Haro vence en la Batalla del Vino
Haro despierta temprano el 29 de junio, día de San Pedro. La razón no es otra que prepararse para lidiar la guerra más dura de todo el año: la Batalla del Vino. Desde la ciudad, montados en coches, furgonetas, tractores y remolques, un río de personas comienza el ascenso a los Riscos de Bilibio. Ni el frío de la mañana ni el negro cielo que se cernía sobre los Riscos han amainado las ganas de luchar de los participantes. Vestidos casi todos de blanco, con un pañuelo rojo en sus cuellos y con abundantes municiones de vino en sus garrafas, calderos, botellas y todo tipo de utensilios capaces de contener cierta cantidad de líquido, comienzan la Batalla.
Una vez en los Riscos empieza la lucha. Afincados a ambos lados del camino se encuentran, cual francotiradores en los tejados, numerosos vecinos que, cargados con sulfatadoras y calderos, se dedican a decorar las ropas de cuantos osan pasar entre ellos. El objetivo: dejarles morados de los pies a la cabeza, ningún rincón del cuerpo puede quedar sin empapar de vino. Aquí no vale esconderse ni enfadarse con quien te moje, el que llega a la Batalla debe saber que si sus ropas no están por entero manchadas sufrirá el acoso de los demás participantes. El buen humor y la alegría deben ser buenas compañeras de todos los que se acerquen a luchar a Haro.
Todos coinciden en que este año hay mucha menos gente que los pasados, debido a que un lunes es más difícil que acudan desde otras ciudades. “Calculando yo creo que hoy habrá entre 5.000 y 6.000 personas”, comenta uno de los “fracontiradores” antes de empaparnos con su arma, “cuando la fiesta cae en fin de semana se llegan a arrojar unos 40.000 litros de vino, hoy supongo que será la mitad o menos”, sentencia. “Esto sirve de relajación, se sueltan todas las tensiones acumuladas en el trabajo, te desahogas mojando a la gente, además disfrutas viendo cómo se lo pasan ellos”, afirma nuestro amigo.
Pese a ser un día entre semana son muchos los que se han desplazado desde comunidades vecinas para ser partícipes de esta fiesta única. De Bilbao, de Santander, de Vitoria, de Burgos y de Navarra son los que más, pero también los hay que llegan de otros países, como una tímida escocesa que ha sufrido en sus carnes, y en su ropa, la intensidad de la batalla. Pese a terminar empapada a manos de cuantos se han enterado que venía de fuera, a recobrado las fuerzas para afirmar que se lo estaba pasando en grande y que volvería a repetir sin duda la experiencia.
Descendiendo por la cuesta encontramos a un grupo de jóvenes, una de ellas disfrazada de mejicana, que llegan a celebrar su despedida de soltera. Poco queda ya del blanco vestido que lucía a primera hora de la mañana y con la voz quebrada y gotas de vino cayendo por los brazos asegura que este es un día que nunca podrá olvidar. Y es que la Batalla del Vino da cabida a todo el mundo. Desde el más mayor hasta el más pequeño tiene su sitio en los Riscos de Bilibio. No importa con qué se arroje el vino, lo importante es empaparse con él. Y esto no es difícil. Varios tractores del Ayuntamiento cargados con 3.500 litros de vino se encargan de recargar las armas de los que se quedan sin munición y, ya de paso, se dispensan bien a gusto con los que acuden a reclamar más vino. El resto del cargamento lo ponen los propios participantes, quienes aún época de crisis no escatiman con los litros de vino para arrojar al contrario.
Cuenta la tradición que los pleitos con Miranda de Ebro por la posesión de la zona de los Montes Obarenes les llevaron primero hasta Alfonso VI “el Bravo” para que dictara sentencia; al no ser esta muy resolutiva, en 1176 acudieron al rey Alfonso VIII “el Noble”, quien tampoco solucionó el problema. Fue Fernando III “el Santo” el que puso solución a la disputa en la Carta Ejecutoria de 1237, gracias a la cual en 1290 se dictó la sentencia por la que se determinaba que si los habitantes de Haro no acudían cada 29 de junio a los Riscos de Bilibio y colgaban el pendón morado de la villa en lo más alto de la peña los montes y pasos pasarían a ser propiedad de Miranda de Ebro. Los primeros documentos que se encuentran, de 1462, ya hablan de una romería que se celebraba a los Riscos de Bilibio con motivo de lo antes mencionado.
Pese a que todo apunta a que es este el motivo por el cual se celebra la Batalla del Vino parece que la relación es meramente simbólica ya que no es hasta principios del siglo XX cuando se habla de una batalla en la que los participantes se dedicaban a arrojar vino a los demás. En 1932 aparece una poesía en el periódico de Haro, San Pedro, en la que se describe cómo unos cuantos se tiraba vino a la gente, motivo por el cual muchas mujeres ya no querían subir a los Riscos en este día. En 1949 esta guerra tan peculiar recibe ya el nombre que luce actualmente: Batalla del Vino, convirtiéndose posteriormente en una fiesta de interés turístico nacional.
Al son de “alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”, y demás canciones improvisadas, la marea de gente no cesará la fiesta hasta que la última gota de vino esté derramada, corriendo por la ladera de los Riscos de Bilibio. Una vez agotadas las municiones sólo queda el descenso hasta Haro, donde se darán las tradicionales “vueltas” en la plaza de la Paz.
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