Acción de gracias, un santo recaudador de impuestos y la vendimia
Cuando cada septiembre las calles de Logroño se llenan de música, degustaciones y el bullicio característico de las Fiestas de San Mateo, no todos saben que están reviviendo una tradición que hunde sus raíces en los pergaminos medievales del siglo XI. La actividad comercial en Logroño existía ya antes de que Alfonso VI pusiera por escrito su famoso fuero en 1095, aprovechando la privilegiada posición de la villa en el Camino de Santiago, donde mercaderes y peregrinos se detenían naturalmente para el intercambio de bienes. Lo que hizo aquel documento no fue crear el mercado, sino oficializarlo y darle un marco jurídico sólido que protegiera tanto a comerciantes como a la propia villa.
El fuero de 1095, un precioso documento escrito en latín, no instauró los mercados, sino que los regularizó, estableciendo las bases legales para que el intercambio comercial que ya se producía de forma espontánea pudiera desarrollarse con seguridad jurídica. Alfonso VI concedió a sus vecinos la “ingenuidad de sus bienes y la libertad de sus personas”, permitiéndoles “comprar y vender libremente tanto bienes muebles como inmuebles”. Era un reconocimiento oficial de una realidad comercial preexistente, pero también una apuesta de futuro que transformaría definitivamente el carácter de la ciudad.
Un siglo después, el 7 de febrero de 1195, Alfonso VIII dio un paso más con la concesión del privilegio de celebración de ferias. Este documento no solo confirmaba la tradición comercial ya consolidada, sino que la elevaba a una nueva categoría al eximir a los comerciantes de pagar impuestos durante la feria anual. De los dos grandes mercados anuales que se celebraban, el más importante tenía lugar en el día de Acción de gracias, en septiembre, cuando los riojanos agradecían las cosechas recogidas con actos religiosos. Esta combinación de comercio, religiosidad y celebración de la abundancia encontró en San Mateo, el antiguo recaudador convertido en santo, su símbolo perfecto.
La elección de septiembre para la gran feria no era casual: era el momento óptimo cuando las cosechas estaban recogidas, los graneros llenos, y los caminos aún permitían el tránsito seguro antes de la llegada del invierno. Los mercaderes podían ofrecer los productos de la tierra junto a las mercancías que traían de sus largos viajes, mientras los lugareños disponían de recursos frescos para adquirir lo que necesitaran para los meses fríos. El agradecimiento religioso por los frutos obtenidos se mezclaba naturalmente con la actividad mercantil, creando esa atmósfera festiva que caracteriza hasta hoy nuestras celebraciones.
Pasó el tiempo, las fiestas se siguieron celebrando y fueron evolucionando. Así, el salto definitivo hacia la configuración moderna de los Sanmateos se produjo en 1957, cuando por primera vez se celebraron oficialmente como “Fiestas de la Vendimia y de San Mateo”. Esta transformación no fue casual: se trataba de potenciar la identidad riojana vinculada al vino, conectando la antigua tradición del día de Acción de gracias con el momento álgido de la cosecha de la uva. El ritual festivo se organizó en torno al pisado de la uva y al desfile de carrozas homenajeando al mundo del vino, manteniendo los elementos tradicionales, pero añadiendo la dimensión específicamente vinícola que caracteriza incluso hoy en día a La Rioja. Así, las fiestas medievales de agradecimiento por las cosechas se reinventaron como celebración específica de la vendimia, sin perder su esencia de festividad de la abundancia y la gratitud.
Las actuales Fiestas de San Mateo no son, por tanto, una invención moderna ni el resultado de una decisión administrativa medieval aislada, sino la evolución natural de una actividad comercial que se desarrolló orgánicamente durante siglos. La tradición que se inició de forma espontánea en los primeros tiempos del Camino de Santiago logró institucionalizarse gracias a los fueros y privilegios reales, adaptarse a los cambios históricos, y pervivir hasta nuestros días manteniendo su esencia: la celebración comunitaria del intercambio, la abundancia y el agradecimiento por lo recibido.
Dicho todo ello, solo espero que disfruten de las Fiestas de San Mateo, que no cometan muchos excesos y que no se olviden de que mientras aquí celebramos la vida, la vendimia y la abundancia, en Gaza sigue el genocidio del pueblo palestino.
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