David Uclés: “La memoria es fundamental para no tropezar de nuevo”

El escritor David Uclés

Gonzalo Peña Ascacíbar

26 de junio de 2025 11:04 h

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David Uclés ha escrito el libro del año. No es una expresión al uso. Mediante una votación popular elaborada por el conjunto de lectores y lectoras, «La península de las casas vacías» ha sido elegido como Premio Cálamo al mejor libro de 2024. También ha recibido el Premio Andalucía de la Crítica 2025 y ha sido el candidato español al Premio de Literatura de la Unión Europea.

Su obra es el fruto de quince años de investigación, dedicación y escritura para abordar la Guerra Civil desde la perspectiva del realismo mágico. En ella mezcla lo fantástico con la realidad y lo cotidiano con lo histórico a través de la historia de una familia de Jándula, inspirada en Quesada, municipio jienense donde creció el autor.

La profundidad y originalidad de la novela ha obtenido un gran reconocimiento entre el público con más de 120.000 ejemplares vendidos, hasta diecisiete ediciones publicadas y su traducción a seis idiomas.

Uclés estará en Logroño para una doble cita abierta al público: este jueves 26 de junio a las 19:30 en el Círculo de la Amistad para apadrinar el último número de la revista literaria «Fábula» y el viernes 27 a las 12:30 en la librería Cerezo, donde presentará «La península de las casas vacías».

Hay amores que duran una vida y libros que la cambian. ¿Es «La península de las casas vacías» la obra de tu vida o está todavía por escribir?

Creo que es la obra de mi vida porque tardé quince años en escribirla y durante esos años no me conocía nadie ni tenía un público lector. Fui totalmente libre haciéndola. Esa situación no se va a volver a repetir.

También tiene mucha parte testimonial y los viajes que hice por toda la península investigando. Es un proyecto muy ambicioso de muchos años tejido con el tiempo, que es el instrumento que he utilizado para escribirla porque no sería lo que es si las editoriales no me hubieran dicho que no cada año y medio. Por todas esas circunstancias creo que es una obra que no voy a poder imitar de nuevo y, por lo tanto, supongo que es el libro de mi vida.

Sin duda, ha marcado un punto de inflexión para ti. ¿Hay un David diferente de manera previa y posterior a la publicación?

Sí, por supuesto. Aunque la personalidad no, el día a día te cambia porque es otro completamente. Nunca había tenido horarios salvo los que yo me marcaba. Ahora con la promoción tengo un horario muy ajustado y de mi trabajo dependen varias personas. Es una situación diferente donde puedes conocer a escritores a los que admiras, tener contacto directo con muchas librerías, con periodistas... La vida me ha cambiado completamente. He pasado de ser muy libre, desconocido y nómada a sentar un poco más la cabeza.

La Jándula de tu obra es un trasunto de tu pueblo natal con un argumento cuyas raíces se relacionan con la historia de tu propia familia, como aparece en la dedicatoria del libro. ¿Cómo describirías la huella que Quesada ha dejado en ti?

Cuando uno se imagina la infancia, siempre la ubica en un escenario. Ese escenario es Quesada para mí. Las escenas que traigo a mi cabeza cuando tenía pocos años siempre ocurren en Quesada. Es un lugar que está dentro de mí, que siempre llevaré conmigo. Las huellas van desapareciendo, pero Quesada siempre estará presente.

“He aquí pues la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías”. Esta es la presentación antes del comienzo del libro. ¿Qué importancia tiene la memoria en el presente y el futuro?

La memoria es fundamental para no tropezar de nuevo. Pasa lo mismo a nivel institucional e histórico. Es necesario tener memoria de lo que pasó. Supongo que libros como el mío pueden ayudar a recuperar la memoria a quienes han olvidado lo que ocurrió o a echar un vistazo a lo que pasó a quienes por su juventud lo desconocen.

Ofreces un retrato detallado que distingue entre el nivel macro y micro. En el primero no hay una toma de posición, pero tampoco se nivela por igual a los dos bandos. En el segundo, donde se hace más hincapié, se centra más en las historias cotidianas y la topografía de los lugares. ¿Por qué optaste por centrarte en lo segundo?

El retrato universal de la guerra se puede sentir más desde el plano micro, familiar e intrahistórico que el general, estatal y parlamentario. En la literatura siempre se ha dado la acogida de un héroe anónimo desde lo particular para llegar a lo universal porque el lector conecta más con lo particular.

La estrategia necesaria para que desde lo particular se vea la configuración general va a hacer que ese ejercicio de memoria sea más profundo. Por ejemplo, en una gota que se queda en un cristal cuando llueve, el paisaje que hay detrás de la gota se refleja en la gota. De lo más pequeño se puede tener una visión general de lo más grande.

En el viaje de Odisto se unen el dolor y el descubrimiento en el transcurso de la guerra. ¿Qué paralelismo querías trazar con el Odiseo de la mitología griega?

