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El rey de Bélgica califica de “explotador” y “racista” el pasado colonial en una visita a la República Democrática del Congo

El rey Felipe de los belgas y el presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, el 7 de junio en Kinshasa.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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“Fue un régimen de relaciones desiguales, injustificable en sí mismo, marcado por el paternalismo, la discriminación y el racismo”. Así describía Felipe, rey de los belgas, el régimen colonial de sus antepasados en el Congo –1885-1969– en su primera visita a Kinshasa y ante el presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, en un discurso público este miércoles por la tarde.

¿Por qué fue tan brutal el régimen colonial de Bélgica? Como recuerda la BBC, todo el país fue inicialmente declarado propiedad personal del rey Leopoldo II. Se cree que más de 10 millones de africanos murieron durante su reinado por enfermedades, abusos y mientras trabajaban en las plantaciones para él: las autoridades cortaban las extremidades de las personas esclavizadas cuando no cumplían con las cuotas de materiales como el caucho exigidas por la corona.

El rey belga, de 62 años, ha dicho, sin llegar a pedir perdón: “El régimen colonial se basaba en la explotación y la dominación. Este régimen era el de una relación desigual. En sí mismo injustificable. Marcado por el paternalismo. la discriminación y el racismo. Dio lugar a humillaciones y abusos. Durante mi primer viaje al Congo, aquí, frente al pueblo congoleño y a los que todavía hoy lo padecen, deseo reafirmar mis más profundo pesar por estas heridas del pasado”.

Un reconocimiento de abusos que le cuesta hacer a otras monarquías, como a la española con Latinoamérica, por ejemplo. Sólo en 1990 el rey Juan Carlos, en México, “lamentó los abusos que se cometieron durante la Conquista, a pesar de que la Corona de España procuró defender siempre la dignidad del indígena”, según informaba Abc: “La prudencia y la ecuanimidad de los monarcas fue, a menudo, lamentablemente desoída por ambiciosos encomenderos y venales funcionarios que, por la fuerza, impusieron su sinrazón”.

“Un sincero pesar que había expresado en la carta que le dirigí, señor presidente, hace ya dos años, con motivo del 60° aniversario de la independencia. Señor Presidente. Usted y yo somos demasiado jóvenes para haber experimentado el Congo antes de su independencia. Pero para ti como para mí, la presencia belga en el Congo antes de 1960 también deja un legado que ancló al país a sus fronteras actuales. La preservación de la integridad territorial del Congo es una de las principales preocupaciones que compartimos [...]. Más allá de las relaciones de Estado a Estado, nuestros dos pueblos han podido tejer, gracias a una afinidad muy especial, lazos interpersonales ricos y variados que nos ayudan a construir juntos el futuro”.

“Hoy queremos escribir un nuevo capítulo en nuestras relaciones y mirar hacia el futuro, animados por la formidable juventud del pueblo congoleño que sólo pide desarrollar sus talentos. Escribamos juntos este nuevo capítulo”, señaló el monarca, que llegó este martes al país africano con la reina Matilde.

El rey Felipe también ha entregado en este viaje una valiosa máscara congoleña gigante, uno de los 84.000 artefactos expoliados durante la era colonial que Bélgica acordó devolver. La máscara, llamada Kakuungu, se exhibió anteriormente en el Museo Real de África Central de Bélgica, y había sido utilizada en ceremonias de curación por la comunidad Suku, del suroeste del país.

Descolonización en Bélgica

El pasado 22 de mayo, uno de los túneles principales de Bruselas, dejó de llamarse túnel Leopold II para convierse oficialmente en el túnel Annie Cordy. Un cambio de nombre decidido hace más de un año tras una consulta popular y que se materializó con una inauguración festiva.

Así, el nombre del túnel se descolonizó y se feminizó, pero su naturaleza no cambió: sigue siendo el túnel más largo de Bruselas y de Bélgica, con 2.530 kilómetros que discurren, desde la Place de l'Yser hasta la Basílica de Koekelberg.

El cambio de nombre del túnel de hace unas semanas es parte de un movimiento de los últimos años que reclama el fin del reconocimiento al mayor responsable del genocidio cometido por Bélgica.

La historia a veces se olvida. A menudo se distorsiona. Pero nunca desaparece. Es lo que le está ocurriendo a Leopoldo II (1835-1909), rey de los belgas en la mayor aventura colonial del país, pero también el mayor de los genocidios en la depredación del Congo belga.

El movimiento black lives matter se ha hecho visible en Bruselas, una ciudad con comunidades racializadas y con historia colonial en África, resucitando los fantasmas del pasado, hasta el punto de aparecer pintadas en las numerosas estatuas del rey Leopoldo –también en otras ciudades belgas–, y de que se estén recogiendo firmas para retirarlas de la vía pública.

El monarca es responsable de entre 10 y 15 millones de muertos en el Congo belga, según los cálculos del historiador Adam Hochschild, autor de El fantasma del rey Leopoldo, libro que repasa la explotación del Estado Libre del Congo por parte de Leopoldo II de Bélgica y saca a la luz los crímenes cometidos por los gobernantes blancos de África.

Dos años antes de la independencia del Congo belga, con ocasión de la Exposición Universal de 1958 que inauguró el Atomium, Bélgica montó un zoo humano en Bruselas con personas traídas del Congo.

Leopoldo II inició su expedición al Congo en 1879, y en 1885 el Estado Libre del Congo fue reconocido como territorio perteneciente al monarca durante la Conferencia de Berlín, que repartió África entre las potencias coloniales europeas. Bélgica extrajo del Congo materiales como el caucho esclavizando a la población local en un ambiente de violencia extrema, donde los castigos incluían amputaciones de partes del cuerpo.

Parte de la riqueza fruto de la explotación y el comercio de los materiales congoleños, la dedicó Leopoldo a financiar obras públicas en Bélgica, como el descomunal Palacio de Justicia de Bruselas, más grande incluso que la Basílica de San Pedro de Roma, uno de los edificios públicos más grandes del mundo, y frente al cual se concentraron miles de personas este domingo.

En la ciudad belga de Amberes, una estatua de Leopoldo II fue retirada hace dos años con una grúa.

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