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The Guardian en español

ANÁLISIS

La ambigua visión de Netanyahu sobre el futuro de Gaza puede abrir la puerta a más violencia después de la guerra

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se reúne con miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) durante su visita a la base Tze'elim.

Peter Beaumont

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La última vez que los soldados de Israel desempeñaron funciones permanentes de seguridad dentro de Gaza, el primer ministro del país era Ariel Sharon. Había 21 asentamientos diseminados por toda la Franja y una carretera de circunvalación que los conectaba a Israel, frecuentada durante los fines de semana por surfistas israelíes que iban a la costa.

Los soldados israelíes vigilaban en puestos de control y torres revestidas de metal. Por la noche, menores palestinos se acercaban a esos puestos para arrojar, al amparo de la oscuridad, rudimentarias bombas caseras que se compraban con calderilla. Por su parte, las facciones armadas de la Franja, entre las que figuraba Hamás, intentaban perpetrar ataques más serios, como tiroteos y atentados suicidas.

El actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, está sugiriendo ahora lo que muchos israelíes consideraban impensable: que Israel vuelva a encargarse de la seguridad interna de Gaza, un lugar ya medio en ruinas donde viven 2,3 millones de personas.

“Israel tendrá, durante un período indefinido, la responsabilidad general de la seguridad” de la Franja, dijo Netanyahu a principios de esta semana a la cadena estadounidense ABC. “Cuando no tenemos esa responsabilidad en materia de seguridad, lo que tenemos es una erupción del terror de Hamás en una escala que no podríamos imaginar”, agregó.

Unos días después, matizó que no busca “ocupar” Gaza cuando concluya la ofensiva israelí: “No pretendemos conquistar Gaza, no pretendemos ocupar Gaza y no pretendemos gobernar Gaza”, dijo en una entrevista con la emisora ultraconservadora Fox News. Sin embargo, afirmó que Israel necesita “tener una fuerza creíble que, si es necesario, entre en Gaza y mate a los asesinos”, en referencia a los atacantes palestinos que salieron de la Franja el 7 de octubre y mataron a unas 1.400 personas en territorio israelí.

Declaraciones e intenciones confusas

No está claro qué está pensando exactamente Netanyahu. De hecho, sus declaraciones parecen ir en contra de la posición de Estados Unidos y otros países, con Washington oponiéndose a cualquier tipo de reocupación de Gaza, un territorio que Israel controló militarmente entre 1967 y 2005. “Israel no puede volver a asumir el control y la responsabilidad de Gaza”, dijo esta semana Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense. “Israel ha dejado claro que no tiene la intención ni el deseo de hacerlo”, añadió.

Las últimas declaraciones de Netanyahu siguen a las de otros altos cargos israelíes que piden presencia militar israelí dentro de Gaza que represente una barrera de protección para los ciudadanos que viven al otro lado de la frontera.

Netanyahu no ha sido muy preciso a la hora de definir qué significaría asumir la responsabilidad de la seguridad, pero las informaciones publicadas por medios israelíes hacen pensar en la siguiente modalidad: las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y la agencia de seguridad nacional Shin Bet se harían cargo de la seguridad con la esperanza de que otros países, sobre todo árabes, ayuden a financiar la respuesta humanitaria. El acuerdo se mantendría en vigor hasta que se considerasen seguras las comunidades israelíes vecinas a Gaza. 

Pero esas sugerencias están sujetas a muchos condicionantes. Por ejemplo, un problema no desdeñable es cómo se las arreglaría Israel para desvincular ese posible arreglo de seguridad en el territorio de las obligaciones legales generales que un acuerdo así conlleva.

En 2005 Israel retiró sus tropas de Gaza diciendo que así ponía fin al dominio militar y a la ocupación. Pero en un informe que publicó en 2022 la Comisión Internacional Independiente de Investigación de Naciones Unidas sobre los Territorios Palestinos Ocupados se decía que Gaza seguía ocupada por otros medios, entre los que figuraban las funciones gubernamentales desarrolladas por Israel (como la administración del censo palestino) o el control que ejerce sobre el espacio aéreo de la Franja y sus pasos fronterizos terrestres.

De acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario, la presencia prolongada de soldados israelíes en Gaza haría mucho más evidente la ocupación del enclave costero, lo que atribuiría a Israel claras responsabilidades como fuerza ocupante a cargo de los territorios en los que está presente. Según el Cuarto Convenio de Ginebra sobre la protección de los civiles en los territorios ocupados, “la Potencia ocupante tiene el deber de abastecer a la población en víveres y productos médicos; deberá, especialmente, importar víveres, medicamentos y cualquier otro artículo necesario cuando sean insuficientes los recursos del territorio ocupado”, tal y como es el caso en la Franja.

Desde el gabinete de Netanyahu no todos están enviando el mismo mensaje. Yoav Gallant, su ministro de Defensa, parece estar sugiriendo exactamente lo contrario en lo que se refiere a la futura administración de Gaza. Su idea es que, una vez finalizados los combates, Israel no debe implicarse en asumir responsabilidades sobre la vida en el enclave costero.

Lecciones del pasado

Los actuales dirigentes israelíes podrían aprender de la retirada unilateral de Gaza que Sharon ordenó en 2005. Igual que Netanyahu, Sharon era un primer ministro de derechas, aliado de los colonos y muy escéptico respecto al proceso de paz con los palestinos. Para él, la retirada era ante todo una medida de seguridad, más que un movimiento para impulsar el estancado proceso de paz en Oriente Próximo. En el centro de esa decisión estaba la siguiente idea: reducir la presencia civil y militar de Israel en Gaza y otros lugares aliviaría las tensiones que la segunda intifada (2000 - 2005) había puesto inesperadamente de manifiesto. En sus cálculos, la retirada de Gaza le haría más fácil seguir con su política de asentamientos en Cisjordania.

Las instalaciones y los soldados de las FDI desaparecieron con la retirada, y los más de 9.000 ciudadanos israelíes que vivían en los 21 asentamientos fueron desalojados en medio de protestas. La ocupación de Gaza previa a 2005 había costado mucho, tanto por el mantenimiento de la presencia militar israelí como por el número de soldados muertos.

Tal vez irónicamente, Netanyahu fue de los primeros en apoyar la retirada como ministro del gabinete. El tema provocó su dimisión luego, cuando políticamente era más conveniente rechazarla. Entonces dijo que se negaba a “ser cómplice de una medida que ignora la realidad y avanza con los ojos cerrados hacia la transformación de la Franja de Gaza en una base para el terrorismo islámico que amenazará al Estado” judío.

Desde entonces la idea de que Israel debería ocupar totalmente Gaza no ha desaparecido, con la guerra, el bloqueo y el ascenso de Hamás al poder en 2007 en este territorio. Cuando ocupaba la cartera de Exteriores, el político de derechas Avigdor Lieberman fue uno de los que presionaron por la “ocupación total de la Franja de Gaza” para terminar con la amenaza de Hamás y de sus cohetes, lanzados hacia las poblaciones israelíes cercanas. 

Sea cual sea la visión de Netanyahu, lo más probable es que ganar la guerra contra Hamás le resulte más sencillo que zafar a Israel de la responsabilidad de la vida cotidiana de los palestinos en Gaza. Una fórmula para una nueva etapa de violencia antes que de seguridad.

Traducido por Francisco de Zárate y actualizado por elDiario.es

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