El “turismo en orfanatos” multiplica el peligro de explotación infantil en Birmania
En los pueblos ribereños del sur de Rangún, la principal ciudad de Birmania, los turistas tienen varias opciones. Unos eligen los paseos en bici taxi alrededor del mercado de frutos o las visitas a las pagodas de la zona. Otros se acercan hasta un orfanato privado y, sin ninguna supervisión, pasan el día con un niño.
“Los turistas sacan a pasear a los niños al zoológico o al centro de la ciudad”, explica el director de un orfanato en el que conviven 16 niños. Se trata de una construcción de madera edificada sobre pilotes en una zona de campos inundados.
Mientras Birmania se prepara para recibir un alud de turistas tras décadas de régimen militar, Unicef alerta sobre el “turismo en orfanatos”, una práctica que ha convertido en negocio la atención institucionalizada de los menores: reclutan a niños de familias pobres para hacerlos pasar por huérfanos y sacar dinero a los extranjeros bienintencionados.
Estos niños separados de sus familias les sirven para recaudar fondos, una práctica bastante establecida en Indonesia y en Camboya. En algunos casos, mantienen de forma deliberada las malas condiciones de vida de estos niños para obtener las donaciones de los turistas.
Pero peor aún que eso es lo que está pasando con los depravados sexuales que aprovechan el acceso sin restricciones a menores.
Según Aaron Greenberg, director de protección infantil de Unicef en el país, “Birmania podría tener un incremento exponencial en la cantidad de orfanatos en la próxima década, en especial en lugares turísticos”. Explica que “un incremento de estas características en el cuidado de menores podría representar una violación de los derechos de decenas de miles de niños birmanos. Debemos actuar antes de que aparezcan más orfanatos en el horizonte”.
El país ya tiene una cultura de llevar a vivir a los niños pobres a los establecimientos estatales llamados escuelas de formación, donde los padres piensan que sus hijos recibirán una mejor educación. Otros miles de niños son enviados a vivir en monasterios.
No hay información sobre el número de orfanatos privados y sin registrar en Birmania, pero según los guías y el personal de los hoteles, los tours son muy demandados. Aunque ya dejó de hacerlo, un hotel de cinco estrellas de Rangún incluía una parada en un orfanato en su tour por el río.
Muchos de los turistas en Birmania son mochileros con conciencia social o jubilados que quieren ayudar a un país en desarrollo donando dólares o euros a una buena causa. Pero según Unicef hay 100 años de investigaciones que demuestran cómo hasta los mejores establecimientos de atención institucionalizada exponen a los niños a posibles abusos y los vuelven vulnerables a trastornos psicológicos y de crecimiento.
El nivel de violencia en los orfanatos es mucho mayor que en el seno familiar; se sabe que los niños criados en estos establecimientos suelen tener problemas para desarrollar relaciones sociales saludables en su etapa adulta; son más propensos que sus pares a abusar de sustancias o a tener problemas con la ley; y tanto el desarrollo intelectual como el emocional sufren un efecto negativo durante la atención institucionalizada.
Según Unicef, la palabra orfanato suele estar mal empleada: en la mayoría de los casos que hay en el mundo, los niños bajo atención institucionalizada aún tienen a uno o a los dos padres vivos. Para Birmania, y según los datos de la organización de las Naciones Unidas, de los 17.322 niños registrados en orfanatos solo el 27% son realmente huérfanos. Unicef teme que el crecimiento del turismo en orfanatos pueda separar aún más a los menores de sus familias.
Un dormitorio para 16 niños
Los niños en el establecimiento que visitó the Guardian parecían gozar de buena salud, sentados en el suelo jugando o dibujando en sus cuadernos. El dueño del establecimiento, un pastor cristiano, contó que él lo había fundado 18 años antes para ayudar a niños de todo el país.
Pero en cuanto entró el equipo periodístico el pastor aclaró que normalmente recibían donaciones y lamentó las malas condiciones del orfanato: una sola cocina pequeña con un horno a leña, un solo baño y un solo dormitorio para los 16 niños. Además, el pastor alabó el hecho de que los turistas hubieran donado considerables cantidades de dinero. Según dijo, algunos hasta habían comprado las bolsas de arroz a la vista por toda la habitación.
