits del presidente sobre lo que espera que un nominado a la Corte Suprema haga políticamente por él? Ahí es donde nació”.

Pese a todo, la audiencia transcurrió con una atmósfera de inevitabilidad. Lindsey Graham lo dijo claro. Aquello se trataba de una “audiencia para confirmar a la jueza Amy Coney Barrett en el Tribunal Supremo”, nada de la tradicional oportunidad para “considerar” la idoneidad de los candidatos.

Debido a la pandemia, algunos senadores participaron de la audiencia a distancia. El personal de limpieza desinfectaba la sala durante los descansos y no se permitió la entrada al público. Aún así hubo símbolos y sonidos para evidenciar el desacuerdo. En la sala, algunos demócratas llevaban mascarillas y complementos que homenajeaban a Ruth Bader Ginsburg. Fuera, había manifestantes con trajes de protección contra sustancias peligrosas, un recordatorio de que, en medio de la pandemia del coronavirus, la audiencia se desarrollaba en un potencial caldo de cultivo para el patógeno, la sala 216 del Edificio Hart del Senado.

Fuera del Capitolio también había simpatizantes de Barrett, muchos de los cuales han trabajado mucho para que el fallo del caso Roe contra Wade deje de ser ley. “Mujeres con Amy, #EllaRezaEllaVota”, decía el mensaje pintado en el lado de un autobús rosa.

Estas mujeres confían en que Barrett seguirá los pasos de Scalia y creen que podría convertirse en el equivalente de Ruth Bader Ginsburg solo que en el lado conservador: una madre trabajadora tan profundamente religiosa como capaz.

“A todas las jóvenes conservadoras de ahí fuera les digo que, en mi opinión, el tema de esta audiencia es que haya un lugar para ustedes”, dijo Graham. Y volviéndose a Barrett, añadió: “Espero que cuando todo esto termine, haya un lugar para usted en la mesa, que haya un lugar para usted en el Tribunal Supremo como lo hubo para la jueza Ginsburg”.

Para los demócratas, el procedimiento no era más que un espectáculo de teatro, como dijo a los periodistas Sheldon Whitehouse poco antes de que se levantara la sesión. Si solo prestas atención a lo que se ve, dijo el senador por Rhode Island, te estás perdiendo la historia.

Traducido por Francisco de Zárate

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