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The Guardian en español

El brutal incendio de un edificio ocupado en São Paulo evidencia la crisis de vivienda de la ciudad

Un bombero sigue refrescando los escombros del edificio derrumbado en Sao Paulo

Sam Cowie

Sao Paulo —

Adriana dos Santos y sus seis hijos tardaron 20 minutos en ponerse a salvo, tanteando los siete tramos de escaleras envueltos en la oscuridad mientras las llamas se extendían por todas partes. Una hora después, el edificio de 24 plantas en el que vivían en el centro de São Paulo se derrumbó, en el momento en que los bomberos intentaban rescatar a un hombre que había vuelto a entrar para salvar a una mujer y sus hijos.

Como muchos otros que habían ocupado de manera ilegal el edificio, dos Santos no pudo llevarse nada más que su vida. Otros tuvieron peor suerte. “La gente está enterrada bajo los escombros”, asegura. Hasta el momento, 49 personas siguen desaparecidas, aunque un portavoz de la brigada militar de la ciudad dijo que puede que no todos estuvieran en el edificio cuando el fuego lo destruyó a primera hora del martes.

El teniente Guilherme Derrite dijo que en el edificio había registradas 317 personas, aunque medios locales aseguran que la cifra de personas que vivían en él podría ascender a 428. Al menos, cuatro personas quedaron atrapadas cuando el edificio se derrumbó. “Sería un milagro que haya sobrevivido alguna de esas personas”, añade Derrite.

El incendio también ha puesto de relieve la desesperada situación de la vivienda en São Paulo. Según las últimas cifras publicadas por la fundación brasileña Joao Pinheiro, en estos momentos hay un déficit de 1,3 millones de hogares. Miles de personas se han visto obligadas a ocupar edificios precarios y abandonados que carecen de cualquier tipo de medidas de seguridad o de solares vacíos en las afueras de la ciudad.

En Brasil, la ocupación es legal siempre que la propiedad esté abandonada y no proporcione ninguna función social, y São Paulo es el hogar de varios movimientos por el derecho a la vivienda muy importantes. En muchos casos, han conseguido convertir edificios ocupados o solares vacíos en unidades de vivienda pública para personas de bajos ingresos.

Se espera que este incendio complique las cosas para los grupos de ocupación sin que importe lo organizados que estén o las buenas intenciones que tengan. Los activistas ya han advertido de que los movimientos por la vivienda probablemente se enfrenten a una reacción violenta mientras que el asunto central –la falta de vivienda asequible en la ciudad más grande de América Latina– no será abordado.

Dos Santos Silva y docenas de otros supervivientes acampan ahora a las puertas de una iglesia a menos de 100 metros del montón de escombros grises y humeantes del edificio derruido. Antes del fuego, se ganaba la vida vendiendo chicles y dulces en el centro de São Paulo. En un buen día, podía ganar poco más de 10 euros.

El edificio, un antiguo cuartel general de la Policía Federal, fue abandonado hace más de 10 años y Adriana cuenta que lo ocupó hace dos, justo después de quedarse sin hogar.

Los pequeños apartamentos de dos habitaciones a las afueras de São Paulo normalmente cuestan entre 140 y 200 euros en zonas que a veces están a dos horas del centro. El salario medio en Brasil es de 270 euros al mes. La tasa de desempleo está en sus niveles más altos de los últimos años, en torno al 12%.

“Lo que ha pasado aquí es un accidente y una tragedia, pero de ninguna manera se trata de un caso aislado”, asegura Sâmia Bonfim, concejala de la ciudad por el izquierdista Partido Socialismo y Libertad.

Ricardo Luciano, un hombre de 41 años que se declaró a sí mismo líder del movimiento que ocupó el edificio, dijo que los supervivientes del fuego seguirían acampados en la iglesia en un improvisado campamento de protesta. “Si nos vamos a los refugios, seremos olvidados, aquí estamos exigiendo nuestro derecho a la vivienda”, concluye.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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