Un documental se adentra en el mundo de las enfermedades mentales en EEUU: “El estigma es abrumador”
En 1955, el número total de estadounidenses con enfermedades mentales en hospitales psiquiátricos públicos alcanzó los 560.000. Desde entonces, este número ha sufrido un gran descenso. Como resultado de una reducción gradual de plazas en hospitales y la transferencia masiva de fondos para tratar enfermedades mentales del gobierno federal a los estados, las personas –sobre todo los niños– que sufren este tipo de trastornos psiquiátricos y emocionales han caído en el olvido.
El nuevo documental de Liz Garbus, 'A Dangerous Son' ('Un hijo peligroso') retrata esta crisis y la respuesta poco adecuada que ha dado el país.
A través de tres madres cuyos hijos sufren enfermedades mentales, el documental narra de manera íntima, y a menudo dolorosa, los obstáculos a los que se enfrentan las familias para conseguir un tratamiento, así como los efectos de un aparato desmantelado y sin recursos suficientes para la atención psiquiátrica de EEUU.
Desde 2009 hasta 2012, los estados redujeron los fondos para los servicios de salud mental en 5.000 millones de dólares (4.200 millones de euros), mientras que el país se deshizo de casi el 10% del número total de camas de hospitales psiquiátricos públicos. Tal y como dice el escritor Andrew Solomon en la cinta: “Da la sensación de que la rehabilitación es un lujo”.
Garbus, la prolífica directora de documentales como 'Ghosts of Abu Ghraib' o 'What Happened, Miss Simone', se interesó por este tema después de la matanza de 2012 en Newtown, en el que Adam Lanza, un chico de 20 años, mató a 27 personas. Aunque ya había examinado los obstáculos institucionales y el funcionamiento del sistema de justicia penal en documentales como 'The Farm' y 'The Execution of Wanda Jean', su esperanza en esta ocasión era empatizar con las madres que llevan a cabo lo que ella llama “esfuerzos sobrehumanos” para cuidar de sus hijos.
“Hubo debate en todo Internet y en el lugar de trabajo: ¿cómo podía una madre no haber ayudado más a su hijo? ¿Cómo pudo dejar que viviera así?”, explica Garbus. “Una mujer llamada Liza Long escribió un artículo en un blog que se volvió muy polémico titulado 'Soy la madre de Adam Lanza' y habló de lo desesperada que estaba por conseguir ayuda para su hijo, lo imposible que le resultaba conseguir la atención necesaria, y lo quebrado que estaba el sistema”.
En el escrito, Long, que aparece en la cinta, sentenció: “Vivo con un hijo que tiene una enfermedad mental. Amo a mi hijo. Pero me aterra”.
Las madres que aparecen en 'A Dangerous Son', Stacy, Edie y Cora, sienten exactamente lo mismo. Para poder realizar el documental, concedieron a Garbus acceso ilimitado a su vida familiar mientras realizaban la agotadora tarea de cuidar a sus hijos y a su vez pasaban por una serie de procesos burocráticos para conseguir un tratamiento adecuado.
En un momento dado, Edie tiene que llamar a la policía por su hijo William, que tiene 15 años, después de haber tenido un encuentro con su trabajador social. En otro momento de la cinta, el hijo de Stacy, que se llama Ethan y tiene diez años, aparece golpeando a su hermana pequeña en el asiento trasero del coche. Más tarde, la filmación se detiene para que el propio equipo de grabación pueda intervenir cuando Ethan es físicamente violento hacia su madre.
“Una palabra equivocada me lleva a una furia psicótica”, dice Eric, el hijo de Long. “Me veo haciendo cosas que no quiero hacer”.
El espectro de los tiroteos masivos de Newtown y Aurora se cierne sobre la película cuando una madre expresa su temor a ver algún día la cara de su propio hijo en las noticias como un claro ejemplo de niño que no recibió la ayuda suficiente. Pero Garbus pone énfasis en el hecho de que los adolescentes con enfermedades mentales son más propensos a ser víctimas que a ser perpetradores de la violencia.
