El MIT y la Universidad de Harvard reconsideran sus lazos con Arabia Saudí
El pasado mes de marzo, el príncipe heredero y gobernante de facto de Arabia Saudí Mohamed bin Salman llegaba a Estados Unidos con una misión: afianzar su imagen de modernizador, liberalizador y reformador justo cuando lo acusaban de crímenes de guerra en Yemen y después de haber metido en la cárcel a opositores, activistas, críticos y hasta familiares para consolidar su poder.
A lo largo de las tres semanas que duró su viaje se mostró junto a grandes personalidades estadounidenses del gobierno, del mundo de los negocios y del espectáculo. Mientras firmaba acuerdos lucrativos, se dejaba contagiar por la reputación de Michael Bloomberg, Bill Gates, Jeff Bezos o Dwayne Johnson.
Una de sus visitas más importantes fue la que hizo a Boston. Allí cruzó el río Charles con su séquito para visitar dos de las universidades más prestigiosas del mundo: la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). El príncipe heredero se reunió en los campus con los gerentes de los dos centros y presidió la firma de nuevos acuerdos. “El reino está acelerando su progreso hacia un futuro prometedor”, dijo el presidente del MIT, Rafael Reif, en la recepción al joven autoritario.
Además de ser instituciones que defienden la libertad de expresión, Harvard y el MIT son un referente mundial de la innovación y el progreso. Para el futuro rey saudí, ser recibido y aplaudido por ellas fue un potente gesto de aprobación.
Pero hoy, el príncipe Mohamed está acusado de ordenar el asesinato de Jamal Khashoggi, un conocido periodista saudí en el exilio que desapareció el pasado 2 de octubre tras entrar al consulado saudí en Estambul. Y el MIT y Harvard, como otras instituciones académicas que llevan años aceptando dinero del gobierno saudí, están reconsiderando sus vínculos con el reino.
En una carta enviada el 15 de octubre a los profesores del MIT, el vicerrector asociado para actividades internacionales, Richard Lester, escribió que la desaparición de Khashoggi era un “motivo de gran preocupación” y que había recibido instrucciones de Reif para proceder a una reevaluación de los compromisos firmados por el MIT con Arabia Saudí. Un portavoz de la institución académica respondió a The Guardian que Lester no haría más comentarios hasta terminar el proceso de reevaluación. En la Universidad de Harvard, un portavoz dijo que habían seguido “con preocupación los últimos acontecimientos” y que estaban “evaluando las posibles consecuencias para los programas vigentes”.
Arabia Saudí ha desembolsado más de 350 millones de dólares a decenas de universidades estadounidenses desde 2011 hasta ahora. Algunas de esas transferencias fueron un regalo, pero gran parte de ellas sirvieron para financiar un programa de becas que cubre la matrícula de estudiantes saudíes en las universidades estadounidenses.
Según un análisis de la agencia Associated Press sobre el dinero saudí en las universidades estadounidenses, la Universidad George Washington, de la ciudad de Washington, fue la que más dinero recibió: más de 70 millones de dólares, en su mayor parte para matrículas. Con 63,1 millones de dólares, la Universidad George Mason de la cercana ciudad de Fairfax, en Virginia, es la segunda mayor beneficiada.
Si bien los vínculos de Arabia Saudí con el MIT y Harvard son estrechos, no se conoce bien el alcance ni los detalles de estas relaciones. Durante la visita del príncipe Mohamed a Boston, el gobierno y las empresas estatales saudíes acordaron financiar al menos tres proyectos del MIT. En uno de ellos, la petrolera estatal Aramco prometió 25 millones de dólares para un acuerdo de investigación de cinco años.
En el informe de donaciones y contratos del extranjero que publica el Ministerio de Educación de EE.UU., Harvard no especifica el origen exacto de los 28 millones de dólares que dice haber recibido de fuentes saudíes desde 2011. Sin embargo, la universidad tiene un acuerdo con MiSK, fundación del príncipe Mohamed, para recibir en las clases de verano de Harvard a estudiantes saudíes de secundaria. En 2016, la fundación decía haber conseguido que 100 de las 800 plazas de estas clases de verano se destinaran a estudiantes saudíes, el 12,5% del total. Y en 2005, el príncipe Alwaleed bin Talal de Arabia Saudí donó 20 millones de dólares al programa de estudios islámicos de Harvard.
Una tercera universidad de Massachusetts, Babson College, también está ahora repensando sus lazos con el reino. Había firmado un acuerdo con el gobierno saudí para ayudar a fundar el Prince Mohammed bin Salman College of Business and Entrepreneurship, una institución saudí con el nombre del príncipe heredero. Según los documentos públicos de información financiera, el acuerdo permitiría a Babson recibir 52 millones de dólares en un período de 10 años que comenzó en 2014.