Bueno, fue un poco circunstancial. Al principio, cuando empecé a escribir el libro, le puse como título el nombre del protagonista. Odisto se basa en el carácter de mi abuelo y en la historia de mi bisabuelo. Quería un nombre que no existiera para que en los buscadores fuera más sencillo encontrar el libro.

Entonces se me ocurrió un nombre que tuviera que ver con «La Odisea» porque tenía en mente que el protagonista hiciera un viaje de ida y vuelta y que durante ese viaje ocurriera una épica en su familia y en el territorio. Por lo tanto, hay un gran paralelismo entre ambos y una gran influencia.

Has dedicado quince años de trabajo y profunda documentación para crear el universo de un Macondo ibérico con la Guerra Civil como fondo que lo envuelve todo. ¿Cómo te sientes respecto a la etiqueta del realismo mágico y por qué decidiste enfocar de esta forma la novela?

En mi caso es algo que me sale natural. Quería narrarlo bajo cierto velo onírico y así lo hice. A la postre me di cuenta, analizando mi propio estilo, de que compartía cien por cien los rasgos con lo que se denomina realismo mágico. Entonces aproveché la etiqueta, pero porque es algo donde encaja la idiosincrasia de mis textos con ese género.

De hecho, encaja tanto que he escrito algún artículo en prensa o he dado alguna ponencia o curso sobre realismo mágico porque es un género que controlo bastante, que escribo en él y lo defiendo. Estoy muy a gusto con la etiqueta. Es un género que sí existe, que no es un cajón desastre porque tiene sus reglas y «La península de las casas vacías» las cumple.

Además de las letras, eres una persona multidisciplinar con inquietudes también por la pintura y la música. En literatura has explorado fundamentalmente el terreno de la novela con «Emilio y Octubre» o «El llanto del león», donde abordas la identidad, la homosexualidad o el sentido de pérdida. ¿Tienes pensado explorar otros campos como la poesía, el ensayo o el teatro?

La poesía está presente en mis textos porque son de carácter lírico. Intento siempre darles esa profundidad y descripciones para que rocen el lirismo más puro y dotarlos así de poesía. En cuanto al ensayo, también. «La península de las casas vacías» es como un ensayo histórico porque, cuando termina el libro, tiene ese poso. Por último, el teatro está en parte en ciertos diálogos. Al final, la obra es muy teatral, muy cinematográfica porque tiene muchos episodios y son muy visuales.

La novela en sí aborda de manera general una gran diversidad de géneros distintos. Para mí, es el género más perfecto porque aúna mucho y puedes jugar con muchos de ellos. Mi primera novela ocurría en un pueblecito, la segunda era una oda hacia el arte europeo y sus museos y en esta tercera me he centrado en el país, en la península. Las siguientes que vendrán tendrán el mismo estilo de realismo mágico, pero con otras temáticas. Soy muy

inquieto y no voy a volver a escribir sobre lo mismo. Como los fotógrafos, lo que quiero es explorar temas diferentes.

En tu estancia en Logroño vas a hacer una parada doble que tendrá como motivos ser el padrino del último número de la revista literaria «Fábula» y un encuentro en una librería para presentar «La península de las casas vacías». ¿Qué esperas de estos dos eventos?

Del primero respecto a la revista «Fábula» espero conocer a gente muy interesante y con un lenguaje literario amplio porque la revista lo tiene. Tengo ganas de ponerles rostro y charlar con aquellas personas que la defienden y la crean. Va a ser un encuentro literario que creo que me va a aportar mucho.

En cuanto al segundo, haremos un acto en Cerezo con libreros que son amigos en un encuentro apoyado por el Premio de Literatura de la Unión Europea. Desde que estuve nominado al premio, me proponen muchas cosas. Querían ayudar a la promoción de un acto y, aprovechando la estancia en Logroño, decidí que fuera ahí para dar un poco de visibilidad a estos actos en otros lugares y no concentrarlos en Madrid o Barcelona.

En el libro aparece el coronel franquista Juan Yagüe. ¿Cuál es tu consideración sobre el hecho de que en Logroño todavía haya un barrio y una línea de autobús con su nombre?

Me parece horrible. ¿Qué necesidad hay de tener nombres de personas que hicieron tanto mal? Para que no hubiera polémica, quitaría los nombres de personas de las calles. Hay personajes que pueden ser más ambiguos históricamente, pero de Yagüe están sus propias palabras pidiendo sangre. Un barrio no puede tener el nombre de un asesino.

¿Cuáles van a ser tus pasos posteriores? ¿Habrá una obra de investigación profunda que continúe el trazado de esta última u optarás por algo de carácter más breve?

Algún día continuaré con la segunda parte, la cual estoy estructurando, pero me va a llevar mucho tiempo. Una parte de mis objetivos es reposar y posar las cosas. No sé lo siguiente que voy a publicar porque estoy trabajando en varias ideas al mismo tiempo, pero no será la segunda parte. Eso llegará en otro momento porque ahora necesito un respiro creativo. Mientras tanto, tengo varias cosas en el tintero.

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