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Secuelas del 15M, tras la acampada y la política institucional

Imagen de archivo del 15M

Víctor Honorato

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Transcurridos 10 años desde el 15M, sigue habiendo entre los participantes la misma aversión a erigirse en depositarios de las esencias de un movimiento popular que transformó España. O que quizás no la transformó en absoluto, porque las opiniones de algunos implicados, recogidas con ocasión de la efeméride, son tan diversas como heterogénea fue la explosión de descontento popular de hace un decenio, a raíz de la crisis del capitalismo financiero globalizado y su expresión en el colapso patrio del ladrillo, de la juventud precaria, de la rigidez institucional y de las demás tensiones sociales que entonces se desataron. Si hay un legado que perdura, en lo relativo al avance de la democracia, o si la oportunidad se frustró por errores propios o ataques externos, es algo que sigue suscitando debate en Madrid, en Barcelona o en Sevilla, según algunos de quienes estuvieron en el origen, dieron el salto a las instituciones y hoy están fuera de la primera línea.

De la transformación de la manifestación del 15 de mayo de 2011 en Madrid en acampada en la Puerta del Sol recuerda Marta G. Franco, que allí estaba, su carácter fortuito. “Al fin de la 'mani' hubo una carga policial porque hubo un grupo que seguimos hacia Callao. Después de correr nos reunimos en Sol, donde había gente hablando de acampar. Yo no lo había planeado, y creo que nadie lo planeó seriamente. Pero pasó”, recuerda. La calle se convirtió en escenario de la indignación por todo el país. Las asambleas de barrio, el surgimiento de la plataforma antidesahucios o las marchas de la dignidad dieron continuidad al movimiento una vez desalojadas las plazas. Con el posterior surgimiento de las candidaturas municipalistas, Franco, periodista de profesión, se implicó en Ganemos Madrid y gestionó durante la legislatura de Manuela Carmena las redes sociales de la alcaldía. “Las instituciones tienen unas características, unas posibilidades y unas obligaciones totalmente distintas. También, ganamos muy rápido. No dio tiempo a construir una organización, un proceso de base con gente movilizada en los barrios que habría sostenido una alcaldía más fuerte y con más arraigo. Y pasó lo que pasó”, reflexiona.

En la lucha contra los desahucios en Barcelona bregó Gala Pin, que después fue edil de Barcelona en Comú, responsable del distrito de Ciutat Vella y ariete contra los fondos inmobiliarios buitre durante el primer mandato de Ada Colau. Pin no niega la importancia del 15M, pero opone que el interés por la “nostalgia movimientista” no lo suscitó, por ejemplo, el 30º aniversario del movimiento de insumisión al servicio militar. “El paso por la institución proporciona una visión más compleja de la realidad”, indica Pin, que aprendió que “vivimos en un falso espejismo de la idea de consenso, donde generalmente se defiende generarlos en torno a unos determinados actores que excluyen al resto” y que parte de la tarea de los que venían de fuera ha sido “ampliar ese mapa”. La exedil señala, en este sentido, que “es importante aprender del 15M para que opinen los que vayan a ser afectados por cada cuestión, no quien va a generar beneficios”.

En Catalunya, el 15M se mezcla con el auge del independentismo, un proceso que no está aún bien descrito, en opinión de Pin. “No hemos hecho suficiente reflexión sobre los vasos comunicantes, pero sí creo que el 15M fue uno de los precursores del movimiento de desobediencia civil masiva que fue el 1 de octubre [de 2017, fecha del referéndum]”, apunta. En ese proceso estuvo María José Lecha, que fue candidata a la alcaldía por la CUP en 2015, como independiente, tras una larga trayectoria sindical en la sanidad. Tras tres años como concejala, se marchó. Ahora está jubilada y vive en una aldea de los Pirineos. “El que se quiera apropiar del 15M es un ladrón”, previene. En su opinión, el movimiento fue “una gran prueba de que el poder popular existe […]. La idea era que hubiera una semilla que se fuera consolidando para crear un contrapoder a las instituciones”. A partir de entonces también surgieron las primeras porosidades, según recuerda, entre colectivos soberanistas, espoleados por la poda en el Tribunal Constitucional del Estatuto de autonomía aprobado por el Congreso (a su vez con recortes respecto del aprobado en el parlamento catalán) y otros a priori ajenos al nacionalismo, como los anarquistas. 

