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Un mapa para seguir las huellas borradas de la esclavitud en la historia de Madrid

Manifestación en Madrid en favor de la abolición de la esclavitud en las colonias españolas

Luis de la Cruz

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Estos días se puede ver en el Museo Nacional de Antropología la exposición El gran experimento. ¿El fin de la esclavitud?, un proyecto artístico del fotógrafo Miguel Ángel García comisariado por Isabel Durán. Más allá de algunas piezas provenientes de los fondos de la institución –el látigo expuesto no debería enseñarse en tiempos de descolonización de los museos, pero tiene mucho sentido en el contexto de denuncia histórica de la muestra– el proyecto se encuentra a medio camino entre la reflexión lírica, la instalación artística y la exposición.

En un ejercicio loable de compromiso con el entorno, la exposición (que antes pasó por Cantabria) se ha acompañado de una publicación a modo de periódico que incluye, entre otras interesantes piezas de contexto, un mapa con las huellas de la esclavitud en Madrid. ¿Cómo? ¿Esclavitud en Madrid? Sí, esclavitud en España y, por supuesto, en Madrid.

Para reparar en ello, simplemente debemos abrir bien los ojos y agudizar los sentidos. Preguntarnos por qué hay una calle en la zona de Conde Duque llamada de las Negras. Allí vivía la servidumbre de los duques de Veragua (nietos de Cristóbal Colón), incluyendo sus esclavas. Antes de esta, hubo otra calle de las Negras, que, por supuesto también se refería sin pudor al comercio de esclavas de origen africano, la actual calle del Sierpe; y otra más de los Negros, que no es otra que la calle de Tetuán, en todo el centro de Madrid.

Los duques de Veragua tenían su residencia nobiliaria en el mismo lugar donde luego estuvo (y está) el palacio de Liria. Allí debía estar la duquesa cuando posó para Francisco de Goya, que la dibujó con una niña cubana llamada María Luz en brazos, esclava negra (hija de esclavos, de vientre) de la que se encariñó y a la que acabó dando la libertad.

Uno de los espacios que generan más impresión en los visitantes de El gran experimento es una pared tapizada con anuncios de prensa sobre el mercado de esclavos norteamericano. En España, si rebuscamos en el Diario de avisos podemos encontrar breves que se refieren también a la compraventa de personas. Se subastaban esclavos incorregibles en la Sala de Alcaldes (actual Palacio de Santa Cruz), o se vendían para el servicio doméstico en las inmediaciones del Palacio Real o la Plaza Mayor, aunque normalmente las transacciones se llevaban a cabo en el interior de las casas.

Para profundizar en ello se hace ineludible hacerse con un ejemplar de La esclavitud a finales del Antiguo Régimen. Madrid, 1701-1837. De moros de presa a negros de nación, del historiador José Miguel López García, que lo historia a partir de la vida del esclavo negro Narciso Convento y sus desdichados pasos en nuestra ciudad.

Según el investigador, España fue la cuarta potencia que más se lucró con la trata de esclavos durante la Edad Moderna, con el impulso decisivo de la dinastía borbónica. Según López, en el XVIII unos 6000 esclavos poblaron la ciudad de Madrid, primero procedentes del Magreb y luego del África subsahariana.

Como no podía ser de otra manera, los reyes españoles fueron los mayores esclavistas del país, y sus estatuas no faltan en nuestra ciudad. Felipe V se reservó el 25% de los beneficios anuales de las Compañías esclavistas y Carlos III fue el mayor poseedor de esclavos, tanto en territorio americano (unos 20.000) como en la península (en torno a 1500). Hasta había en el Palacio Real una Casa de Negros, donde los esclavos residentes adquirían el apellido Borbón, como sucedía con los esclavistas de las plantaciones del Mississipi (Joseph Carlos de Borbón es el más conocido: llegó a ser pintor de cámara y tiene obras en El Prado).

La mayor querella pública en relación con la memoria de los grandes esclavistas se ha dado con Antonio López, Marqués de Comillas (Barcelona retiró su estatua en 2018). En Madrid tiene calle y, tal y como recoge el mapa, una intensa actividad inmobiliaria que deja recuerdo en el Barrio de Salamanca. Además, los autores del listado señalan a otros prohombres que se enriquecieron con la compraventa de esclavos y a sus espacios urbanos: la embajada de Italia en la calle de Lagasca, que fue el  palacio del marqués de Amboage; o el palacio de los Goyeneche (calle de las Huertas, 13), donde vivió el marqués de Manzanedo, entre otros.

No solo la Corona y la nobleza estuvieron involucrados en la esclavitud, también el clero tuvo esclavos. En tiempos, existió en San Francisco el Grande una cofradía de hermanos negros. En la cúpula del Oratorio del Santo Cristo del Olivar (calle Cañizares, 3) encontramos el símbolo de la esclavitud en las vidrieras, en la cúpula y en la puerta de entrada, igual que en la Iglesia de San Ginés. Sine iure, una S cruzada que significa sin derecho, que derivó en S atravesada por un clavo: es clavo. Un símbolo que fue grabado a fuego a algunos siervos fugitivos o díscolos.

Pero el mapa también apunta hacia algunos puntos de la lucha contra la esclavitud, como el monumento a Emilio Castelar en la plaza del mismo nombre, que contiene un relieve en el que se puede ver a esclavos y esclavas levantando sus cadenas rotas, con el lema Levantáos, esclavos, porque tenéis patria; o el desconocido retrato de Gertrudis Gómez de Avellaneda, realizado por Francisco Madrazo y expuesto en el Museo Lázaro Galdiano. La escritora cubana escribió en el siglo XIX la primera novela antiesclavista de nuestra historia.

El mapa de la esclavitud que nos regala el Museo Nacional de Antropología ayuda a agudizar los sentidos a la hora de caminar por la ciudad. A reparar durante nuestros paseos dominicales en que en las naumaquias celebradas en El Retiro hace dos siglos remaban los esclavos del rey; o en que para traer el agua a nuestras casas se utilizó mano de obra cautiva (presos). Y que, como advierte la exposición a la que nos referimos, aún hoy hay formas de esclavitud compartiendo planeta con nosotros.

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