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The Guardian en español

Análisis

EEUU debe desclasificar los documentos sobre su intervencionismo histórico para recuperar la confianza de América Latina

El presidente de EEUU Richard Nixon en 1970.

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En la mañana del 11 de septiembre de 1973, la CIA informó al entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, del plan del Ejército chileno de “desencadenar una acción militar contra el Gobierno de Allende” de manera inminente.

Al mediodía, coches blindados, aviones y helicópteros descargaban sus bombas y proyectiles contra el palacio presidencial chileno, en el centro de Santiago. A las 18.30 horas, el presidente Allende estaba muerto. La dictadura militar del general Augusto Pinochet había comenzado.

Han pasado 50 años desde el violento golpe de Estado en Chile. La democracia regresó al país tras 16 años de resistencia valiente y del rotundo “No” con que el pueblo rechazó el régimen militar en el plebiscito nacional de 1988. Pinochet murió a los 91 años de un ataque al corazón en 2006 y una nueva generación de líderes ha llegado al poder con la misión de garantizar el derecho de los chilenos a la salud, la vivienda y a un planeta habitable.

Pero en Chile las heridas del golpe siguen abiertas. Todavía hay familias buscando a sus seres queridos desaparecidos por la dictadura de Pinochet. En los tribunales se siguen juzgando los crímenes perpetrados por la policía secreta del dictador y el Congreso nacional sigue presionando para que dejen de ser confidenciales los documentos que detallan la intervención de EEUU “en la soberanía de Chile antes, durante y después del golpe de 1973”.

El Gobierno estadounidense acaba de hacer públicos dos documentos de la Casa Blanca relacionados con el golpe de Estado en Chile. Con fechas del 8 y del 11 de septiembre de 1973, los documentos confirman el conocimiento previo que tenía Washington y el apoyo que dio a la conspiración para derrocar a Allende, el presidente elegido democráticamente. Pero son solo una parte de los documentos que los chilenos exigen en su búsqueda de la justicia y la verdad.

Documentos que habían sido publicados anteriormente muestran el entusiasmo de Nixon ante la posibilidad de un golpe como fórmula para proteger los intereses de las empresas estadounidenses y de aplastar a sus rivales en la Guerra Fría. “Si [hay] alguna forma de desbancar a A[llende], mejor hacerlo”, dijo Nixon, según escribió el director de la CIA en unas notas incluidas en los documentos obtenidos por el Archivo de Seguridad Nacional. “Un trabajo a tiempo completo –los mejores hombres que tengamos–”, sostuvo.

Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de Nixon, que algunos aún tienen por un sabio consejero, estaba igualmente comprometido con la idea de desbancar el Gobierno electo de Chile. “No dejaremos que Chile se vaya por el desagüe”, aseguró.

Pero aún no se sabe lo suficiente sobre el papel que Estados Unidos desempeñó en la coordinación de la campaña internacional para derrocar a Allende ni en las graves violaciones contra los derechos humanos cometidas por el gobierno golpista de Pinochet. El secretismo en torno a las políticas estadounidenses en Chile encaja con un modelo generalizado para toda la región.

Un nuevo capítulo

En agosto nos unimos a una delegación del Congreso de EEUU de visita en Chile, Brasil y Colombia para reunirnos con representantes de los Gobiernos y de los Parlamentos de esos países y miembros de las organizaciones sociales que han liderado sus respectivas transformaciones democráticas.

En los tres países nos hablaron del legado de la intervención estadounidense, desde las acciones encubiertas en apoyo al golpe militar de Brasil (1964) hasta las armas que se exportaron a Colombia para alimentar la violencia paramilitar. Pero también nos hablaron del interés de los tres países latinoamericanos en dejar atrás ese capítulo oscuro de la historia para forjar alianzas nuevas en torno a cuestiones como el clima, los derechos de los trabajadores, y la fiscalidad de las empresas.

Durante nuestro viaje junto a la delegación del Congreso, en repetidas ocasiones escuchamos a nuestros interlocutores en América Latina hablar de otro aniversario importante: los 200 años de la Doctrina Monroe. Fue en 1823 cuando el presidente James Monroe declaró el dominio de EEUU sobre el hemisferio occidental.

Para sostener su posición de dominio, Washington ha apoyado y ejecutado docenas de asesinatos, bloqueos, invasiones y golpes de Estado en las muchas décadas transcurridas desde entonces. Aunque en 2013 el entonces secretario de Estado, John Kerry, dijera que “la era de la doctrina Monroe ha terminado”, los responsables políticos estadounidenses siguen soliviantándose cuando las naciones latinoamericanas firman alianzas con potencias “externas” como China.

Cooperación hemisférica

No tenemos ninguna necesidad de continuar por esta senda intervencionista. En el Congreso de EEUU el número de representantes progresistas es récord y el interés en dar un cambio audaz a nuestra política exterior es cada vez mayor. Como dijo el senador Bernie Sanders refiriéndose a la delegación que viajó a América Latina, estamos ante una oportunidad para “presentar una nueva cara al hemisferio (sur), basada en el compromiso por el bien de las personas y del planeta”.

La cooperación hemisférica no es una teoría abstracta de alta diplomacia. Ahora que se acelera la degradación medioambiental, nuestras alianzas en América Latina son fundamentales para proteger un planeta que siga siendo habitable con una próspera selva en el Amazonas. Ahora que el capital cruza libremente las fronteras, los derechos de los trabajadores solo podrán garantizarse con una política económica coordinada que enfrente a la oligarquía transnacional.

Pero la única manera en la que EEUU podrá lograr este nivel de cooperación será partiendo de una base de confianza. Y esa confianza solo puede ganarse siendo transparentes sobre las medidas y políticas que Washington adoptó en el pasado y que siguen atormentando a nuestros países vecinos.

Retirar la categoría de confidencial de todos esos documentos no solo servirá para fortalecer nuestras alianzas en el extranjero. Sacar a la luz los crímenes, permitidos por el clima de confrontación de la Guerra Fría, también servirá para fortalecer nuestra democracia en EEUU y allanar el camino para pasar página de la doctrina Monroe de una vez por todas.

Traducción de Francisco de Zárate

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