Ramón Espinar, que estuvo en el colectivo Juventud sin Futuro (uno de los precursores del 15M), dio el salto a Podemos, donde llegó a ser senador, y acabó dimitiendo en 2019, en medio de las luchas intestinas tras el cisma madrileño de la formación. Espinar divide el ciclo del 15M en tres etapas, que se cerrarían, respectivamente, con el surgimiento de Podemos (tras las 'marchas de la dignidad') en 2014, la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018 y la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno un año después. Su balance es crítico. “El 15M representa un fracaso generacional. Nosotros veníamos a refundar este país y a protagonizar una segunda transición y no hemos sido capaces”, lamenta, aun celebrando “cambios sustanciales en la política española” como la sacudida a la monarquía, abdicación mediante, o la quiebra del bipartidismo. También el consenso sobre la “intolerable” gestión económica de la crisis de 2008, que ha dado pie a que, con la pandemia, haya “elementos de gestión económica” que tengan más en cuenta a las mayorías. El expolítico entiende, no obstante, que el ciclo se ha cerrado con una “restauración del orden anterior” tras la que Unidas Podemos ocupa, con matices, el papel histórico del Partido Comunista.

Sobre fracasos y posos

Más que crítico, derrotista, se muestra el abogado Juan Moreno Yagüe, que adquirió notoriedad por ser uno de los impulsores de las querellas contra Rodrigo Rato al calor del 15M, fue diputado regional en Andalucía y acabó disputando el liderazgo de Podemos a Pablo Iglesias. “Hemos pasado de 'democracia real ya' y 'no somos mercancía en manos de políticos y banqueros' a estar completamente en sus manos, a hablar solamente de lo que quieren los políticos y a estar divididos en bandos otra vez […] No hay justificación ni posibilidad de ponerle parches a esto. Ha salido muy mal”, lamenta, aunque salva que “los de la Transición han desaparecido de los cargos públicos” y que las relaciones tejidas en los años de primera efervescencia se hayan mantenido. “Queda mucho conocimiento acumulado, amistades y lazos. Hemos madurado; envejecido, muchos. Esa materia humana está ahí y se puede volver a usar”, señala.

No tan severo es José Candón, profesor universitario, autor de un libro sobre la revolución que supuso el 15M en la comunicación a través de las redes, capaces, en primera instancia, de superar a los medios tradicionales a la hora de fijar la agenda. “Sí hay un legado. Aunque desde las instancias de poder no se hizo mucho caso y en los medios se minusvaloró, 10 años después seguimos hablando de ello”, indica, e ironiza: “Me recuerda a cuando el presidente francés [Nicolas] Sarkozy dijo que había que acabar con el espíritu de mayo del 68, cuatro décadas después”. Candón, que trabajó con Podemos en el parlamento andaluz en su primera irrupción, entiende que el movimiento se quedó “a medio camino” en sus objetivos, pero que “la lucha por la dignidad, los derechos y la democracia no se debe menospreciar”. También alerta, aquí también, contra el centralismo: “La Puerta del Sol fue un símbolo importante, pero el 15M no nació en Madrid; fue en todos lados”.

Para Marta Franco, el 15M “desplazó muchos marcos en el debate público, que tienen que ver con feminismos, pero también con anticorrupción, transparencia, participación o medioambiente. Ahora hasta el PP dice que es feminista, a veces”, apunta, y destaca igualmente el rol de “escuela de empoderamiento para mucha gente que aprendió que se podía juntar con sus vecinas y tejer redes de apoyo mutuo”, que se ha vuelto a manifestar, por ejemplo, en las despensas vecinales de los barrios madrileños con ocasión del confinamiento por el COVID.

Gala Pin apuesta por recordar el grito de “no nos representan” y darle nuevo sentido. “La población migrante y racializada ya no es que no esté representada, sino que en muchos casos ni siquiera tiene derecho a voto. Este es uno de los elementos que estaban muy presentes en el 15M, y ahora hay que desviar un poco la mirada; la democracia se ensancha cuanto más son aquellos que tienen protagonismo a la hora de construirla”, defiende. María José Lecha afirma: “No hay desahucio sin vecinos en la puerta, ese es el poso”.

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