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Stellantis pone a prueba los ‘e-fuels’ en 28 familias de motores

Alfa Romeo Giulia

Paula Ulloa

El consorcio automovilístico Stellantis, resultado de la fusión del grupo francés PSA y del italoestadounidense FCA, ha confirmado que está finalizando las pruebas con combustible sintético en 28 de sus familias de motores. De esta manera explora el potencial de reducción de emisiones de carbono de 28 millones de motores de combustión interna fabricados desde 2014 en Europa y que cumplen con la normativa Euro 6.

Esta iniciativa no altera en nada, según la compañía, su compromiso de vender únicamente turismos eléctricos de batería en la región a finales de esta década, con calendarios diferentes en función de la marca del grupo (son 14 en total) de que se trate.

Stellantis considera que una amplia adopción de e-fuels ofrecería a los propietarios de vehículos de combustión existentes una opción fácil y asequible para descarbonizar sus coches sin necesidad de sustituirlos, actualizar el sistema de combustible del motor o esperar una nueva red de infraestructuras.

El hecho de que las pruebas se hayan limitado a modelos Euro 6 contradice, sin embargo, declaraciones como la del CEO de Porsche, Oliver Blume, que se ha referido recientemente a los combustibles sintéticos como la salvación para los más de 1.300 millones de vehículos que circulan actualmente por todo el mundo, algo que parece distar mucho de la realidad.

El máximo responsable de Stellantis, Carlos Tavares, ha manifestado que están redoblando su lucha contra el calentamiento global probando combustible neutro en carbono como “solución complementaria” a su enfoque holístico de descarbonización. “Mientras, mantenemos nuestra agresividad en pos de la electrificación”.

“Trabajando para asegurarnos de que nuestros motores son e-fuels friendly, estamos tratando de dar a nuestros clientes otra herramienta en la lucha contra el calentamiento global, y que puede tener un impacto casi inmediato. También es una acción bien alineada con nuestro compromiso de ser neutros en carbono para 2038”.

La compañía está sometiendo a examen 28 familias de motores construidos entre 2014 y 2019, tanto de gasolina como diésel. El protocolo de validación incluye pruebas sobre las emisiones del tubo de escape, la capacidad de arranque, la potencia del motor, la dilución del aceite, el depósito de combustible, los conductos de carburante y los filtros, por nombrar solo algunas.

Según sus propios cálculos, el uso de combustibles sintéticos en los 28 millones de vehículos de la flota que podrían beneficiarse de la medida tiene el potencial de reducir hasta 400 millones de toneladas de emisiones de CO2 en Europa desde 2025 hasta 2050.

El dilema del precio

Para situar la cuestión en sus justos términos, recordemos que los carburantes sintéticos o e-fuels son productos de síntesis en cuyo proceso de producción se utilizan CO2 atmosférico y energía renovable. Aunque los vehículos que los emplean expulsan dióxido de carbono por el escape cuando circulan, como cualquier otro modelo de combustión interna, se consideran neutros en carbono toda vez que se trata del mismo gas retirado previamente de la atmósfera.

Es tipo de combustible se cataloga también como de sustitución directa porque, sobre el papel, puede remplazar sin problemas a cualquier carburante convencional, aunque ya vemos que no es exactamente así, como atestiguan las pruebas realizadas por Stellantis.

Junto a estos debates de orden técnico despunta siempre el del precio que podría tener en el mercado el carburante sintético, sobre el que se han publicado toda clase de especulaciones. La más reciente es la de la conocida organización ecologista europea Transport & Environment (T&E), defensora acérrima de la electrificación pura, que publicó a finales de marzo unos cálculos según los cuales el coste medio de llenar un depósito con combustibles de esta naturaleza podría llegar hasta los 210 euros. Añadió que en 2030 el precio por litro de e-fuel no bajaría de los 2,8 euros.

La andanada de T&E siguió a la controvertida decisión de la Comisión Europea de excluir a los modelos que usen combustibles sintéticos de la prohibición de vender vehículos con motor de combustión, incluidos los diésel, de gasolina e híbridos, a partir de 2035 en todo el continente. De este modo consiguió que Alemania accediese a levantar su veto a dicho deadline, forzado por su poderosa industria del automóvil y, más concretamente, por varios fabricantes premium interesados en contar con una alternativa a la electrificación para algunos de sus modelos más potentes y lujosos.

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