La Rioja apuesta por la investigación ante el desafío del cambio climático para el viñedo
La lucha contra el cambio climático y la adaptación a los cambios que conlleva son dos de los principales retos a los que debe enfrentarse el viñedo riojano para garantizar su sostenibilidad a medio y largo plazo. La Rioja mira a ese futuro a través del proyecto Enorregión, que persigue impulsar una transformación sostenible y digital de toda la cadena de valor de este sector estratégico para la comunidad.
Uno de los ejes de actuación del proyecto Enorregión es la generación de conocimiento con una meta clara para La Rioja: el liderazgo en investigación, desarrollo e innovación. Solo a través de la I+D+i puede afrontarse el desafío del cambio climático.
El incremento de la temperatura y el reparto irregular de precipitaciones, con cada vez mayor abundancia de fenómenos y eventos climáticos extremos favorecen problemas de erosión, estrés hídrico, cierto desplazamiento del viñedo, desarrollo de plagas y enfermedades... Todo ello constituye una seria amenaza para el rendimiento y vigor de las viñas y para la calidad de los vinos.
“Quien niega el cambio climático está en una posición de craso error, el problema está ahí afuera”, asegura Enrique García-Escudero, jefe de Servicio de Investigación Agraria y Sanidad Vegetal de la Consejería de Agricultura del Gobierno de La Rioja.
Explica que las consecuencias de este cambio climático se plasman en un desfase de la madurez que se salda con vinos con más alta graduación, con baja acidez o que no satisfacen los requerimientos de calidad actuales.
Es por ello que el Ejecutivo riojano trabaja en la línea de “no solo mitigar los efectos del cambio climático, sino en la adaptación al mismo”. Y para ello, asegura García-Escudero, la clave está en la investigación, la formación y la educación.
Entre las claves para garantizar el futuro de los vinos de nuestra región, este experto subraya que el buen uso del agua será una de las principales herramientas. También abre la puerta a “utilizar lo que aportan los factores geográficos y topográficos”. Por ejemplo, “se puede experimentar con la exposición del viñedo o con su implantación en zonas de mayor altitud”.
La diversidad intravarietal también puede ofrecer ventajas para esa adaptación al cambio. Así, el Gobierno riojano trabaja con clones que se llevan hasta tres semanas de diferencia en la duración del ciclo.
“Hay que estar en alerta, pero no en alarma obsesiva. Tenemos mecanismos y contamos también con la profesionalidad del sector vitivinícola” argumenta García-Escudero.
La colaboración directa con el sector y entre administraciones está permitiendo impulsar investigaciones de calado como el proyecto VITISAD, que tiene por objetivo desarrollar y estudiar prácticas agronómicas que permitan mantener la calidad de los vinos en condiciones de cambio climático y evitar los riesgos medioambientales que provocarían estas futuras condiciones climáticas.
El proyecto se prolongará hasta mayo de 2022 y está integrado por cinco socios dedicados a la investigación vitivinícola del suroeste de Europa: NEIKER (Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario) que actúa de coordinador, la Dirección General de Agricultura y Ganadería del Gobierno de la Rioja, la Dirección General de Desarrollo Rural del Gobierno de Navarra, la Cámara de Agricultura de los Pirineos Atlánticos y el Instituto Francés de la Viña y el Vino (IFV).
La aportación al proyecto asciende a unos 700.000 euros y desde el Gobierno de La Rioja se valora con satisfacción por el impacto que puede tener en la sostenibilidad de un sector fundamental para la comunidad.
Entre las prácticas que se están investigando destacan:
- La puesta en marcha de prácticas de eficiencia en la utilización del agua del riego, empleando diferentes técnicas (goteo aéreo, goteo enterrado y riego por superficie) y asociando también estas técnicas al empleo de cubierta vegetal.
- El uso de cubiertas vegetales como sistema de mantenimiento del suelo, para combatir la erosión, mejorar la calidad del suelo y equilibrar la componente vegetativa y productiva de la cepa.
- Estudio del material vegetal adaptado al cambio climático (variedades antiguas, clones y portainjertos, variedades tardías, variedades más ácidas, etc.) Se estudian clones procedentes del Banco de Germoplasma ubicado en La Grajera, concretamente 30 de la variedad tempranillo y 15 de la variedad graciano.
- Reducción de la temperatura del racimo y control de la maduración mediante el estudio de la topografía de las parcelas y la instalación de redes para sombrear a las vides.
Gracias a la colaboración directa con el sector, el proyecto cuenta con una treintena de parcelas experimentales en España y Francia. La iniciativa contempla también la elaboración de una guía de manejo sostenible del viñedo.
“La investigación es una herramienta básica que genera conocimiento y se puede trasladar al sector”, insiste García-Escudero, que también aboga por la educación temprana sobre el cambio climático y el medio ambiente.
“Debemos ser cautos, pero no catastrofistas. La situación no es fácil y hay mucho que se nos escapa en este ámbito, pero tenemos herramientas”, concluye.
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