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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

¿Por qué Escocia y Flandes no son como Cataluña?

Carlos Elordi

No sólo los catalanes y los vascos, sino el conjunto de los españoles podrían sentir envidia viendo como los políticos y los medios británicos y belgas abordan pragmáticamente, sin aspavientos ni dramatismos, la posibilidad de que una parte de su territorio se independice. No es seguro que eso ocurra al final, pero en los últimos días Escocia y Flandes han dado pasos muy importantes hacia la creación de un estado propio. Y nadie, ni en Londres ni en Bruselas, se ha rasgado las vestiduras.

Y, sobre todo, nadie se ha anticipado a los acontecimientos: lo que tenga que pasar, pasará a su debido tiempo. En el caso escocés, los pasos han sido acordados este lunes, con sonrisas y apretones de manos, entre los primeros ministros de Escocia y del Reino Unido, Alex Salmond y David Cameron, respectivamente: los escoceses mayores de 16 votarán su referendo de independencia dentro de dos años, al final de 2014 y el Gobierno de Edimburgo, en calidad de representante de Gran Bretaña, fijará los detalles de la consulta. Y, sin restar importancia a la gravedad de las consecuencias que tendría una fractura, la prensa británica ha valorado ese acuerdo casi como algo normal.

Un diario tan conservador y “unionista” como el Daily Telegraph ha tratado de disipar las eventuales inquietudes de sus lectores afirmando que Cameron le ha ganado la batalla estratégica a Salmond (eso sí, apostando, aún sin decirlo, a que el “no” ganará el referendo). Y The Guardian, un diario próximo, aunque no íntimamente, a los laboristas -que también se oponen a la independencia escocesa- ha escrito: “El acuerdo del lunes no es fin del conflicto. Pero los términos del combate sobre el futuro de Gran Bretaña se han establecido. Y son los correctos. Ambas partes merecen reconocimiento por su disponibilidad para el compromiso”.

En los últimos meses la prensa de Londres, unos diarios más que otros, no se ha ahorrado los más negros augurios a una futura Escocia independiente: han dicho que se quedaría fuera de la libra, que perdería los gastos asistencia que vienen de Londres. Ahora, esos diarios no descartan que también podría haber acuerdos sobre esos puntos con una Escocia independiente. Nadie da nada por hecho y aún los que creen que una ruptura del Reino Unido sería terrible –en esa posición están los tres grandes partidos británicos, el conservador, el laborista y el liberal-demócrata- creen que en dos años pueden pasar muchas cosas, que no es momento de ponerse nerviosos.

Las comparaciones con la manera en que el asunto catalán se está tratando en España han salido en varios periódicos. Pero quien más claro lo ha dicho es Gideon Rachman en el Financial Times: “Los catalanes tienen razón al mirar con envidia hacia Escocia. Cameron, al igual que Rajoy, es un conservador y un patriota. A ambos les horrorizaría presidir la ruptura de sus naciones. Pero el Gobierno británico ha reconocido que consiguiendo el poder en el Parlamento de Edimburgo [en el que el Partido Nacionalista escocés de Salmond logró hace un año la mayoría absoluta] ha obtenido el derecho democrático a un referéndum sobre su antiguo objetivo de la independencia. El planteamiento del gobierno británico, aunque arriesgado, es también psicológicamente astuto. Decir al pueblo que hay algo que le está absolutamente prohibido hacer es la mejor manera de avivar su deseo de hacerlo. Este principio –que ya se estableció en el Jardín del Edén- es sin duda aplicable a la Cataluña moderna. Por el contrario, el resultado de un reciente sondeo que concluye que hay más apoyo a la independencia escocesa en Inglaterra que en Escocia no ha debido animar mucho a los nacionalistas”.

En Bélgica, el partido independentista y conservador flamenco NVA se ha hecho con la alcaldía de Amberes y de otras 50 localidades, y ha sido proclamado oficiosamente el vencedor de las elecciones municipales en Flandes, la mitad no francófona del país, “eclipsando”, ha dicho el diario francés Les Echos, a los otros dos grandes partidos flamencos, la derecha moderada y los socialistas, y vaciando de votos a su rival nacionalista, el xenófobo y ultraderechista Vlaams Belang. A ningún periódico se le escapa que la victoria del NVA en las municipales es un paso adelante en la partición del país: y particularmente a los francófonos que temen con horror la independencia de la rica Flandes porque dejaría desprotegido a su territorio, que económicamente es bastante más débil.

Pero a pesar de eso, la prudencia y el sentido de la realidad frenan las reacciones desaforadas. Claro que el peligro existe, vienen a decir unos y otros. Pero hasta que no se concrete en los términos democráticos previstos, es decir, mediante votos y decisiones políticas, nadie tiene porqué echarse al monte. Le Soir, un diario francófono y abiertamente contrario a la independencia de Flandes, ha publicado este editorial: “No nos engañemos. Esa victoria del NVA es extrema y potencialmente desestabilizante para el país. De Wever (el líder del NVA) ha ganado el segundo asalto de su marcha hacia el confederalismo. No ha abierto un bulevar hacia la independencia, pero los francófonos se equivocarían seriamente si despreciaran con un gesto naif o táctico esta nueva señal que viene de Flandes”.

Mientras tanto, aquí en España, el PP y el Gobierno hacen todo lo que pueden para que nos creamos que nos vamos a caer todos en el abismo catalán. Cuando, al igual que en Escocia y en Flandes, salvadas las muchas diferencias, ahí lo que se están dilucidando ahora son unas elecciones y luego, en un horizonte de cuatro años, ya se verá qué ocurre con la consulta sobre la independencia.

Lo que sí está claro es que con la histeria por Cataluña, Rajoy ha logrado que últimamente casi ni se mencione nuestro asunto más urgente, es decir, el rescate europeo de España. Que todos por ahí fuera ven imprescindible y urgente y no paran de hablar de ello: el New York Times, coincidiendo con otros periódicos, opina que España va a pagar mucho por el retraso en pedirlo. Hoy lo que se comenta son las declaraciones de un anónimo responsable de nuestro ministerio de economía que ayer reunió a corresponsales extranjeros en Madrid para decirles que es Europa la que no quiere del rescate. ¿Una nueva maniobra de distracción hasta que pasen las gallegas?

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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