En Illinois, la Universidad de Northwestern dice que se está pidiendo al cuerpo docente una reevaluación de las relaciones con el reino, aunque la institución defiende que la “mayor parte” de los más de 14 millones de dólares recibidos de Arabia Saudí en los últimos años ha servido para subvencionar la investigación científica.
Las iniciativas del MIT y Harvard para reconsiderar sus vínculos con Arabia Saudí se producen en medio de un creciente cuestionamiento dentro de las propias instituciones. Cuando el príncipe Mohamed las visitó, tanto Harvard como el MIT lo recibieron sin hacer ruido. Si bien las visitas de altos dignatarios son frecuentes y vienen, por lo general, acompañadas de algún evento público. La visita del príncipe Mohamed a los dos campus se produjo a puerta cerrada y sin informar a muchos de los profesores y estudiantes.
Tanto la visita como el aparente secretismo que la rodeó provocaron la indignación en las dos universidades. En marzo, el consejo editorial del periódico estudiantil Tech del MIT escribió sobre el silencio de la universidad en los actos de Arabia Saudí: “Demuestra una forma de hipocresía moral, en el sentido de que sólo está dispuesta a manifestarse contra la injusticia cuando no interfiere con sus intereses estratégicos”.
La semana pasada, el consejo editorial de la publicación The Harvard Crimson exigió transparencia a la universidad y que reconsiderara sus vínculos con Arabia Saudí: “Al asociarse con el régimen saudí, Harvard, una de las mejores universidades del mundo, corre el riesgo de legitimar tanto el autoritarismo del régimen como sus brutales políticas en el extranjero”. Mientras que Harvard y el MIT no son las únicas universidades que han recibido dinero saudí, sí son las únicas que han recibido al rey.
Según Grif Peterson, un miembro del Berkman Klein Center for Internet and Society de Harvard que ha hecho públicas sus críticas por la colaboración de la universidad con bin Salman, Harvard y el MIT ya tenían argumentos para distanciarse del príncipe heredero en el momento de su visita: “Llega un momento en el que te das cuenta de que cualquier tipo de relación financiera está legitimando a un régimen responsable de gigantescas crisis humanitarias y que mata a un montón de gente”.
En la visita al MIT, uno de los acompañantes del príncipe heredero fue Maher Abdulaziz Mutreb, un exdiplomático saudí que figura entre los ciudadanos acusados de asesinar a Khashoggi. En una foto donde aparece el príncipe Mohamed estrechando la mano del presidente del MIT, se puede ver a Mutreb en el fondo, mirando.
Aunque se pida poner fin a todos los vínculos financieros, llevarlo a cabo podría resultar complicado. Liz Reisberg, investigadora del Center for International Higher Education del Boston College y consultora de educación superior que también ha trabajado como asesora para el Ministerio de Educación saudí, y a quién le preocupa el asesinato de Khashoggi, dice que cortar los lazos no es fácil.
Liz Reisberg es consultora de educación superior y investigadora en el Centro para la Educación Superior Internacional en el Boston College. También ha trabajado como consultora en el ministerio de educación saudí. Si bien está perturbada por el asesinato de Khashoggi, ella dice que cortar lazos no es simple. “Creo que es importante y bueno que el MIT y Harvard inviten al profesorado a entablar un debate sobre la relación con los saudíes pero ¿dónde termina esto? Si se empieza a reconsiderar la relación con los saudíes, ¿hay que reconsiderar China? ¿Rusia? ¿Turquía? ¿Israel?”, dice.
Para muchas universidades estadounidenses, cortar completamente los lazos con Arabia Saudí significaría que dejarían de venir los estudiantes saudíes con becas financiadas por el gobierno. Incluso criticar los actos del gobierno saudí podría provocar represalias: después de que el ministro canadiense de Exteriores pidiera la liberación de los activistas encarcelados por el reino, Riad ordenó el regreso a su país de los estudiantes saudíes en Canadá.
Según Kristian Ulrichsen, un experto del Golfo en el Baker Institute for Public Policy en la Universidad de Rice, estudiar en el extranjero permite a los estudiantes saudíes conocer ideas que no llegarían a ellos si se quedasen en Arabia Saudí, donde no hay libertad de expresión. “Se entiende que el gobierno saudí imagina a sus estudiantes regresando con un conjunto de habilidades profesionales para ocupar los cargos tecnocráticos que les permitirán formar parte de la transformación”, dice. “Claramente no están viendo las habilidades sociales con las que ellos también pueden volver, la noción de desarrollar su propio criterio y de ser creativos e inquisitivos; son aspectos que el gobierno saudí podría no querer fomentar en su país”.
En respuesta a una editorial del Tech, el presidente del MIT escribió en abril sobre los “serios y difíciles planteamientos” que debe enfrentar la universidad al entablar relaciones. Pero Reif terminó por defender las relaciones de la universidad con Arabia Saudí: “En la mayoría de los casos nos parece que nuestra falta de compromiso no crea ni fomenta un cambio positivo significativo”.