Un Irak desolado por la guerra amenaza de muerte a los hijos de los soldados de ISIS
Durante los últimos siete meses, el médico militar Abu Hassan ha atendido a las personas heridas y desesperadas de la ciudad iraquí de Mosul según iban llegando del hervidero de la guerra.
Muchos soldados, mujeres y niños temblaban frente a él. Sólo habían pasado horas el momento en el que habían conseguido escapar de los sangrientos enfrentamientos, en los que las fuerzas iraquíes luchaban por quitar el control de la ciudad a los terroristas de ISIS. Pero Mohammed, un niño de nueve años, no temblaba.
“Él no era un niño común, no parecía asustado”, dijo Hassan poco después de atender a Mohammed, uno de los últimos en escapar del lado occidental de Mosul a principios de julio. “Charlé con él. Le hice preguntas normales. ‘¿Qué quieres ser cuando seas grande?’, le pregunté. ‘Quiero ser francotirador’, me respondió”.
“Me quedé sorprendido”, dijo Hassan. “Normalmente, un niño no dice esas cosas. ‘¿A qué se dedicaba tu padre?’, le pregunté. Me dijo que era un emir francotirador: el emir de los francotiradores”.
“(Más tarde) me llegó una gran cantidad de información de gente de Mosul que decía que su padre era alguien importante. Las fuerzas especiales encontraron al niño en un sótano junto a varios guerrilleros de ISIS (muertos). Los soldados me trajeron al niño”.
Desde principios de mes, cuando se recuperó la segunda ciudad más importante de Irak, empezaron a salir a la luz los estragos que dejó la ocupación del grupo terrorista sobre los habitantes de Mosul, en especial sobre los más jóvenes.
Cientos de niños ahora son huérfanos
Cientos de niños, posiblemente miles, han quedado huérfanos debido a la guerra. Algunos cargan con otra cruz: una ideología que les ha robado su inocencia. Para muchas personas de su propia sociedad, esos niños son la semilla del diablo; marginados sin patria, indignos de recibir las prestaciones básicas. Los organismos de ayuda y los sistemas de asistencia pública se niegan a reconocerlos.
Los niños del ISIS están escondidos en campamentos de ayuda por todo el norte iraquí, en casas particulares de la zona liberada del este de Mosul y en el norte de la región kurda, donde familiares, trabajadores voluntarios y un pequeño grupo de empleados públicos con poca preparación y recursos les ofrecen toda la ayuda que pueden.
Uno de esos programas provisionales es dirigido por Sukaina Mohamed Younes, directora de la Oficina de Mujeres y Niños de la Provincia de Nínive. Younes recibió a Mohammed por mediación del médico del ejército iraquí y logró reunirlo con un tío en Erbil, lejos de los habitantes de Mosul con sed de venganza. Según Younes, los problemas sociales que enfrentan las familias en las zonas post-ISIS es abrumadora.
“Recibimos decenas de miles de niños de Mosul que perdieron a sus padres”, dijo. “Se puede decir que el 75% proviene de familias de ISIS. No tenemos un número exacto porque algunos niños no tienen identificación así que no sabemos quiénes son. Puedo decir que hay 600 huérfanos de ISIS en el campo de refugiados de Hamman al-Alil”.
“Hasta ahora, no hay ningún programa que trate estos casos. Le acerqué una propuesta al gobierno. Antes, pensábamos en reubicar a todos los huérfanos del ISIS en un campo de máxima seguridad. Pero no sé qué pasó con ese plan. El problema es que la gente ya no acepta a las familias de ISIS”.
A esto hay que añadirle la ausencia casi total de servicios de psicología y psiquiatría en Irak y la poca disposición a seguir terapias que podrían servir para tratar la infinidad de traumas producidos por la guerra.
“Tenemos un problema con los niños de ISIS: la venganza. ¿Ustedes creen que la gente común que se vio afectada por ISIS va a olvidar todo lo que pasó? Va a ser más difícil que el propio ISIS. Mucho más difícil que la operación militar. Cuando se liberó la zona oriental de Mosul, conocí a una mujer que había perdido a su familia por culpa del ISIS. Me dijo: ‘Nunca voy a olvidar a mi vecino. Se llevó a mi hijo a la mezquita y, después de unos días, mi hijo empezó a decirme que yo era una infiel y que su padre era un infiel’”.
