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Lectura de poemas

Somos Malasaña

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Puede que el Bukowski Club corra el peligro de morir de éxito, pero sus 'jam sessions' de poesía son todo un clásico de Malasaña y de Madrid.

Se pueden leer un máximo de 3 poemas por persona. Sólo hace falta apuntarse en el mismo local a la lista de lectores.  Si se llega a las 23.00 , sólo se puede leer uno. La cita, a partir de las 21:30 horas. Se ruega que después de leer los poemas propios los autores se queden a escuchar los de sus compañeros...

Dónde: Bukowski Club, San Vicente Ferrer, 25.

Cuánto: Gratis

Cuándo: Todos los miércoles.

René Fuentes

Por favor, a quien me pueda atender y responder:



Soy un poeta y escritor cubano que vive hace muchos años en Uruguay. Estaré del 9 al 12 de septiembre en Madrid y quisiera compartir un rato de lectura y conversación con poetas españoles.



Copio a continuación mi reseña biográfica y algunos poemas de mi libro más reciente (Premio Onetti 2013).



Muchas gracias y saludos cordiales,

René Fuentes



René Fuentes

fuentes.ren@gmail.com







(Bayamo, Cuba, 1969) es poeta, narrador y dramaturgo. En su país de origen obtuvo varios reconocimientos literarios. Entre otros, en 1994 ganó dos premios Abril, por Los gallinazos (poesía) y La bufanda (teatro), ambos libros fueron publicados en 1995. Los gallinazos, además, fue seleccionado en 1995 por el Instituto Cubano del Libro para la segunda edición de la colección cubano-argentina «Pinos nuevos». En Uruguay, donde reside desde 1996, ha recibido otros reconocimientos literarios y publicó Las trampas del paraíso (novela, 1996), La ida por la vuelta (novela, 1998), Una oscura pradera va pasando (poesía, 2000), Postales que nadie pedía (poesía, 2004), El mar escrito (novela, 2006, Primer Premio de Narrativa Inédita del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, 2004), Silbidos dispersos

(Premio de Poesía de la Intendencia Municipal de Montevideo, 2009) y Noveno círculo (novela, 2011).



En el 2002, la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT Uruguay (donde es profesor de redacción desde 1998) le otorgó el Premio a la Excelencia Docente. René Fuentes también ha colaborado como periodista cultural en varias publicaciones uruguayas y extranjeras. Es editor y corrector independiente. Su obra de teatro Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos fue finalista del Premio de Teatro Breve, España, 2009. En el 2013, además de ganar el Premio Juan Carlos Onetti por el poemario Caballo que ladra, obtuvo una Mención en el Concurso Juan José Morosoli, por el libro de cuentos Cambios de lugar, y otra Mención en el Concurso Internacional de Poesía Marosa Di Giorgio, por el poemario El húmedo suelo del olvido.







El problema de tener un auto rojo



El problema de querer un auto rojo es tenerlo

en un país de gente y calles grises.



Soy un hombre simple como una vaca.

Hay demasiadas muertes en la televisión

pero guardo todavía en mi corazón cielos con abejorros,

lunas de agosto, jazmines, arboledas memoriosas,

la risa de mis hijos sobre el cansancio de mi grupa.



Porque tengo un auto rojo, nuevo y antiguo.

Como besa la lava mientras pisa y muerde,

como ruge el león moribundo de la Metro

como el viento del sur lame y lame y respira.



Muros, tumbas y duelos también tengo.

Pero prefiero mi auto rojo, de roja sombra.

Faros, puentes y eriales también tengo.

Pero prefiero este viaje de savias milenarias.

Aquí y ahora, hasta descacharrar el alba.





Porque tengo un auto rojo, demasiado rojo.

Mil veces lo vendí, mil veces lo compré,

mil veces fue y será cojonudamente mío.









El problema de la lengua



El problema de tener lengua es sacarla

fuera de la boca. Fuera, bien afuera.

Sin muecas ni falsos tapices. Fuera,

más allá de los gritos y la rabia.

Fuera, muy afuera. Precisamente ahí

donde nadie dice qué le dicen, donde

cualquiera extraña lo que otro clamó.





El problema de tener lengua es serla, encarnarla.

Vivir para alimentar sus ballenas, sus páramos, sus catedrales de aire.

Morir dinamitando sus puentes, cimentado sus ruinas.



El problema es escribir contra un elefante y otro elefante blanco.

El problema son esas telas de arañas sucesivas,

ese poquito nada que tantos autorizan,

esa jaula para cada sospecha, ese castigo para cada insolencia,

esa lista interminable y su enconado escalafón.



