El arte que se queda en la tierra
El viajero que recorra los caminos dorados por la cebada de Santa Lucía de Ocón se encontrará que una extraña mano negra le da la bienvenida. Es una mano oscura, como un guante olvidado que sin embargo saluda colgada de un arbusto. Más adelante, puestas a secar, una docena de manos blancas y negras sorprenden al viajero. Tendidas al sol y al viento, estas manos son parte de una obra de arte.
Esta obra de Michel Herrería, trata de robar la luz al sol de Santa Lucía. Son 22 planchas de papel serigrafiado tendidas en un campo de siembra. Pedazo de luz que bailan con el viento y destacan en el paisaje amarillo del pueblo.
Michel Herrería junto con dos artistas más han participado en la sexta edición de “Arte en la Tierra”. Una iniciativa cuyo principal impulsor, el artista canario Félix Reyes, abandona. Pero eso es adelantar muchos pasos y todavía tememps que detenernos en las obras, extrañas y mágicas, que moldean este paisaje.
Un hombre de cera, arreglado y con corbata da la bienvenida en una zona de gran vegetación. Sus “padres” son Marta Martínez, una escultora riojana y el méxicano Darío Verastegui. La escultora está elaborada con 90 kilos de cera compuesta además por materiales como paja, flores y frutas. Según los artistas representa el retorno del urbanita al mundo rural.
Un chopo de más de 200 años sirve de plataforma para un enorme nido de paja. ¿Quién no ha visto alguna vez un nido de golodrinas colgar de los tejados o ramas? Saber como es por dentro ya es una realidad.
Raquel Monje es la artista que ha creado esta obra para dar cobijo al chopo, centanario y enfermo. Una casa de paja que invita a la reflexión y que habla de las migraciones y de poder colocar nuestro “nido” en algún lado.
Santa Lucía de Ocón, un pequeño municipio, tranquilo y sin mucho ajetreo, se ha convertido en punto de encuentro del arte y la tierra. Muchos han sido los curiosos y visitantes que se han acercado hasta allí para comprobar como vive el arte en la tierra. Y ha valido la pena.
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