“Este es el sitio más adecuado de toda la costa de Cartagena para replantar la posidonia oceánica. Por la profundidad, que es de unos doce metros, por la abundante luz del sol que llega al fondo, con el agua tan limpia. Y porque todo lo que está sufriendo esta especie, que es mucho, se ve aquí representado”. Gastón Cedrone, responsable de proyectos científicos de la Fundación Ecomar, se asoma a la banda de una zódiac cerca de la playa de Fatares, en la montañosa costa oeste de Cartagena. Forma parte de una expedición en mar abierto de Acción Posidonia, un proyecto avalado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) e impulsado por la propia fundación, por Redeia y por LG Electronics España que busca repoblar la posidonia en el Mediterráneo. En el último año, la iniciativa se ha convertido en un perfecto ejemplo de cooperación entre entidades públicas y privadas para mejorar el medio ambiente.
En el suelo marino, en este punto exacto, que debería ser, señala Cedrone, “un paraíso de vida marina”, lo que hay son calvas de arena y trazos débiles de posidonia que se entremezclan con la nada absoluta, con un desierto. Apenas circulan peces porque tienen poco de lo que alimentarse. Todo está conectado. “Las embarcaciones que pasan por aquí, las anclas que sueltan para fondear, la pesca de arrastre. Esas prácticas están acabando con esta especie aquí y en todo el Mediterráneo. Es paradigmático: un suelo que ha tardado décadas y décadas en conformarse, como si fuera un bosque, puede ser arrasado en cuestión de segundos, con unas consecuencias nefastas”.
Acción Posidonia, que dispone de un presupuesto total de un millón de euros, está cofinanciado, al 70%, por el Fondo Europeo Marítimo de Pesca y Acuicultura (FEMPA) de la UE, y cuenta asimismo con la participación de instituciones como la Federación Española de Actividades Subacuáticas (FEDAS), el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) y la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores (FNCP).
Una hectárea de posidonia, diez de bosque amazónico
Alrededor de Gastón Cedrone, en este enclave estratégico del litoral peninsular, un equipo de cinco buzos se tira al agua sosteniendo, cada uno, un cuadrado dividido en 25 celdas exactas. En solo media hora de buceo van a replantar 100 plántulas de posidonia en el suelo devastado por la acción humana. Acción Posidonia ha repoblado ya tres hectáreas de fondo marino en la costa mediterránea entre Cartagena, Calpe, Pollença y Tossa de Mar. En esta especie vegetal, el proyecto y sus miembros lo ponen constantemente en valor, se encuentra el porvenir del equilibrio ecológico del planeta. Tan solo una hectárea de posidonia puede absorber tanto CO2 como diez hectáreas de bosque amazónico.
En la propia agua del mar, en la que ya se sumergen los buzos para depositar una planta en cada celda, es fácil percibir la otra gran amenaza de la especie: el cambio climático. A las puertas del otoño, su temperatura media ronda los 26 grados. Es una cifra bastante más alta de lo habitual en esta época del año. “El proceso de plantación”, relata Cedrone, “es algo mágico”. “Es como conformar un bosque invisible que nadie ve. Las raíces que enterramos en la arena se asientan, aunque no se aprecie, sobre una capa de sustrato natural que puede tener cientos de años, con restos de plantas muertas de otras épocas”.
Abajo, a 12 metros de profundidad, el tiempo y la vida transcurren mucho más lentos, con esa sugestión paradójica de azar y planificación que solo existe en la naturaleza. Las plántulas crecerán a un ritmo de dos centímetros al año. Se irán poco a poco coloreando de verde, favorecidas por la luz del sol que traspasa el agua. Esta zona, tan mermada, irá con el tiempo transformándose en ese paraíso que un día comenzó a perderse. Eso es la posidonia oceánica: un pulmón de oxígeno; una barrera natural que amortigua la fuerza de las olas y evita la erosión; un refugio donde conviven cientos de especies animales; un vergel que retiene el carbono con una eficacia que no existe en la superficie terrestre.
Colaboración público-privada
El reto, al principio utópico, en el que se embarcaron LG Electronics y la Fundación Ecomar con Acción Posidonia, contando con el apoyo del MITECO, de Europa, de las federaciones, las asociaciones en defensa del Mediterráneo y Redeia, es el ejemplo perfecto de cómo la unión de esfuerzos multiplica resultados. El progreso solo tiene sentido si es compartido. Ése era el objetivo de la multinacional electrónica: aunar a sociedad civil, voluntarios y administraciones públicas con la fuerza económica y las ganas de cambiar el mundo del sector privado. Todo, siempre, con el conocimiento científico en la base.
