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The Guardian en español

Las elecciones dejan en ruinas la estrategia de May para el Brexit, pero podría ser una bendición

Theresa May y su marido Philip, ante el 10 de Downing Street tras la audiencia con la reina de Inglaterra el 9 de junio de 2017.

Simon Jenkins

Los nuevos “bastardos” conservadores. Nunca asumas que ganarás las elecciones. Nunca creas lo que la gente le dice a los encuestadores. Ahora han dejado al gobierno de Theresa May aferrándose al poder, devastado y desorganizado. Han dejado al laborismo de Jeremy Corbyn derrotado, pero igualmente satisfecho. Al nacionalismo escocés le han dado una paliza. Los Liberales Demócratas no se han podido recuperar. El Ukip ha quedado destruido. Y, lo más alarmante, el poder real se lo ha quedado un pequeño grupo de fundamentalistas de Úlster. Es difícil recordar un resultado electoral más caótico en la historia reciente del Reino Unido.

Lo más importante es que May convocó estas elecciones específicamente para fortalecer su capacidad de negociación ante el Brexit. Con este fin, se presentó como una líder “fuerte y estable”. Una campaña superficial, rígida y egoísta puso el rostro de la primera ministra en cada cartel. Como dijo Anna Soubry, una conservadora disidente: “Hizo girar toda la campaña en torno a ‘ella’, y ‘ella’ perdió”. Cuesta creer que ahora May pueda sobrevivir a esto mucho tiempo.

Por el momento, no le queda otra opción. El tiempo va pasando y el plazo de dos años para el Brexit se va consumiendo. En sólo 10 días comenzarán unas conversaciones horriblemente urgentes sobre la modalidad del Brexit. Parece que la estrategia de May era presentarse a esas charlas protegida de cualquier conflicto interno tanto por la derecha como por la izquierda, o al menos por los defensores del Brexit duro y del blando. Esa estrategia, si alguna vez fue siquiera verosímil, ha quedado hecha añicos.

Es difícil predecir cómo reaccionarán los negociadores de la UE. Deben estar consternados ante el panorama de que los vulnerables negociadores británicos sean sometidos a constantes críticas y cuestionados por un Parlamento sin una mayoría que lo controle. Incluso algunas personas ya han propuesto posponer las charlas. Pero no queda claro en qué podría beneficiar eso a la situación.

Mientras tanto, es probable que en los próximos meses aparezca en el Parlamento y entre los cabilderos una quinta columna defensora de un Brexit “súper blando” o de permanecer en la UE. El colapso del Ukip y el fortalecimiento de los parlamentarios partidarios de permanecer en la UE claramente socava cualquier posición “dura” del Brexit que May hubiera querido lograr. En la Cámara de los Comunes, ahora debería formarse una mayoría que apoye la posición de Corbyn, de que no llegar a acuerdo es peor que un acuerdo “blando”.

El absurdo machismo del equipo británico en la antesala de las negociaciones nunca ha parecido sincero, y parece haber tenido poco efecto, incluso en el electorado postreferéndum. Teniendo en cuenta además el resultado de las elecciones, la balanza debería inclinarse hacia una actitud más flexible de ambos lados. Está claro que tanto la UE como el Reino Unido deben ceder, para poder honrar el referéndum del año pasado sin el desastre que implicaría el fracaso de las negociaciones.

El sentido común indica que de alguna forma u otra, el Reino Unido debe permanecer en algún régimen normativo de la unión aduanera europea. Como entonces la cuestión migratoria se convertiría en la manzana de la discordia, es posible que las negociaciones se acerquen a una versión “noruega” de un mercado único. Si esto sucede, el resultado de estas elecciones podría acabar siendo una bendición, aunque una bendición bien disfrazada.

Traducción de Lucía Balducci

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