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Escocia tiene la palabra

El primer ministro escocés, Alex Salmond, en su discurso final de la campaña.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Tres siglos de historia común, iniciados en 1707, pueden tocar este jueves a su fin con el referéndum de Escocia. Lo que parecía impensable hace diez años, cinco o sólo uno, ahora puede ocurrir. El Reino Unido, heredero del imperio que más países ha gobernado en la historia contemporánea, puede perder a la nación escocesa, un trauma histórico cuyas consecuencias aún no se conocen con exactitud. Una encuesta publicada el domingo 14 que colocaba por delante al a la independencia despertó de improviso al establishment británico, que entró en una fase de pánico. La posibilidad de una separación se convirtió en algo muy real, y seguirá siéndolo en el momento en que se abran los colegios electorales.

1. Las encuestas

14 de las 16 encuestas difundidas este mes han pronosticado la victoria del no. Si se tratara de unas elecciones generales, no habría muchas dudas sobre el resultado. Pero esta es una contienda muy diferente. Seis sondeos en las últimas 24 horas han dado el mismo veredicto: sí 48%, no 52%. Todas ellas dentro de su margen de error. Cualquiera sospecharía que han decidido ir sobre seguro y ponerse de acuerdo por temor a cometer un error que podría ser terrible para esas empresas. En la cita electoral más importante de la historia reciente del país, un fracaso demoscópico puede destruir la reputación de una compañía.

Existía una gran interés por conocer el veredicto de Ipsos-Mori en la tarde del miércoles, porque fue la única empresa que se acercó a los resultados de las elecciones escocesas de 2011 y porque llevaba varias semanas sin ofrecer un pronóstico. Sus datos no han ayudado a resolver el dilema: sí 49%, no 51%.

Si se realiza el ejercicio más profesional a la hora de analizar una encuesta y se examina la tendencia, la pequeña ventaja del no resulta algo frágil. En las últimas semanas, el a la independencia ha recuperado posiciones con gran rapidez, confirmando el pronóstico de algunas empresas, que apuntaban que la mayoría de los indecisos se inclinaba por el sí, aunque no estuviera aún seguro. El sondeo de You Gov del domingo 14 pasó de ofrecer una ventaja de 12 puntos del no el 7 de agosto a colocar el dos puntos por delante poco más de un mes después. Ese mismo fenómeno se apreció en otras encuestas. En el último mes, muchos escoceses tomaron la decisión de apostar por la independencia. Quizá las empresas no descubrieron esa tendencia hasta entonces o quizá fue en esas semanas cuando buena parte de los votantes tuvo ya las cosas claras.

2. El voto femenino

Por edades, sólo los votantes mayores de 60 años se muestran claramente en contra de la independencia. Por el contrario, los jóvenes están en porcentajes similares a favor de la separación. Al final, ha quedado clara la apuesta de Alex Salmond. En la negociación con David Cameron sobre los términos de la consulta, el primer ministro británico aceptó que también votaran los jóvenes de entre 16 y 18 años, como pretendía el jefe del Gobierno escocés. Hay 109.533 votantes registrados con esas edades. En un duelo tan equilibrado, cada voto cuenta. Además, la presencia mayoritaria de los jóvenes en el lado del ha dado a su campaña un carácter apasionado y de mayor presencia en la calle evidentes para casi todos los observadores.

Los jubilados siempre votan más que los jóvenes en una tendencia que se repite en la mayoría de los países. Pero en este caso, y de creer a los sondeos, la diferencia puede no ser muy grande. El 90% de los jóvenes de entre 16 y 24 años dice que va a votar, según el sondeo de Ipsos Mori. Ese es un porcentaje inaudito en cualquier elección legislativa.

Hay otro factor, el más preocupante para los nacionalistas. A lo largo de toda la campaña, ha quedado patente la tendencia de las mujeres a votar contra la independencia. Según el último sondeo de YouGov, el 57% de las mujeres votará en contra (en el caso de los hombres, el tiene el 54% y el no el 46%). Esas dos cifras pueden terminar por igualarse, pero parece claro que en caso de victoria de la unión la respuesta habrá que buscarla en el voto femenino.