En Erbil, Mohammed (su nombre ha sido cambiado como medida de protección) dijo que el día en que lo rescataron estaba en un sótano junto a otros siete hombres, todos de ISIS. El niño habló con calma acerca de la vida en el lado occidental de Mosul, uno de los barrios más peligrosos del mundo y el último bastión del grupo terrorista antes de su caída a principios de julio. Las personas a cargo de Mohammed creen que sus dos padres perdieron la vida en los últimos días del enfrentamiento, y que el papel de ambos como ideólogos fue clave en el adoctrinamiento del niño.
“Mi padre se fue con ISIS”
Mientras describía las escenas de extrema violencia y de pelea vividas en uno de las unidades para niños de ISIS (Fetiyen al Jinneh), Mohammed también habló de su padre llevándolo al parque y comprándole una bicicleta, y de sus peleas con los chicos en el colegio. “Mis hermanas peleaban todo el tiempo conmigo. Yo no quería quedarme con las mujeres y niñas. Por eso decidí ir con mi papá. Pero no sé dónde está él ahora. Se fue con ISIS. Se casó con una mujer rusa. Ella se llamaba Medina”.
Mohammed dijo que fue reclutado como francotirador por su buena puntería. “ISIS me dio cinco balas. Tenía cuatro blancos. Perdí al último. Disparé con un rifle, un Kaláshnikov. Disparaba muy bien, incluso desde chico, ya disparaba muy bien… pero no con rifle, con revólver. Aunque mi papá no me ordenara disparar, yo disparaba. El que le pegaba a la piedra, ganaba. Yo fui el número uno entre todos los niños. Estaba contento cuando llegué a Fetiyen al Jinneh… No sé por qué, pero lo echo de menos”.
Desde que Mohammed habló con el periódico the Guardian, su tío lo mantiene alejado de los otros residentes de Mosul, especialmente aquellos que pueden haber vivido en su vecindario. En medio de las caóticas consecuencias de la guerra y de la explosiva atmósfera que rodea a los que de una u otra forma formaron parte del entorno de ISIS, no hay mucha esperanza de que haya una ayuda estatal o posibilidades de reconciliación.
Según Belkis Wille, una de las principales investigadoras en Irak de la ONG Human Rights Watch, los chicos de ISIS eran tratados como adultos por el poder judicial del estado. “La única diferencia es que, en Irak, los chicos no pueden recibir la pena de muerte”, dijo. “Allí no piensan que si fuiste reclutado por el ISIS desde niño eres una víctima. No lo entienden. Y no tienen programas de rehabilitación/desradicalización. ¿Por qué no los tienen? No le ven el sentido: van a ser encerrados para siempre o recibirán la pena de muerte, ¿para qué molestarse en rehabilitarlos? Con los niños, es lo mismo. ¿Para qué hacer el esfuerzo?”.
En los campamentos del norte de Irak, las mujeres que tuvieron hijos con guerrilleros de ISIS posteriormente asesinados (muchos de ellos, extranjeros) hacen todo lo posible para ocultar su historia. Para evitar ser blanco de prejuicios o de cosas aún peores, por lo general dicen que no son sus hijos sino sus sobrinos. Si su filiación se conociera públicamente, lo mejor que podrían esperar en medio del clima actual sería un segundo exilio.
Aunque no haya posibilidad de reconciliación por el momento, Sukaina cree que algunos de los jóvenes de Mosul aún pueden rehabilitarse.
Según Wille, deshacerse de creencias arraigadas a fuerza de dogmas y traumas es necesariamente el primer paso, que podría empezar con el apoyo de la comunidad. “Creo que entre los ocho y doce años, es fácil ayudarlos a volver a la normalidad. Con los adolescentes es más difícil, porque tienen una ideología más marcada”, dijo.
“No solo el gobierno iraquí necesita encontrar la manera de resolver esto. La comunidad internacional también debería ayudarnos a encontrar una solución para esta gente. Sin su ayuda, será difícil, porque se necesita gente especial para tratar con estos chicos”.
Traducido por Francisco de Zárate