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The Guardian en español

La polio reaparece en Afganistán, pero los talibanes no se fían de la ayuda internacional

Un trabajador de los servicios sanitarios suministra la vacuna de la polio a una niña en Jalalabad (Afganistán)

Sune Engel Rasmussen

Hace poco más de dos semanas, a una niña de 14 meses de la provincia afgana de Kunduz le diagnosticaron polio. Pocos días después, los talibanes concedieron acceso a personal sanitario hacia zonas del norte del país por primera vez en 15 años. Esto les permitió retomar un programa de vacunación contra la poliomielitis.

Hasta que fue interrumpido, lo que dejó a unos 170.000 niños de la provincia de Kunduz sin vacunas, este programa había conseguido casi erradicar esta enfermedad vírica en Afganistán. Pero la polio es una enfermedad capaz de propagarse rápidamente; un solo caso potencial puede ser suficiente para aumentar la presencia de esta enfermedad. Cuando la niña del distrito de Dasht-e-Archi en Kunduz se convirtió en la tercera menor de este año en ser diagnosticada con polio, los líderes talibanes cedieron.

Durante mucho tiempo, las autoridades locales han sido el principal obstáculo para los vacunadores en Kunduz. Qari Bashir, el jefe de Salud Pública talibán de la provincia, había solicitado la construcción de una clínica en el distrito de Char Dara para tratar a civiles y también a combatientes heridos, iguales que las clínicas en áreas controladas por el gobierno. Pero la Organización Mundial de la Salud no construye clínicas de emergencias.

En declaraciones a the Guardian, Bashir confirmó haber solicitado una clínica pero explicó que había otras preocupaciones. La principal preocupación entre los aldeanos era la sospecha de que en los equipos que luchan contra la polio podía haber espías infiltrados.

Esta enfermedad fue una de las cuestiones centrales durante las reuniones del consejo territorial, cuenta Bashir. Pero mientras que algunos ciudadanos defendían que debían permitir que llegasen las vacunas, otros le advirtieron de que no confiaban en los equipos sanitarios extranjeros. Reserva que también comparte Bashir.

“Cada día, los estadounidenses tiran bombas sobre niños afganos. No creo que esto sea tan importante para ellos”, apunta.

La desconfianza en esta región hacia la comunidad internacional se incrementó en 2011, cuando la CIA utilizó a un doctor pakistaní experto en polio, a Shakil Afridi, para rastrear a Osama bin Laden hasta Abbottabad, lugar en el que después fue eliminado. Afridi está cumpliendo una sentencia de 33 años impuesta por un tribunal tribal.

De todos modos, la OMS insiste en que es muy poco habitual que se niegue el acceso a los equipos sanitarios como sucedió en Kunduz. “Nuestro compromiso comunitario tanto en Afganistán como en Pakistán es tan bueno como siempre”, asegura Christopher Maher, director para la erradicación de la polio de la organización.

La polio prospera donde hay desplazamientos masivos y donde el acceso de los equipos sanitarios ha quedado restringido. Esta enfermedad, que una vez fue un mal global, a día de hoy solo es endémica en tres países: Nigeria, Pakistán y Afganistán.

El año pasado, dos niños sufrieron parálisis provocada por la polio después de más de dos años sin un solo caso en todo el país. Estos niños se encontraban en el estado de Borno, un bastión de Boko Haram, donde más de medio millón de niños no reciben atención sanitaria.

En Afganistán y Pakistán, la propagación de la polio se ha impulsado por los grandes movimientos de personas entre los dos países. La OMS describe esta situación como un “reservorio común”. El año pasado, se documentaron 13 casos en Afganistán y 20 en Pakistán.

Para mantener la aceptación ciudadana en Afganistán, la OMS trata de trabajar con académicos y militares islamistas tanto como sea posible, según explica el director de la organización para el país, Rik Peeperkorn. “Agradecemos que todas las partes del conflicto reconozcan la necesidad de inmunizar a todos los niños afganos”, apunta.

La OMS consiguió el acceso después de que las autoridades talibanes en Peshawar, Pakistán, intervinieran. “Nuestros mayores nos llamaron y nos dijeron que debíamos permitir la entrada de los equipos anti polio. Cambié de opinión cuando me di cuenta de que no habría consecuencias negativas para nosotros o para los que recibieran las vacunas. El consejo me dijo: 'Resolveremos tu problema, no le pidas a la ONU que construya una clínica”.

“La gente aquí es muy pobre, no tienen suficiente dinero ni para ir al mercado o a la ciudad”, añadió Bashir. “Estamos contentos de que las agencias internacionales vengan y nos ayuden. Ahora tenemos que averiguar si esto ayuda a la población o no”.

Información adicional de Aziz Tasal.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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