Un planazo veraniego
La Rioja está llena de planazos para aprovechar los ratos ociosos del verano. Uno de ellos, probablemente el más conocido (y que me perdonen todos los demás) son las Crónicas Najerenses. Estas representaciones, que se vienen llevando a cabo desde 1969 en torno a la festividad de Santiago Apóstol, sea o no festivo en nuestra región, tienen un origen muy similar al de otras recreaciones. Un año antes de que comenzasen su andadura, cuando el historiador najerino Justiniano García Prado leyó su obra “La Paloma y el Azor”, basada en la historia de su ciudad y del rey García de Nájera. El entusiasmo que despertó entre los asistentes fue tal que decidieron convertir este guion en un espectáculo teatral para dar a conocer la historia medieval de la ciudad.
Estas representaciones recrean diversos momentos de la historia de Nájera, desde sus primeros pobladores berones hasta el esplendor del Reino de Nájera en el siglo XI. Además, se han convertido en un evento de gran relevancia dentro y fuera de La Rioja, tal y como demuestran los galardones y reconocimientos que han recibido a lo largo de todo este tiempo.
Sin duda, es un planazo. Seguro que están esperando a que ahora hable sobre lo que se representa, entre en detalles, valore… Sin embargo, como medievalista que una es, lo que me llamó la atención desde un primer momento es la relación entre el nombre de estas representaciones y la Crónica Najerense del siglo XII. Por ello, no comentaré las Crónicas, sino la Crónica.
No voy a engañarles: lo que tienen en común es el título. La Crónica Najerense es uno de esos textos que las historiadoras utilizamos como fuentes con cierto cuidado, porque no todo lo que contienen es real, pero que resultan indispensables en nuestro trabajo. No conocemos el nombre de sus autores, como ocurre con la mayoría de las Crónicas medievales, pero sabemos que fue escrita por un monje de Santa María La Real hacia mediados del siglo XII (aproximadamente entre 1150-1160), que entonces era un priorato de la poderosa abadía francesa de Cluny. Este primer dato ya resulta relevante en sí mismo, ya que el fundador, García el de Nájera, no tenía en mente fundar un monasterio. Tal y como señaló Cantera Montenegro, es mucho más probable que su intención fuese que este centro religioso funcionase como sede episcopal, para competir con la de Valpuesta y eliminar el influjo que esta sede castellana tenía en sus territorios.
Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de analizar el contenido de esta crónica es el momento en el que fue creada. La obra se inscribe en el contexto de las tensiones políticas y religiosas de la época, cuando los monasterios riojanos buscaban mantener su posición e influencia tras la incorporación del Reino de Nájera a la Corona de Castilla. Narra la historia de los reinos hispánicos desde una perspectiva particular, prestando especial atención a los acontecimientos relacionados con Nájera y su región. La obra abarca desde los tiempos visigodos hasta el siglo XII, pero dedica especial atención al período del Reino de Nájera y sus monarcas.
Es en este punto donde se pone interesante. Al menos para mí, que he estudiado la creación de la imagen negativa de don García. Volveré a hablar sobre el rey, pero de momento solo dejaré por aquí unos detalles sobre el contenido de la Crónica Najerense. El texto nos presenta a un rey iracundo, enfrentado con su hermano Fernando I de León y Castilla y con prácticamente toda su familia. No olvidemos que uno de los episodios en los que el autor de la crónica se recreó fue la acusación de adulterio contra su madre, por la que tuvo que peregrinar a Roma para expiar su pecado. Por el contrario, Fernando aparece retratado como un buen rey, temeroso de Dios. Vamos, el hermano bueno.
Esta caracterización poco favorable de García el de Nájera no parece ser casual. Los monasterios riojanos, especialmente los vinculados a Cluny como Santa María de Nájera, habían experimentado cambios significativos tras la anexión del reino navarro-pamplonés por Castilla. En este contexto, presentar una imagen crítica del último gran rey najerino independiente podría responder a una estrategia política: justificar la integración en Castilla y congraciarse con los nuevos señores castellanos.
De esta manera, la Crónica Najerense medieval no solo constituye una fuente histórica sobre el pasado de la región, sino también un testimonio de las tensiones y adaptaciones políticas de los monasterios riojanos en el siglo XII, que buscaban mantener su influencia y privilegios en el nuevo contexto político castellano. Esto va a ocurrir en otros cenobios, como San Millán de la Cogolla, donde también se hará un esfuerzo creativo para reforzar esa imagen negativa del último rey pamplonés de la región.
Y es así como las historiadoras tenemos que trabajar: cuidando no creer a pies juntillas lo que nos cuentan las fuentes, contrastando las crónicas con otro tipo de documentos y, en caso de duda, no afirmando cosas sin tener pruebas suficientes. Es complicado, pero al mismo tiempo muy gratificante. Como les he comentado, volveré a hablar sobre este rey, que además es mi favorito, pero eso será más adelante, cuando toque volver a hablar de otra representación en la que aparece como uno de los protagonistas.
Mientras, disfruten de los planazos del verano. Y cuídense del calor.
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