De cervezas por la historia de Madrid
La cerveza rebosa del vaso de caña y cae mojándolo. Una vez consumida, finas líneas paralelas de espuma quedarán como testigo de la caña madrileña bien tirada, estratos arqueológicos de un costumbrismo de bar que, como tantas tradiciones, no lleva entre nosotros tantos años como pudiéramos pensar. La cerveza no estuvo ahí siempre. O sí, como veremos a continuación, pero no como ese elemento ineludible de las reuniones sociales que es hoy. España siempre fue tierra de tintorro, pero Madrid y el barrio han ido construyendo también una importante tradición cervecera. Vamos a degustarla.
Historia de las cervezas: de Iberia al Madrid de hoy
Familiares directos de la cerveza en la península pueden rastrearse hasta la prehistoria, de hecho los restos más antiguos de Europa se han encontrado en vasijas en Ambrona (Soria) o la cueva de Can Sadurní (Barcelona). Durante el Imperio Romano era habitual el consumo de una bebida elaborada a base de trigo y hierbas llamada celia (en honor a la diosa Ceres) que bien podría considerarse antecedente de la actual cerveza. No fueron los siglos de dominación musulmana desde luego un buen acicate para el esplendor de este ni ningún otro brebaje alcohólico, aunque la cerveza siempre estuvo presente, y ya en la Baja Edad Media encontramos, por ejemplo, el lúpulo representado en la catedral de León.
La cerveza digna de tal nombre llega del norte -de Flandes- junto con Carlos V que, cuando ha de venir a vivir a Castilla, trae consigo a su maestro cervecero para hacerle más livianos los cambios de residencia e idioma. Curiosamente, la primera fábrica de cerveza llega a Madrid antes que la capitalidad, pues el monarca decide instalarla en la ribera del Manzanares, famoso en aquellos tiempos por la calidad de sus aguas. La producción se puso en marcha en 1537 y la fabricación continuó con Felipe II, aunque con el crecimiento vertiginoso de una ciudad que, ahora sí, acoge la corte, pronto se concedieron algunas dispensas más para la elaboración de cervezas.
Se cuenta que el viejo Carlos V, retirado en el monasterio de Yuste y sin dientes ya que le permitieran comer, tenía siempre en el alfeizar un trozo de pan remojado en cerveza, para ablandar el pan y dar buena cuenta luego del líquido.
No era de todas formas la cerveza aún la bebida popular que es hoy en día en Madrid. Sin las actuales técnicas de refrigeración industrial ni la tradición cervecera del norte, a menudo se trataba de bebedizos que habían de ser rebajados con limón, y que competían con otros refrescos hoy olvidados como el agua de nieve con garrapiñadas, elaborado con la nieve derretida de los Pozos de Nieve de Barceló, u otras menos de moda hoy, como la horchata o la limonada, que se vendían en puestos ambuantes y botillerías.
Es a mediados del XIX cuando la cerveza va ganando en popularidad, y en el siglo XX, con el paréntesis de la postguerra - no había materia prima ni monedas en los bolsillos – cuando se convierte en el omnipresente social que es hoy en día, sobre todo a partir de la llegada del turismo en los sesenta y setenta. Hoy, nuestro país es el cuarto productor europeo de cerveza, y nosotros no concebimos ya nuestros bares sin serpentín y tapa.
Santa Bárbara: unos pioneros
La cerveza madrileña por excelencia del Madrid Galdosiano fue la Santa Bárbara, que se elaboraba junto a la puerta del mismo nombre, en lo que hoy conocemos como plaza de Alonso Martínez.
En 1815 abrió en el número 2 de la calle de Hortaleza la fábrica, que pronto consiguió el favor de la sociedad madrileña de la época. Muy apreciada fue la cerveza Damas, de la que se decía “parecía vino de champaña”. Se vendía a mediados del XIX a tres reales la botella grande y dos la pequeña en distintos despachos de la ciudad, aunque el más conocido estaba en la misma fábrica, del que es heredera la famosa Cervecería Santa Bárbara, de la plaza del mismo nombre, que hoy sirve Mahou pero sigue conservando la fama de ser uno de los sitios donde mejor se tira la caña.
Hijos de Casimiro Mahou: el comienzo de una historia de amor
En 1890 se funda Hijos de Casimiro Mahou, fábrica de cerveza y hielo de la calle de Amanielque llega para tomar el relevo a la Santa Bárbara como cerveza favorita de los madrileños.
El viejo edificio de ladrillo de Amaniel fue convertido después en sede del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, y allí se encontraron los archiveros toda la documentación de la vieja fábrica, que aún hoy custodian bajo el nombre de Fondo Mahou, y que fue objeto el año pasado de una exposición en su actual sede, curiosamente otra fábrica de cervezas: la de El Águila. Actualmente, y tras una intensa intervención arquitectónica, el edificio alberga el Museo ABC de Dibujo e Ilustración.
En los años sesenta la Mahou se va del barrio a la fábrica del Paseo Imperial -recientemente derruida- donde hace ya años que no se fabricaba tampoco las cerveza más gata. En el barrio aún nos queda El Cangrejero, cervecería tradicional situada junto a la antigua fábrica conocida por todo el mundo como “el bar de la Mahou”
Fábrica Maravillas: la vuelta a lo pequeño
Si las láminas clásicas de Mahou que suelen ilustrar los bares capitalinos son buen exponente de un momento – el de la eclosión de las grandes cerveceras modernas a finales del XIX – quizá la Fábrica Maravillas pueda algún día ser recordado como buen ejemplo de un fenómeno recién llegado: el de las microcervecerías.
Recientemente hablamos en el periódico de la Fábrica Maravillas, una cerveza artesanal que se cocina desde hace poco en la calle de Valverde “como se hacía hace 200 años” pero con los adelantos con los que contamos hoy. Una marca pequeña pero ambiciosa para tiempos de vuelta a lo artesanal, y un nuevo eslabón en la historia de la estrecha relación del barrio con la rubia.
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