La actualidad es como ese puñado de agua que coges y se escurre de tu mano, apenas queda nada sólido. Una novedad se diluye en otra en un magma líquido. Este artículo que te dispone a leer ya nace caducado, de hecho, ya tenía que haberlo terminado anteayer. Como en aquel viaje de Gulliver quería narrar el viaje de los seis días de la baronesa Ayuso y sus sequito, a la sazón presidenta de la Comunidad de Madrid, a esos territorios gigante de los EEUU en los que te puedes sentir como un enano, y aún no sé exactamente qué es lo que quería vender. La presidenta como una princesa en Nueva York ha cumplido su sueño y al despertarse ha llegado a la conclusión final de su periplo: “Me llevo como deberes poner fin a una situación que yo desconocía hasta la fecha y es lo poco que en algunas ocasiones se habla de Madrid y de la región aquí en Norteamérica”.
Ayuso, durante la semana en la que su partido celebraba su Convención, ha ido dejando un reguero de perlas informativas que nada tenían que ver con los productos que quería vender. De pronto le salió la vena poética y se marcó un pareado: “El indigenismo es el nuevo comunismo”. Y lo hizo en Nueva York, no sé si acordándose de la estatua de la Libertad, de esa libertad tan suya. Ayuso tan moderna y castiza, si quería hacer amigos, se tenía que haber acordado de la letra del famoso chotis de Agustín Lara:
“Madrid, Madrid, Madrid
En México se piensa mucho en ti
Por el sabor que tienen tus verbenas
Por tantas cosas buenas
Que soñamos desde aquí
Y vas a ver lo que es canela fina
Y armar la tremolina
Cuando vengas a Madrid“.
Y efectivamente de lo que se trataba era de montar la tremolina, creo, en esas lecciones de historia que quiso impartir, en las que mencionó a Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Ahí estaba Ayuso, con su diplomacia, en su faceta de ministra de asuntos exteriores. Extraña manera de vender Madrid. La tremolina no terminó ahí, el asunto no solo era político, también a ella le pareció eclesial y se acordó del Papa Francisco buscando la confrontación directa con la Santa Sede. Ayuso, se quedó perpleja, y dijo: “A mí me sorprende que un católico que habla español hable así a su vez de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español, y a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano”. De momento a Ayuso ya le ha respondido el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello. “La perplejidad que provocan determinados titulares que dan pie luego a una cascada de declaraciones, de personas que uno intuye que solo han leído el titular, y no una cartita de un folio”.
Así están las cosas. Y hablando de la cosa, me sigo preguntando: ¿a qué ha ido Ayuso a EEUU, ¿qué es lo que quería vender? Ayuso llegó con el jet lag a Valencia, en el cierre de la convención del PP, y pensaba que ahí iba a montar otra tremolina, o a dar explicaciones de sus logros, después de hacer sus américas, pero no. Ayuso, manifestó: “presidir la Comunidad de Madrid es mi meta política. Tengo meridianamente claro dónde está mi sitio y es Madrid”. Ayuso, adelantó la celebración de su particular “Día de la Raza”. Ayuso desconocía lo poco que se habla de Madrid en los EEUU, y sin embargo, habrá descubierto lo mucho que se acuerdan en tierras mejicanas. “Madrid, Madrid, Madrid. En México se piensa mucho en ti”.
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