Esta sinergia acelera la restauración de las praderas marinas, trata de sensibilizar a la ciudadanía y genera un impacto positivo y, sobre todo, duradero. “Somos conscientes de que el cambio climático va mucho más rápido de lo que parece. Si la gente supiera lo importante que es la posidonia no habría que estar protegiéndola. Cada vez que se arrastra del suelo se eliminan 40 años de evolución. Todo lo que hace esta planta es beneficioso para el medio ambiente”, asevera Jaime de Jaraíz, CEO de LG en España.
La empresa enmarca Acción Posidonia dentro de su programa Smart Green Seas con una razón de ser clara. “Nosotros pensamos que hay dos tipos de sostenibilidad”, prosigue de Jaraíz. “La sostenibilidad 1.0, que consiste en que cada persona reduzca por sí misma su impacto en el planeta, y la 2.0, que es la acción real por regenerar ecosistemas, con la ayuda inestimable de la ciencia”.
De crear conciencia social se encarga la Fundación Ecomar, liderada por la doble campeona olímpica de vela Theresa Zabell. Ella también se ha sumergido en la costa de Cartagena para replantar posidonia. Zabell dice que la clave está en formar, en compartir el conocimiento. Ecomar realiza un programa integral que combina actividades educativas para niños en colegios con sesiones divulgativas y talleres con pescadores.
El laboratorio de posidonia del MITECO
Bordeando la costa, a 20 kilómetros de Cartagena, en Portmán (La Unión), el MITECO habilitó en 2021 el vivero donde han germinado todas las plántulas de posidonia que se han depositado bajo la arena en la playa de Fatares. Su ejecución está a cargo del grupo Tragsa.
En este espacio, que es un laberinto ordenado de acuarios de agua fría y arena limpia y una balsa de nueve metros cúbicos con una toma directa de agua del mar, la posidonia oceánica crece ritmo pausado y los científicos, entre los cuales colaboran investigadores de la Universidad de Murcia, experimentan con ella. Esta infraestructura se trasladará próximamente a la localidad de Águilas, cuenta Inmaculada Ramírez, directora de la Oficina Técnica del Mar Menor, dependiente del MITECO, para conformar el Centro de Conservación y Recuperación de Especies Marinas. “La acción aquí está alineada con el Pacto de Estado Frente a la Emergencia Climática. Todo por estos bosques de posidonia, que son tan importantes para conseguir la recuperación del Mediterráneo”, asevera.
Una cadena de montaje de varios meses
Entre los acuarios en los que germinan y nacen las plantas, Sergio López, responsable del vivero, explica que, para llegar a este punto, hace falta una extensa cadena de montaje que se prolonga durante largos meses. Bajo las hojas verdes hay larvas diminutas de langostino que nadan y buscan refugio entre los grumos de arena. Habitan en un ecosistema artificial que simula milimétricamente el fondo marino. “Dentro de una pradera real, en el mar, hay crustáceos, peces, estrellas de mar, especies microscópicas”, enumera.
La cadena de montaje comienza a partir del mes de febrero, en las costas de la Región de Murcia, Almería y Alicante, con campañas de recogida de los frutos maduros que la posidonia suelta durante su ciclo vital y que acaban, con las corrientes, en tierra firme. Con cuidado se extraen de ellos las semillas y estas, acto seguido, son transportadas al vivero de Portmán y son reintroducidas en los acuarios.
La última fase, y la de mayor importancia, consiste en buscar el lugar idóneo, en mar abierto, para replantar la especie. Las primeras posidonias criadas en este vivero, un total de 1.000, fueron llevadas a la bahía de Mazarrón en agosto de 2022. Ese número ha ido creciendo exponencialmente desde entonces. Sergio López sitúa la cifra de semillas recolectadas en 2023 en 30.000. En 2024, prosigue, 60.000. El 60% de los ejemplares replantados logra sobrevivir. Un proyecto pionero de Redeia para impulsar la repoblación de la planta sirvió de inspiración para lo que en la actualidad hace Acción Posidonia. “Aquí aprendemos con el error, con la experiencia. El proceso de germinación de cada planta en el vivero dura unos cuatro meses, hasta que las raíces son lo suficientemente fuertes como para llevarlas al mar. Entonces ocurre el traslado, el buceo, el mimo que se le pone a cada una”, describe.
Pero la ciencia siempre tiene colocado el punto de mira en el futuro. “Ahora se puede decir que trabajamos a pequeña escala”, explica el responsable. “Lo ideal, dentro de unos años, sería colocar las balsas junto al mismo mar, y germinar ahí las semillas, rápido, con agua limpia entrando de forma constante”. Se trata, continúa, de encontrar la forma natural de replantar la especie en todo el país. Por ahora, Acción Posidonia ha comenzado con tres hectáreas gracias a la labor de entidades como la Fundación Ecomar o compañías como LG Electronics España. “Dentro de un tiempo se tendrá tanta experiencia, tanto interés en repoblar la posidonia, que todo será más fácil. Por ahí pasa parte del futuro del planeta”, concluye Sergio López.