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En la piel de un temporero

En la piel de un temporero

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Son la otra cara de la cosecha. Tienen las manos ásperas de trabajar en el campo durante todo el año y por todo el país. Huelva, Extremadura y, este mes, La Rioja. El periodista Lucas de la Cal, de El Mundo, ha vivido con los temporeros unas jornadas para comprobar cómo se desarrolla este oficio precario. Y lo ha hecho en Alfaro, municipio que ha escogido porque Cáritas denunció la explotación laboral que sufren aquí los trabajadores agrícolas.

Es un reportaje que refleja cómo los temporeros necesitan de albergues y beneficencia para salir adelante. A las 6:30 de la mañana esperan en una gasolinera a que alguien les busque para ir a la recogida de la pera, muchas veces sin tener apalabrado ningún trabajo previamente. Según la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Alfaro, el último convenio agropecuario fija en 60 euros el sueldo mínimo que deben de recibir los trabajadores por una jornada de trabajo en el campo. Sin embargo, ninguno de los temporeros preguntados llega a esa cifra.

Cuando llegan a buscarlos, los agricultores negocian sus condiciones de trabajo y les hacen contratos temporales. Pero también están los que alguna vez han sido explotados por 'mafias de intermediación', esto es, redes que captan a los trabajadores y se quedan con parte de su salario, aunque la ley obliga al agricultor a hacerlo directamente. Cáritas ha detectado varios casos en la vendimia riojana, si bien destaca que la mayoría de los agricultores son honrados.

Los temporeros que son contratados trabajan durante 9 horas bajo el sol. Si no ha habido suerte, acuden a Cáritas de Alfaro, donde pueden acceder a ropa, comida y ducha en los polideportivos cedidos por el Ayuntamiento. También se ha habilitado un albergue en una nave industrial, con capacidad para 50 personas, que duermen en colchonetas y sacos. Allí pueden quedarse tres noches gratis. Si tienen contrato, el jefe paga tres euros por noche.

Como refleja el reportaje de El Mundo, el Gobierno de La Rioja obliga a los agricultores a alojar a los temporeros, pero no siempre se cumple y algunos tienen que pagarse el albergue. Otros tienen que dormir en la calle, en parques, portales o aparcamientos cerca de la gasolinera donde, al día siguiente, volverán a probar suerte para ganarse la vida.

FOTOGRAFÍA DE J.CUESTA. EL MUNDO

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