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Sobre este blog

Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.

Por Lu

Aires exóticos en Baiyor

Kanom gib

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Cada vez me resulta más complicado elegir un sitio para tratar de degustar una comida agradable, y escribir sobre la misma, en el barrio: por una parte ya he probado la cocina de una buena cantidad de establecimientos, por otra parte, con el coronavirus han cerrado otra buena cantidad de locales. Por suerte, no me dejo condicionar por algunos lectores (saluditos), sino solo podría hablar de sitios donde pusieran garrafón y/o picoteo de lo peorcito y acabaría escribiendo textos algo ácidos, sin Almax (qué gracia); mi deseo es hablar de sitios donde se come bien pero no siempre es fácil encontrarlos.

Bueno, en esta búsqueda de una cocina sabrosa en el barrio, elegí un restaurante tailandés, Baiyor; al final, este tipo de cocina, en cualquier gran ciudad, ofrece comida de calidad media y reconfortante. Aunque todo lo propio de este país, véase muebles y decoración en general, locales chillin chillout, música relajante o bodas exóticas de gentes venidas a más no es lo mío, la cocina tailandesa sí me va. Es una cocina donde cada ingrediente cuenta tanto desde el punto de vista del sabor como de la estética y de la textura y, por influencia India, los platos suelen elaborarse con un enfoque saludable, ritual (poco uso de la vaca) e, incluso, medicinal; de ahí que las frituras no sean algo característico de la cocina tailandesa sino un legado chino, como el coronavirus.

No tengo ni idea de música tailandesa, excepto esos temazos relaxing propios de locales de playa todos blanquitos con budas y velas por todas partes que me ponen mala o, en su defecto, de aeropuertos con dudoso gusto musical. Afortunadamente he encontrado algo de música tailandesa menos laxante (1ª acepción de «laxar» en el diccionario de la RAE).

La decoración del lugar es particular, como el patio de mi casa.

Por una parte tiene una estantería, iluminada y agradable, como la que podría haber en cualquier hogar, con libros, algún templete y un popurrí de objetos decorativos varios.

Por otra parte, tiene un banco corrido con cojines de alegres colores, madera, tapices orientales, espejos y, supongo, adornos propiciatorios. Continuando hacia el interior, hay otra sala similar.

Bueno, vamos a la cuestión fundamental: comer. Pedimos agua 500 cl (2,20 €), un poco cara. En vinos me dan a elegir entre verdejo y chardonnay, me decanto por una copa de chardonnay de Gran Feudo (3,50 €), nada del otro mundo, tenía ese paso denso que presentan algunos blancos mal cuidados, no sé si porque la botella estaba abierta hace tiempo o por mala gestión de la temperatura. Gusto pesado con ligero matiz de pomelo pasado de años, perfecto para un buen dolor de cabeza. Caro para lo que es.

M. elige una cerveza Singha (3,50 €), otra que no aporta nada, ligera, agua teñida de amarillo con burbujas, también cara para lo que es.

De primero, un plato emblemático de la cocina tailandesa, tom kha kai (8 €). Caldo de pollo con leche de coco, champiñones, tomatitos, galanga —rizoma similar al jengibre aunque menos cítrico—, también hojas de lima kaffir y hierba limón. Esta última le aporta al conjunto, muy suave, un toque ácido estupendo. Tanto el rizoma de galanga como la hierba limón no son muy agradables al tacto por su carácter fibroso. Si estás acostumbrado a comer patas de silla de bambú o de madera, entonces bien, en caso contrario recomiendo apartar estos ingredientes que, en cualquier caso, aportan un sabor picante y alimonado muy reconfortante a esta sopa de pollo con leche de coco. Los champiñones, por su parte, aportan textura y ese sabor a carne propio. El tomate creo que es perfectamente prescindible, supongo que lo ponen para occidentalizar o para dar color pero no pinta nada. El cilantro y las hojas de lima kaffir le van fenomenal para intensificar el sabor limonero y dar ese aroma penetrante, algo especiado, a madera y a lima, que proporcionan dichas hojas. Estas últimas también recomendaría apartarlas si no eres dado a comer papel de estraza. En conjunto resulta un caldo delicadamente cremoso muy agradable, cálido, ligeramente dulce, por la leche de coco, y ligeramente ácido, por los ingredientes previamente mencionados donde el pollo es meramente un invitado fantasma.

