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A Nueva York cada vez le cuesta más ser una ciudad de película sin turistas

El puente de Brooklyn

Sarah Yáñez-Richards

Nueva York —

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Sebastián Salinas posa bailando en las “escaleras del Joker” mientras que sus amigas le retratan con la cámara del teléfono. Hace un año que esta empinada rampa se convirtió en una de las atracciones turísticas de moda de Nueva York debido al delirante baile de Joaquín Phoenix en la película 'Joker' (2019). Cuando la cinta de Todd Phillips se estrenó, hace un año este mes, eran cientos los visitantes que se desplazaban al no tan turístico barrio de El Bronx para replicar la escena diariamente. Hasta el nivel de que la gente que vivía en los edificios que rodean las escaleras se divertían tirando bolsas repletas de agua a la gente que hacía cola para sacarse un selfie. 

Hoy Salinas tiene el lugar para él solo. Este turista ecuatoriano explica que compró el billete de avión a la Gran Manzana hace casi un año al ver una oferta interesante y que se planteó cancelar el viaje cuando Nueva York era el epicentro de la pandemia, pero que al ver la mejora de la situación en la gran ciudad se decantó por no cancelar sus vacaciones y revisitar Nueva York por cuarta vez. 

“Ahora es mucho más cómodo porque hay menos gente. En el MoMA y en el MET (Metropolitan Museum of Art) uno podía tomar fotos libremente y disfrutar muchísimo más. Viajar en pandemia para mí ha sido bueno, tal vez un poco irresponsable, pero con ciertos cuidados está bien”, apunta el abogado, quien explica que para entrar a Estados Unidos no le tomaron ni la temperatura, pero que para regresar a su país de origen se ha tenido que hacer una prueba de diagnóstico de la COVID-19.

En lo alto del Empire State Building, donde los turistas solían imitar a King Kong y los más románticos a los protagonistas de 'Love Affair' (1939) o 'Sleepless in Seattle' (1993), tampoco se ven a muchos turistas debido, entre otros factores, a las restricciones de viaje que Estados Unidos mantiene con China, Irán, Brasil, Reino Unido y los países europeos pertenecientes a Schengen –entre los que está España–.

“Antes, el 64% de nuestros visitantes eran internacionales, pero durante la pandemia casi ya no hay turistas de otros países”, señala Jean-Yves Ghazi, presidente del observatorio del icónico edificio, que detalla que ahora la gente que viene a ver las vistas desde el Empire State Building y a visitar el museo es de Nueva York o estados vecinales como Nueva Jersey o Connecticut. Ghazi anota que desde que se levantó este rascacielos –el primer edificio de más de cien plantas del mundo– hace 90 años en la Quinta Avenida, nunca se habían mantenido las puertas cerradas por tanto tiempo, 126 días para ser exactos.

“Creemos que gradualmente vamos a recuperar nuestro negocio. Este octubre estábamos a un 6% respecto a 2019 y proyectamos que estaremos a un 60% para finales de 2021”, destaca el empresario, que cree que este edificio de 102 plantas no llegará al 100% del tráfico que recibió el año pasado hasta el último trimestre de 2022. 

Pese a que sus puertas estuvieron cerradas varios meses, el edificio, que solía recibir 4 millones de visitantes anuales, se siguió comunicando con la ciudad y con el mundo a través de las luces de su torre, que a finales de marzo y durante el mes de abril y mayo se transformaron en una ambulancia, en honor a los servicios médicos. En junio se apagaron en memoria del afroamericano George Floyd, fallecido en un triste episodio de abuso policial. “También celebramos la reapertura de la ciudad o el día de la Independencia, fiesta en la que lanzamos fuegos artificiales por primera vez desde lo alto del Empire State Building”. 

Otra escena de película es atravesar Central Park en un carruaje. El cochero Amet Bilici y su caballo Estrella Negra llevan años siendo clave en la recreación de esa idílica escena, pero este año les está costando mucho seguir trabajando. “Cerramos en marzo y hemos reabierto el 1 de octubre. Al principio hubo un poco de movimiento porque el tiempo era bueno y éramos pocas carrozas. Pero ahora volvió a bajar, vinieron más carros de caballos y no hay turistas. La ciudad está vacía, no hay nadie”, se lamenta Bilici. Antes de la pandemia, en un día soleado de otoño de entre semana hubiese hecho tres o cuatro viajes, pero ahora en las casi cinco horas que lleva estacionado en el pulmón de Nueva York no ha tenido ni un solo cliente. 

Este cochero que hace dos décadas que ejerce esta profesión en Central Park cuenta que durante el medio año que estuvo cerrado recibió una prestación por desempleo –a finales de octubre, más de 1,3 millones de residentes habían recibido este tipo de ayuda– y mandó a sus dos caballos a una granja. Bilici tenía esperanza en que el negocio remontara estas Navidades, época en la que Nueva York se suele llenar de turistas, pero ve que la fecha se acerca y que cientos de tiendas, hoteles, bares y restaurantes cierran por la falta de tráfico.

“Nueva York funciona con los turistas. Si los turistas vienen aquí, todo el mundo gana dinero”, apostilla. Antes del cierre de la ciudad en marzo, la industria hotelera generaba hasta 400.000 puestos de trabajo y atraía unos 46.000 millones de dólares. “Esto nos mata. No sé cómo voy a pagar el alquiler del establo, no sé cómo voy a pagar mi casa ni el seguro médico del caballo o sus herraduras... todo cuesta dinero”, comenta Bilici desde lo alto de su carruaje decorado con flores. 

Los 66,6 millones de visitantes que recibió la Gran Manzana en 2019 fueron un récord para Nueva York. Los primeros meses de movimiento de 2020 indicaron que este año podría haber habido incluso más turistas, según publicó la agencia de promoción turística de la ciudad, NYC & Company, pero, tras los estragos de la pandemia, es probable que al final del año la ciudad alcance solo un tercio del total del año pasado.

“Londres era aún peor, no había nadie en el centro, eso sí que era una ciudad que no tiene turismo, al menos en Nueva York hay estadounidenses de otras partes que vienen a visitar, los británicos no van a Londres”, dice entre risas Suzie Stadnyk desde el puente de Brooklyn, pasarela en la que ahora se puede andar de manera más holgada, algo imposible hace meses. 

Esta turista explica que al ser canadiense ha podido viajar sin problema por toda Europa y Norteamérica durante la pandemia. “Estuve en Italia, Grecia y Reino Unido cuatro meses durante la pandemia y ahora estoy aquí un par de semanas, por lo que he visto todas las ciudades vacías, sin turistas. Me gustan para mí, pero necesitamos turismo para mover la economía”, sostiene Stadnyk, que dice que en todo este itinerario no le ha podido el temor de contagiarse de coronavirus.

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