Enrique Cabezón, escritor y editor: “La poesía es disturbio”
Enrique Cabezón es uno de los artífices de haber puesto a La Rioja en el mapa poético contemporáneo y una de las voces culturales más significativas de la región. En su dilatada trayectoria cuenta con la publicación de poemarios, ensayos, novelas o cómics, así como una profunda y variada labor en el diseño, la ilustración, la edición, la coordinación de festivales como el Agosto Clandestino o la música, donde hace unos meses volvió a subirse al escenario con el grupo EnBlanco.
El motivo de esta entrevista es «Contra la gravedad de los poetas», publicado recientemente en la editorial Plataforma de poetas por Teruel, el cual acaba de presentar en Logroño. Esta obra, reivindicada desde el origen de lo periférico, no es un poemario convencional, sino un manifiesto contra el narcisismo de lo individual y el potencial transformador de la poesía como herramienta colectiva.
La obra es una composición en treinta puntos de principios e intenciones sobre la poesía a modo de disección y denuncia. ¿Por qué decidiste concebirla desde la perspectiva de un manifiesto poético?
Llevo muchos años escribiendo, publicando y editando a otras personas y muchas veces me da la impresión de que hay gente que escribe que se detiene en el mero goce estético. Sin embargo, no se pregunta desde dónde escribe, para quién, qué sentido tiene y qué busca con eso más allá de la recompensa del aplauso y la vanidad.
Tengo unos libros publicados ya y se ha mitigado un poco la ansiedad por publicar. Solamente me apetece hacer algunas cosas concretas que me llamen en cada momento. En este caso eran unas jornadas de poesía en Teruel, fantásticas por cierto, pero donde yo mismo me daba cuenta del grupúsculo cerrado que a veces somos los poetas. Entonces, era una manera también de autocrítica y de plantearme qué hago yo y por qué me abismo así. Por lo tanto, me lo planteé como algo que nos ocurre en común y que podía ser un manifiesto al que se pudiese unir mucha gente.
Además de la originalidad del diseño, se entremezclan el humor, la autocrítica, la transformación y la variación en el uso de la persona. Sobre todo, se enfatiza el nosotros como sujeto colectivo en lugar de la subjetividad individual. ¿Cuál ha sido el motivo de esta elección?
Efectivamente, es un libro conectado con el compromiso con la realidad sociopolítica y ciudadana. Sucede a veces, lo cual es algo que me voy a autocriticar y que también me ocurría con la banda de rock, que quieres hacer una canción que hable de los problemas del mundo y creo que ahí se puede dar el peligro de que sustituyamos la voz de quien salga. Para mí, la palabra nosotros es muy importante porque conlleva una responsabilidad de no suplantar, sino de formar parte de un colectivo. Cuando yo cambio de formas verbales, siempre tiene una intención política.
“La gravedad es la fuerza que sobre todos los poetas ejerce el ombligo hacia su centro” es uno de los versos centrales que mayor conexión tienen con el título. ¿Es una mirada contra la propia vanidad o una reflexión sobre las carencias colectivas?
Me da la impresión de que muchas veces estamos encantados de conocernos. Yo no he mejorado mucho mi escritura. No lo detecto como una cosa que haya mejorado mucho a lo largo de los años, pero, sin embargo, después de publicar y editar, he sido un poco, por decirlo así, como asimilado por el sistema. Soy un poeta de Logroño. Si tú preguntas por los poetas de Logroño, a lo mejor te dan hasta mi nombre. De alguna manera eso lo llevo regular. Yo vengo de lo que es hacer las cosas por ti mismo, del punk, de mis fanzines… De hecho, nuestra propia editorial sigue un espíritu todavía muy fanzinero que nos conecta con aquella época de los años ochenta y noventa cuando justo comenzábamos.
Creo que en el libro están tanto la vanidad como lo colectivo. Cualquiera que escriba y piense que lo suyo merezca la atención de los demás por encima de otras cosas, por ejemplo, que esto es algo que nos pasa a todos los que hacemos algo artístico entre comillas, creo que tiene que ver mucho con la vanidad.
Sin embargo, aparte de la crítica que haces, a la vez también reivindicas la creación. ¿Cuál es para ti el poder de la poesía?