Los niños venían de todas partes del país, dijo, de hogares con “tías, tíos y abuelos” incapaces de hacerse cargo de ellos: “A veces el padre es un borracho”.
Unicef y otras organizaciones de ayuda fomentan el cuidado familiar, ayudando con dinero y con supervisión de trabajadores sociales a los padres o parientes lejanos que se quedan con los niños. Según la organización, cuesta mucho menos que una atención institucionalizada.
Pero según Greenberg, aunque el gobierno birmano ha demostrado cierto interés en adoptarlas, esta opción no existe aún en el país: “En estos momentos, no hay ningún plan en Birmania para evitar que los niños se críen en instituciones”.
En los aeropuertos y en los hoteles del país hay folletos que desaconsejan la visita a orfanatos. Para demostrar al gobierno el efecto negativo de esta industria, Unicef envió en 2014 a una delegación de altos funcionarios birmanos a Camboya, donde 15 años de turismo en orfanatos han desencadenado una profunda crisis.
El daño a miles de vidas de niños camboyanos es un alarmante caso de estudio para Birmania. Según Unicef, en los últimos años la cantidad de orfanatos en Camboya creció un 75%, el mismo ritmo de incremento que registró el turismo. La proliferación ha sido sobre todo en los puntos turísticos.
La camboyana Sinet Chan, de 26 años, perdió a sus padres a causa del sida y cuando tenía nueve años, sus vecinos la llevaron a un orfanato. Pero enseguida la pusieron a trabajar en una granja cercana, donde la castigaban y la dejaban sin comer a menudo. Chan también cuenta que el director del orfanato la violó.
Los turistas extranjeros se acercaban al orfanato, donde vivían unos 100 niños, y hacían donaciones que el director se quedaba. Según Chan, cuando donaban libros, ropa o comida, el director los vendía en el mercado.
“El director quería que nos vistiéramos como pobres”, explica Chan. “Teníamos que actuar para satisfacer a los turistas, como si estuviéramos dando un baile o un espectáculo”. Algunos turistas se ofrecían como voluntarios durante varios meses, y ella se encariñaba mucho. Cuando se iban, se sentía abandonada.
“El daño dura generaciones”
Una de esas personas que trabajaron como voluntarias fue la australiana Tara Winkler, que luego rescató a Sinet y a otros niños y fundó el Cambodian Children’s Trust para reintegrar a los niños a sus familias, y sacarlos de instituciones involucradas con el turismo de orfanatos.
“Nos dimos cuenta de que esos niños no eran huérfanos. Echaban de menos a sus padres”, afirma Winkler. “Es importante mencionar que las instituciones corruptas, que tienen a los niños en malas condiciones, son las peores de todas. Pero incluso las mejores instituciones son dañinas para los niños. No importa cuán mala sea la institución: todas separan a los niños de sus padres. El daño dura generaciones”.
En los próximos meses, Birmania planea investigar más orfanatos con el apoyo de Unicef. En noviembre, los altos funcionarios birmanos volverán a reunirse con los de Camboya en una conferencia sobre los derechos del niño en Malasia.
Después de que la delegación de Birmania regresara de su viaje a Camboya, el gobierno ordenó una suspensión temporal en el registro de nuevos orfanatos. Pero en la práctica aún es posible crear un establecimiento no registrado.
La agencia suiza de ayuda infantil Terre Des Hommes (“Tierra de Hombres”) ya está trabajando para reintegrar a los niños a sus familias. Comenzaron con las escuelas estatales de formación, donde más de 700 niños fueron reintegrados a sus hogares. Algunos de ellos habían sido recogidos en la calle por la policía y eran considerados huérfanos.
Según Swe Zin Oo, secretaria general de la Asociación de Guías Turísticos de Birmania (un organismo que agrupa a aproximadamente 4.000 guías), su grupo está intentando evitar que los agentes de viajes vendan visitas a orfanatos.
Swe Zin Oo cuenta a The Guardian sobre un orfanato en Rangún dirigido por un hombre de nacionalidad coreana: “Lo manejaba como si fuera un negocio (…) Había entre 20 y 30 niños atrapados dentro de una casa”. El problema, advierte Swe Zin Oo, es que en la incipiente industria del turismo muchos guías trabajan solos y no saben lo dañinos que pueden ser estos tours.
Traducción de Francisco de Zárate