Después, pad thai khung (12,50 €). Tallarines de arroz salteados con zanahorias y espinacas y una suave salsa dulce de tamarindo, langostinos a la plancha, cacahuetes tostados y picados y brotes de soja frescos. Además, te ponen limón si quieres dar un toque cítrico al conjunto. Los tallarines de arroz presentan textura blandita, no son al dente como la pasta italiana, y absorben perfectamente la salsa para un bocado meloso en contraste con la textura de los cacahuetes y de la soja fresca y el aporte marinero de los langostinos, ¡estupendos!

Resulta un plato muy sabroso, donde cada ingrediente aporta su pizca de sabor que se mezcla bien con el resto pero, también, se distingue perfectamente del mismo. Muy rico.

Es el turno de panang khung (14,00 €). Langostinos en salsa de curry rojo con leche de coco y hoja de lima kaffir. Muy delicados con su salsa ligera de curry rojo, toque de aceite de cacahuete y aroma cítrico, a lima y a las hojas previamente mencionadas. Los langostinos, de nuevo, estupendos, firmes y marinos, y la salsa resulta suave y agradable, muy aromática, fresca.

Seguimos con muu ka prao (13,50 €). Salteado de cerdo con pimiento rojo, albahaca, tirabeques y salsa picante. Un plato sabrosón, en el que la albahaca tailandesa queda dominada por el chile del mismo país aunque de origen remoto, véase el despiece.

Es perfecto para despejarte las vías aéreas, sales sin sinusitis al menos durante un día. La salsa picante es picante, pero también tiene unas agradables notas dulces, los tirabeques y los pimientos rojos aportan textura dura y el cerdo textura flexible, el sabor que prevalece es el dulce-picante. Estupendo.

Para acompañar, khao hom mali (3 €), arroz jazmín, con ese curioso aroma a madera, a veces a cajón de mueble cerrado, que tiene este tipo de arroz y su textura levemente pegajosa. Va perfecto con el último plato, para suavizar el picante. El arroz es el ingrediente fundamental de la alimentación tailandesa y lo cocinan de un montón de formas, aquí lo ofrecen también salteado y en una versión compacta, khao niew. Al parecer la palabra con la que se denomina el arroz, «khao», es sinónimo de «comida», así que te puedes armar un buen lío, si pretendes expresarte en su idioma, y acabar desayunando arroz aglutinado o un pollo al curry rojo, mejor si te manifiestas en inglés.

Por haber confirmado la reserva el día anterior y no ser posible luego ir a cenar porque el restaurante cerraba por la noche, nos regalan kanom gib, cuatro saquitos de pasta de trigo rellenos de una mezcla triturada de cerdo y langostinos cocidos al vapor, delicados y con agradable gusto donde prevalecía el marisco. Iban decorados con germinados y un pensamiento encima, a saber de qué pensamiento se trataba.

De postre, roti (5,90 €). Masa frita rellena de plátano y Nutella, bañada con sirope y acompañada de chocolate. Los triangulitos son crujientes y de masa fina y quebradiza, recuerda un poco la de los bartolillos, y el relleno interior de plátano y Nutella resulta cremoso. Para contrastar, incluye nata y helado de chocolate, además de una frambuesa y arándanos. Son bastante dulces y agradables, la masa está muy lograda, delicada y crunch que te crunch, aunque yo no soy muy fan del plátano el conjunto resulta logrado.

Nos regalan una infusión de hierba limón, que venía bien porque daba calorcito aunque no sabía a nada más que a agua hervida, pero a infusión regalada no le mires el diente.

Este sitio está muy bien si buscas sabores y aromas exóticos, frescos, con hierbas, salsas y especias que contrastan en un todo armonioso. El local es agradable y la relación calidad-precio es correcta. Es perfecto para ir con amiguis y probar varias cositas.

 Web Baiyor

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