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Caídos: ¿por la patria o por los intereses financieros y económicos?
Se crea y se recrea una religión donde la divinidad es la patria y en nombre de esa patria se puede matar
Además se les legitima desde la propia religión a través de los curas castrenses que ocultan la cruz detrás de medallas
La mejor guerra es la que no comienza, la que los ejércitos no atacan ni invaden, donde se establecen mecanismo de diálogo y consensos internacionales
Antes de empezar el artículo tengo que expresar mi mayor rechazo a la revocación por parte del Tribunal Supremo de la sentencia que obligaba a los bancos a pagar los impuestos de las hipotecas con una nueva sentencia que afirma que son los clientes quienes tienen que pagar dicho gravamen. El dicho se hace realidad: “La banca siempre gana” y el descrédito del Tribunal Supremo es mayúsculo. Han perdido la autoridad moral. Ante esto, sólo puedo expresar: Suprema Vergüenza.
Con motivo del 12 de Octubre, Día de la Hispanidad, y el 2 de Noviembre, Día de los Difuntos, hemos visto homenajes a los soldados muertos y siempre se dice que es por la patria y nos preguntamos: ¿Es realmente por la patria? ¿Por España? Los soldados que murieron en Iraq: ¿murieron por llevar la democracia, la libertad o el estado de derecho? Murieron por el petróleo y los intereses de las grandes multinacionales.
Las guerras, en general, se deben a intereses económicos y financieros, a la avaricia, la codicia, la ambición y el poder de una minoría. Cuando en un país africano llega un Gobierno que quiere independizarse económicamente de su antiguo colonizador enseguida se provoca un conflicto y mandan tropas. Los soldados mueren por intereses económicos, por maximizar los beneficios y el nivel de consumo de las grandes potencias. No mueren por la patria.
¿Cómo es posible que no se den cuenta de esto? Porque se crea y se recrea una religión donde la divinidad es la patria y en nombre de esa patria se puede matar, donde es necesario eliminar los pensamientos y los sentimientos.
No es de extrañar que muchos soldados cuando vienen de conflictos tienen problemas mentales graves, pero el poder político los abandona porque ya no los necesita. Y más, si les genera complicaciones como fue el caso del accidente del Yark-42 en Turquía, un avión que no estaba en condiciones de volar y que tenía denuncias previas por su mal estado. El Ministro de Defensa, en ese momento Federico Trillo, se vio envuelto en la acusación de ser cómplice del accidente, lo cual provocó una demanda por parte de los familiares de las víctimas. Desde el Gobierno se dijo que se decretara luto por estos sesenta y dos soldados muertos cuando regresaban de Afganistán en misión de paz, ¿misión de paz? La guerra contra los talibanes, creados y financiados por la CIA para derrotar al ejército ruso, fue una guerra para conquistar un territorio donde tenían que pasar los gaseoductos, unos de los grandes negocios del siglo XXI.
Es una religión que tiene sus ritos: como son el saludo, las marchas y la obediencia ciega al superior. Recuerdo, en este sentido, la película `Forrest Gump´en la que le preguntan al protagonista cómo había ascendido en el Ejército y responde: “Diciendo a todo, Sí Señor”.
Además se les legitima desde la propia religión a través de los curas castrenses que ocultan la cruz detrás de medallas, ocultan la fe en el Dios de Jesús detrás de rangos militares que bendicen armas y tropas y, en momento de entrar en combate, los bendicen igualmente para que puedan matar y no les pase nada. Los curas castrenses ¿cómo entienden el texto de Isaías 2,4: “Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra?”
Creo que no deberían existir los curas castrenses porque su misión es con la paz, no con la guerra ni la preparación de la misma. Siguiendo con esa `religión militar´ los actos de homenaje a los caídos se celebran con gran solemnidad, con la bandera y el himno correspondientes.
Viendo el homenaje en el Día de la Hispanidad pensaba que después de todo ese ritual los poderes monárquicos, políticos, económicos y militares van a comer en la recepción habitual, mientras que a las familias que han perdido a un hijo o hija en un conflicto sólo les queda el recuerdo y el llanto. ¿Quién les dice a una madre y a un padre que su hijo o hija murió por conquistar territorio donde había petróleo u otro recurso natural? Les queda el consuelo de que murieron por la patria, la libertad y la justicia, aunque eso no sea cierto ya que murieron para hacer crecer las riquezas de las élites económicas, financieras y sociales.
La mejor guerra es la que no comienza, la que los ejércitos no atacan ni invaden, donde se establecen mecanismo de diálogo y consensos internacionales siguiendo el Derecho Internacional dentro del marco de los derechos humanos. Sin duda alguna esa misión es la que tiene la ONU, un organismo que ha desaparecido del escenario mundial dejando todo el peso a las grandes potencias y sus multinacionales.
Si preguntara: ¿Quién es el Secretario General de la ONU? ¿Quién es el presidente de los Estados Unidos? Responderíamos que el presidente de los Estados Unidos es Donald Trump y, posiblemente, no sabríamos decir quién es el Secretario General de la ONU. Tendríamos que buscarlo por internet y comprobaríamos que se llama António Guterres.
La venta de armas, los miles de mercenarios de las grandes empresas, los paramilitares y la escasez de recursos naturales hacen que la guerra sea un instrumento de control, rapiña y negocio.
Si les dijéramos a los militares españoles que nuestro país está conquistado y dominado dirían que no. Pero nuestro país ha perdido su soberanía. Ya no radica en el pueblo, sino en esas élites que controlan las transacciones económicas y financieras. Un país se conquista con la deuda y con la economía, a no ser que le puedan saquear sus recursos. Quiero añadir que en la guerra mueren los pobres, mientras que los enriquecidos se hacen más ricos y los hijos de los enriquecidos no van a la guerra.
Sólo nos queda deslegitimar las guerras explicando por qué se producen y educar en la paz como un proceso. La paz se aprende. Como decía Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.
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