“No es un documental sobre este tipo de agresores”, asegura subrayando el hecho de que, mientras que el enfoque de la salud mental se utiliza a menudo como una muleta en la cobertura mediática de la violencia armada, los estigmas sobre la enfermedad mental a menudo afectan de manera negativa a las familias como las que aparecen en este documental.
“La gente ha permitido que se hagan documentales sobre sus hijos, que sufren por ejemplo leucemia, y esto ha provocado un montón de empatía y donaciones a fundaciones que luchan contra la leucemia infantil”, señala la directora. “Pero cuando abres las puertas de la casa de alguien cuyo hijo sufre una enfermedad mental, el estigma y las represalias pueden ser abrumadoras”.
Tal y como se relata en el documental, 17 millones de niños en EEUU padecen o han padecido algún trastorno psiquiátrico, pero en estos momentos hay menos de 60.000 camas disponibles para ellos. En Virginia y en otros lugares, estas insuficiencias están teniendo consecuencias fatales. Austin 'Gus' Deeds, el hijo del senador estatal de Virginia Creigh Deeds, apuñaló a su padre y se suicidó apenas 13 horas después de diferentes intentos por conseguirle una cama en un hospital, intentos que se quedaron en eso.
Deeds, que aparece en la cinta de Garbus, demandó más tarde al Estado de Virginia por mala praxis médica y negligencia criminal, alegando que el evaluador de salud mental de su hijo no llegó a comunicarse con los hospitales locales que más tarde se descubrió que tenían camas disponibles.
Edie ha tenido experiencias similares. “Muchas veces, un trabajador social no tiene experiencia con las enfermedades mentales o con el autismo, así que hay que lidiar con personas cuyo trabajo es no dar dinero para el internamiento de los niños”, ha dicho a The Guardian. “Incluso cuando el trabajador social habla directamente con el terapeuta de este niño y le dice que el niño necesita cuidados intensivos 24 horas al día los siete días a la semana, son muy, muy reacios a concederlo”.
En declaraciones realizadas tras el tiroteo en la escuela de Parkland de Florida, en el que murieron 17 personas, Donald Trump dijo que la Casa Blanca estaba “comprometida a trabajar con líderes estatales y locales para ayudar a asegurar las escuelas y para abordar el difícil problema de la salud mental”.
Pero en su propuesta de presupuesto para 2019, los fondos para el Instituto de Salud Mental se redujeron un 30%, es decir, de 1.600 millones de dólares (1.300 millones de euros) a 1.100 millones.
“Los fondos que hay son muy limitados”, dice Edie. “Lo que yo creo es que las disputas comienzas cuando ven el símbolo del dólar”.
Garbus, cuya serie de documentales sobre Trump 'The Fourth Estate' se estrenará a finales de este mes, dice que, a pesar de los recortes en Medicaid y al Instituto de la Salud Mental, hay razones para ser un tanto optimistas: el mes pasado, un grupo de tres adolescentes de Albermarle, en Virginia, hicieron presión con éxito para que el Estado incluyera 160.000 dólares en su propuesta de presupuesto para 2019 para sumar un profesional de la salud mental en el sistema escolar. “Estos son el tipo de acciones que se tienen que producir a nivel local para que haya un cambio mayor en nuestra atención”.
Hasta que no se produzca este cambio, las madres esperan que el documental sea una manera de construir empatía y entendimiento hacia su sufrimiento.
“Desde que William tenía tres años, pensaba que no le estaba criando de la manera que lo hacen las buenas madres”, explica Edie, que cría a su hijo junto su exmarido, con el que mantiene una buena relación. “Esto me ha perseguido durante todo este tiempo, aunque éramos una familia muy cariñosa. Incluso los niños de buenos hogares pueden padecer enfermedades mentales, autismo y otros problemas. La gente suele apresurarse a hacer juicios sobre todo esto”, concluye.
Traducido por Cristina Armunia Berges