El problema son esas modas y sus nombres oficiales.

Esas ubres escritas de la eterna justicia.

Esos vasallos de otras lenguas de abolengo.

Esos editores que subastan músculos y buenos dientes.

Esos traductores que llegan con un hacha o fumigan.





En las calles, la cuidad se despeina y luce.

El país, sin el abrigo de la nación, sólo es tierra muda.

Pero la lengua es habla diciéndose, diciéndonos.

El amasijo perpetuo del dragón y San Jorge.

Bestia y alma y bestialidades del alma.





Mordida, lanza, armadura, fuego.

Verbos forcejeando, latiendo.

Muerte. Vida.





















El problema de las ventanas



El problema de las ventanas soy yo hurgando

en cada ciudad otra manera de encontrarme.



El problema es que cierran viejos cines

y empollan sin piedad iglesias de dios en nombre de dios,

palabras de dios, iluminados de dios, la dirección de dios



con grandes letras y luces en la puerta,

con vidrios oscuros, a prueba de bala.





El problema de las ventanas es mi terquedad,

mis reverendísimas ganas de ser humo y morirme con humo,

mirando sin ojos ni cara la idiotez de la tarde.



El problema es que soy demasiado familiar,

demasiado hijo y hermano y padre de mí mismo.

El problema es que las ventanas son cada día más públicas.

Unas al lado de otras. Otras frente a otras. Como otras.



El problema es que a veces, todavía a veces

me urge abrir un pedazo de algo y respirar

sin permiso, sin guardar distancia.











El problema de la patria



El problema de la patria, qué problema.





Lo mejor es tener un oso de peluche.

Lo mejor es callar y hacerse el oso.

Lo mejor es revolcarse en la miel,

atragantarse, ser otro frasco cerrado

a la sombra de un estante indefenso.



Lo mejor por la patria no es morir

ni vivir como héroe de sus latencias.





Lo mejor es poner la miel y los osos

al alcance libre de todas las manos.



Lo peor de la patria no sé ni me importa.

De eso se ocupan quienes siempre dicen

y en nombre y por el bien de la patria dicen

esa trascendente misión que se otorgan.



Soy otro sobrante luego de la derrota.

Otro fantasma perdido en paisajes huérfanos.

Otro estorbo sin tumba ni apacibles bibliotecas.



Esto que soy y llevo a cualquier parte.

Esto que en mí y de mí desprecian.







El problema del poeta



El problema del poeta es el poema

sentadito ahí, con moña y todo,

obediente sobre el papel

como un puñadito de mierda pudorosa.



El problema del poema es el poeta

de la poesía hecha sólo con poesía.



Cada poema debería ser

otro antipoema de la poesía.



La poesía dicen que dice.

Yo no sé, cada día menos.



Soy caballo que ladra.















El problema de los psicólogos







El problema de los psicólogos es que siempre

encuentran un tema para trabajar y están dispuestos

a hurgar como si el dolor fuese otro cigarrillo contra el cenicero.

El problema es que uno lleva y trae problemas

subyacentes, desconocidos, vinculares, pasados, recientes…

Y hay que nombrarlos y tratarlos como problemas.

Y cooperar. Y asistir puntual. Y pagar por eso.



Yo entro en los consultorios como en los quirófanos.

Y salgo como si otra vez regresara de mis guerras reales

y las cárceles reales, donde por golpes y causas reales

he quedado así, como otro hombre que bosteza sin rubor.



¿Pero cuál literatura clínica o farmacológica conoce

la cadencia, los humores, los olores de la pobreza?

¿Cómo traer a una habitación de dientes saludables

los trenes, el exilio para siempre, la muerte a quemarropa?



¿Cómo ir con alma a los pozos del alma y volver con alma

trayendo recuerdos, palabras, gestos ordenados y rotos,

una vida quebrada, varada entre lo que pudo ser y no fue?



El problema de los psicólogos





son esos cuadernos de notas y preguntas que nada dicen,

esos sillones de espera, puertas cerradas, viejas revistas,

la costumbre de saludar y poner cara decente

cuando un desconocido invita a pasar y otro sale

arrastrando una sombra que agoniza.



El problema es que después de tantos psicólogos



podría diagnosticarme y recetarle a cualquiera:

busca una lengua, tu lengua

aquella patria sin evidente felicidad

donde entre familiares y amigos

habrá siempre tiempo para pequeñas glorias.





Así podría seguir convenciendo, explicando,

evitando decir que cada poema es una jaula invisible

para otra fauna propia que escapa.



Un lugar en el deseo.

Otro tajo sin cura.



Silencio.
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