El poder de la poesía es el de acompañar al ser humano. Yo llego a decir en un verso que el poeta es el notario de la civilización. Lo sabemos desde la Grecia antigua con Homero. Contamos y sabemos cosas a través del hombre que canta. Creo que la palabra no tiene el poder de hacer la revolución, pero desde luego tiene que acompañarla. Una de las dedicatorias que repito con este libro es que creo que la poesía es disturbio. Si no es disturbio, no es poesía. Aunque sea un disturbio humilde y pequeñito y hasta personal si quieres, la poesía tiene que ser una transformación y, por lo tanto, una revolución.
¿La literatura puede mejorar el mundo?
Mejorar nuestro mundo desde luego creo que sí. Estamos en una sociedad que cada vez permite menos el reposo y la relectura, que son lo que busca precisamente la poesía, las que necesita la poesía como género. Casi te diría que cumple una función de termómetro de la salud cultural de un pueblo.
En la obra se mencionan palabras como sistema, ideología, política, élite o cognición. ¿Qué importancia tiene hablar de ello desde el ámbito cultural y reivindicar la conciencia de clase?
Yo escribo siempre desde la conciencia de clase de un hijo de personas de pueblo obrero que vinieron a trabajar a una ciudad pequeña. Fue gente que se curró su cultura, se curró todo y ha sacado cinco hijos adelante que encima nos dedicamos varios de ellos a cosas intelectuales. Por lo tanto, creo que tiene todo el valor.
No podría estar escribiendo como un señor de La Moraleja. En la época de los años noventa y la primera década del 2000, si tú querías hacer un disco punk, hacías una canción a la marihuana, otra al maltrato, alguna más y ya tenías tu disco punk. En realidad, eso era un catálogo de buenas intenciones, no una autopsia, que es casi lo que tiene que ser un poema.
Señalas que la poesía es la verdad ante tanta mentira y la ubicas entre el olvido y lo posible. ¿En qué punto se halla en la actualidad?
En la actualidad es un margen del margen. Ni siquiera ocupa un espacio generoso dentro de los márgenes. La poesía es un lugar para imaginar lo posible, como lo es la política y cualquier género que se moje un poco. Recuerdo que María Pombo hace poco decía que leer no nos hacía mejores. Leer no nos hace mejores, pero lo que no nos deja es ser como éramos antes de no leer.
En la última parte de la obra se cita el poema de Rafaat Alareer, asesinado en Gaza. ¿Crees que está cayendo en el olvido el genocidio del pueblo palestino? ¿Cómo puede contribuir la cultura a la memoria?
La última edición del Agosto Clandestino acababa los recitales preguntando si se puede escribir después de Gaza. No creo que es que se tenga y que se pueda, sino que se debe para dejar constancia de que no somos gente indiferente porque realmente la indiferencia nos arrastra a todos. Aunque nos lea poca gente, nuestra obligación es contar las cosas. Los poetas y escritores estamos libres de las urgencias que tiene, por ejemplo, una profesión como el periodismo, la cual también se dedica a escribir, pero con la alarma o la urgencia de lo cotidiano.
En este país estamos acostumbrados a oír que han matado a una mujer y que en el telediario seguidamente se pase a la sección deportiva. Nos hemos acostumbrado a que haya guerras donde sabemos el nombre de todos los muertos de un bando y ninguno del otro. Pienso que al final nos acostumbramos al espectáculo. Nos hemos acostumbrado tanto al fogonazo que ya no nos asusta el fuego. Es algo un poco terrible.
Tienes una faceta multidimensional que abarca la poesía, la novela, el ensayo, la ilustración o la canción. ¿Qué te queda por hacer?
Pues hacer algo de ello bien, ¿no? (risas). Yo sigo haciéndolo porque ensayo una mejor manera de hacer las cosas. No sé qué es lo que querría hacer. Lo que me pida el cuerpo en cada momento. Cuando empecé a escribir la novela, no podía contarlo de otra manera. Quiero decir, las ideas también buscan su forma. Si no sabes hacer algo, lo repites, lo ensayas, fallas y aciertas para hacer lo que sea hasta lograr que tenga más o menos un aspecto digno.
