Rusia, a las urnas

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Entre la represión contra los opositores y la desconexión total con la OSCE, Rusia celebra hoy elecciones parlamentarias, un fuerte indicativo de la opinión pública sobre la labor de Vladimir Putin al frente del Ejecutivo. El presidente ruso ha controlado cualquier tipo de manifestación en contra del Gobierno y ha solicitado sin ningún tipo de tapujos el voto para su partido, Rusia Unida, del que es cabeza de lista.

El país lleva inmerso un período de silencio electoral antes de que 108 millones de electores rusos empadronados y con derecho al sufragio depositen su papeleta para renovar los 450 escaños de la Duma, para el quinto período legislativo. Pero estas elecciones son mucho más que un plebiscito de la confianza ciudadana al curso seguido por el presidente Vladimir Putin en los últimos cuatro años: algunos expertos consideran que la elite política busca conseguir en las urnas un respaldo a los planes oficialistas para mantener a Putin en los resortes del poder, como primer ministro tras las presidenciales.

Y es que la campaña presidencial se puso en marcha el pasado día 28, coincidiendo con el desarrollo de los mítines y convocatorias para las legislativas. Si las elecciones a la presidencia se desarrollan de la misma forma que prevén los sondeos de cara a los comicios a la Duma, Putin gozará de un apoyo prácticamente sin precedentes. De momento, casi un 60 por ciento de los rusos depositarán su voto a favor de Rusia Unida, según una encuesta publicada por la Fundación para la Opinión Pública, instituto con sede en Moscú.

RUPTURA CON LA OSCE

A pesar de que las elecciones legislativas rusas serán seguidas de cerca por más de 350 observadores internacionales, entre ellos no estará ningún representante de Oficina de Defensa de la Democracia y Derechos Humanos (OIDDH) de la OSCE, que ha rechazado enviar a delegado alguno. Sin embargo, sí estarán miembros de la asamblea parlamentaria de la organización europea, aunque su efecto es limitado.

La decisión se tomó ante “los continuos retrasos y restricciones de Moscú para conceder autorización y visados a los inspectores”, informó Christian Strohal, director de la OIDDH, rama de la organización presidida por Miguel Ángel Moratinos encargada de la supervisión de los procesos electorales en Europa.

Sin embargo, la OSCE pretende seguir muy de cerca el resultado de estos comicios a través de la presencia de los más de 280 observadores que en estos momentos están acreditados, a la espera de la formalización del proceso para casi otro centenar antes de hoy, según el presidente de la Comisión Electoral Central (CEC), Vladímir Churov.

“Espero que los observadores internacionales permitan organizar las elecciones limpias y democráticas en Rusia”, declaró Churov a los medios de prensa ayer mismo, tras reunirse con observadores internacionales en la sede de la Duma de Estado.

Pero las diferencias entre Moscú y la OSCE no son nuevas. El tribunal electoral ruso ya había puesto objeciones al número de observadores y pidió reducirlo a 70, en contraste con los 465 que se enviaron para cubrir las elecciones parlamentarias de hace cuatro años. Las suspicacias en torno a la legalidad de las elecciones aumentaron en octubre, cuando Putin anunció que su nombre estará incluido en la lista de candidatos de su partido, dejando abierta la puerta a su futura elección como primer ministro.

Putin, por cierto, ha responsabilizado de este incidente a una 'mano negra' desde el Gobierno de Estados Unidos. A principios de semana el presidente ruso, citando a sus propias fuentes de inteligencia, afirmó que la OSCE había actuado “siguiendo nuevamente los consejos de Estados Unidos” y advirtió de que el comportamiento de Washington será “tenido en cuenta la próxima vez que Rusia se vea las caras” con los estadounidenses.

Este conflicto está directamente relacionado con las críticas rusas hacia la propia esencia de la organización europea. El propio representante permanente ruso en la OSCE, Alexei Borodavkin, afirmaba al diario 'Moskovskiye Novosti' que “el papel de la OSCE como factor de seguridad en el escenario euroatlántico está disminuyendo”, al tiempo que criticó que la organización se haya convertido en un instrumento de “intereses políticos por parte de algunos países que daña el principio fundamental de la OSCE, la garantía de igualdad entre sus participantes”.

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