3. La derrota del establishment

Los líderes nacionales son los grandes derrotados de esta contienda. David Cameron, Nick Clegg (liberal demócrata y viceprimer ministro) y Ed Miliband (líder de la oposición laborista) tienen porcentajes de apoyo ridículos en Escocia, que no llegan por mucho al 30%. Frente a ellos, Alex Salmond es casi un gigante, con un apoyo cercano al 45%. Los tories son casi clandestinos en el norte, una herencia de los años de Margaret Thatcher que ha continuado en el tiempo. Sólo hay un diputado conservador escocés sobre un total de 59 en la Cámara de los Comunes.

Los laboristas han rescatado para la campaña al exprimer ministro Gordon Brown y al exministro de Hacienda Alistair Darling. No están a la altura de Salmond, pero gozan de más credibilidad que Miliband. Los partidos nacionales han pagado una tendencia habitual desde hace tiempo: sus políticos escoceses terminan haciendo carrera en Londres, no en Edimburgo.

El rechazo al sistema político tradicional ha tenido en otros países consecuencias muy diferentes, incluida la aparición de nuevos partidos. En Inglaterra, ha permitido la irrupción de los euroescépticos de UKIP. En Escocia, ha favorecido a los nacionalistas. Salmond ha utilizado hábilmente la carta de la lucha contra la austeridad y los recortes del gasto público para levantar la bandera contra “el establishment de Londres” y sostener que la sanidad pública (venerada por los británicos hasta niveles incluso superiores a los de otros países de Europa Occidental) sólo podrá ser defendida en una Escocia independiente. Jugaban en su favor los planes conservadores de privatizar una parte de la gestión sanitaria, aunque manteniendo el mismo nivel de gasto, y que no han llegado a plasmarse en la realidad.

El rechazo a las élites, simbolizadas en la figura de ese tory de buena cuna, educado en Eton y llamado David Cameron, va más allá del tema sanitario. Alcanza a los parlamentarios de los tres grandes partidos, a la élite empresarial y los medios de comunicación. Los dos últimos, radicados en Londres, han defendido el mantenimiento de la unión. Hace diez o veinte años, eso hubiera sido suficiente para desequilibrar la balanza. Ya no.

4. El escrutinio

4.285.323 escoceses están registrados para votar. Los colegios electorales no cierran hasta las 22.00 (una hora más en España). En el Reino Unido, el escrutinio es responsabilidad de las instituciones locales, no del Ministerio de Interior, y eso hace que sea más lento. Para conocer los resultados, no habrá que trasnochar, sino madrugar al día siguiente. Los datos de las dos grandes ciudades, Edimburgo y Glasgow, no se esperan hasta las seis de la mañana.

5. El día después

Escocia no será independiente el viernes si gana el sí. En ese caso, comenzará un largo de proceso de negociación entre los gobiernos británico y escocés que culminará 18 meses después. Ambas partes tienen que repartirse las 'joyas de la corona', lo que en realidad quiere decir que deberán asumir la parte que les corresponda de las obligaciones financieras del Reino Unido y trazar el futuro de sus relaciones mutuas. Londres aspira a que la nueva Escocia se quede con una parte de la deuda británica. Salmond pretende que Escocia forme parte de una unidad monetaria común con el resto de la isla y poder seguir usando la libra. La nueva Escocia tendrá un nacimiento más próspero si la partición es un divorcio pactado y civilizado que por ejemplo permita el ingreso lo más rápidamente posible en la Unión Europea.

Si gana el no, los escoceses exigirán que se cumpla lo prometido por Londres: un aumento de las competencias fiscales del Gobierno escocés. Salmond ha dicho que en ese caso no reclamará un nuevo referéndum en unos pocos años. Habrá que esperar una generación, quizá 20 años, a que aparezca otra oportunidad. En cualquier caso, todo el mundo coincide en que ya nada será igual en el Reino Unido.

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