En el caso de la poesía, que es donde más cosas tengo publicadas, me siento completamente aceptado. Creo que me reconocen un poco por el humor de los poemas, ya que siempre intento que haya alguna vuelta por ahí. No sé si puedo hacer mucho más de lo que hago porque mis capacidades son limitadas, pero trabajo para hacer las cosas mejor sin el objetivo de que sean eso. Cada cosa me pide y yo la hago.
«Contra la gravedad de los poetas» estaba pensado para publicarse en otra editorial, pero acaba haciéndolo en Plataforma de poetas por Teruel. ¿A qué se debió dicho cambio?
En primer lugar, por la afinidad absoluta con el proyecto. En Ediciones del 4 de agosto tenemos un proyecto fuera del circuito de grandes focos culturales de este país. Es verdad que Logroño ha mejorado mucho con los años, hay muchas editoriales y autores/as, pero no deja de estar fuera absolutamente de la feria de variedades que son la feria del libro, los suplementos culturales y un montón de cosas.
Cuando escribí el libro, lo hice precisamente en Teruel, donde hay un festival que acababa de montar ese proyecto. Pensaba que solamente iban a editar autores locales. Cuando me invitaron para ver si quería hacer algo, tenía este libro que había sido escrito allí y me pareció que publicarlo en una plataforma cuya propia existencia también comparte un poco la intención del libro lo redondeaba.
Es un proyecto muy bonito en el que ya tienen cinco libros editados y van a seguir sacando más. Es muy importante para las ciudades periféricas que existan este tipo de proyectos más allá de los meramente comerciales, que son muy dignos, por supuesto, pero que podrían hacerse desde cualquier lado. Sin embargo, las cosas que tienen un mensaje de reivindicación o incluso de denuncia de los estados carenciales culturales también creo que son muy importantes. Creo que muchas veces las instituciones tampoco están a la altura porque no lo saben ver hasta que desaparecen o están a punto de desaparecer. En este caso, como hay mucho vigor detrás, espero que aguante mucho tiempo. Ojalá.
El libro tiene ese origen en un fin de semana de encuentro poético en Teruel y en el viaje de vuelta con la también poeta Sonia San Román. Recientemente, presentaste el libro con ella en Logroño. ¿Qué importancia tuvo ese viaje para ti y cómo está siendo la acogida por parte del público?
Soy un privilegiado en muchos sentidos, pero uno de los privilegios más grandes que tengo ha sido haber coincidido con una generación absolutamente brillante de poetas y que hayan querido hacer cosas conmigo: que montásemos una pequeña editorial, que compartiésemos viajes, que pudiese leer antes que nadie sus libros… Además, tenemos la gran suerte de que cada uno es de su padre y de su madre. Aquí no hay una escuela de Logroño y, si la hay, será de repetidores o algo así.
Para mí, es muy importante compartir estas experiencias. En el caso de Sonia, ella estaba con un libro muy doloroso de cambio de ciclo. Entonces lo que hago yo siempre para animar a la gente que está jodida es tratar de divertirla. Me parecía que estaba muy bien que, además de que la poesía te sirva para pasar esos ahogos, también te sirva para pasar desahogos. Sonia es una poeta magnífica y es mi amiga, por lo que no soy objetivo. Sé que a ella el libro también le hacía gracia porque, claro, íbamos comentando los mismos chistes que luego están en el papel.
El poemario cuenta con una hoja final de adhesiones. ¿A quiénes quieres invocar con esta apelación a la resistencia poética?
Desde que salió el libro recibo mensajes en WhatsApp de un montón de autores que me dicen que firman el manifiesto. No quiero invocar más que a la conciencia de algunos autores y el hecho de que se planteen que lo que hacemos tampoco es tan importante, pero que también tiene su relevancia y el rigor lo tenemos que poner nosotros aunque eso marque una contradicción.
Hay que intentar salir de ese tipo de rituales ególatras y formar parte de una sociedad mucho más amplia que incluso no te tiene por qué leer. A veces me pregunto por esa conciencia que tiene cierta izquierda sobre el arte como una cosa burguesa y no como una herramienta útil de formación y transformación.
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