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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La crisis de la Guardia Civil (anotaciones murcianas)

Diego Pérez de los Cobos

Pedro Costa Morata

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El cese del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, jefe de la Comandancia de Madrid, por sus superiores jerárquicos, ha resultado de un gran interés político-pedagógico, no solamente por haber desencadenado una tormenta de furiosa hipocresía que pone en evidencia las malas artes de la derecha, la derechona y la ultraderecha, sino por haber sido ocasión a que se hable de la influencia que mantienen en el actual Ministerio de Interior, los hombres del anterior ministro, Fernández Díaz, que convirtió el Ministerio en un pío nido de espías y conspiradores, envileciéndolo como pocas veces lo había estado.

Es lamentable que la cortesía parlamentaria impida contestar a la oposición, cuando protesta del cese de un subordinado y pida explicaciones, con un “Lo hago porque me da la gana, y no añadiré nada más (Señoría)”. Muy crecida ha de sentirse esta oposición, y muy intimidado ha de parecer el Gobierno, para que se discuta sobre la base de la acción de gobierno, que es nombrar y cesar a quienes se considera adecuados o no. Pero el asunto no consiste, sin más, en ese cierto acomplejamiento del Gobierno, sino en esa práctica ingenua (lo que en política equivale a estupidez) de la izquierda cuando llega al poder, lo que viene sucediendo cuando del Ejército o de Interior se trata, que es mover las cosas lo menos posible, no vaya a ser que se nos tome por peligrosos radicales.

Los socialistas lo vienen practicando desde los tiempos de Felipe González, unas veces haciendo de tripas corazón, otras tratando de convencerse a sí mismos de que los hombres y las estructuras recibidas podían resultar fácilmente homologables bajo un poder político distinto. Y así han prosperado tipos directamente procedentes de la Dictadura, que no han dejado de ceñirse a sus usos y costumbres (como, 'Billy el Niño', Villarejo y otros muchos que han ido pasando a la historia tras una cómoda permanencia al servicio del Estado…).

Por supuesto que esa oposición de la derecha (parte del PSOE, Ciudadanos, muchos del PP), la derechona (poderes fácticos, algunos medios de comunicación, la dirección del PP) y la ultraderecha (Vox, la señora Álvarez de Toledo) también ha ido al fondo del asunto que, según estas escuadras de asalto, es nada menos que la violación de “la división de poderes”, ya que –se dice– lo que subyace al cese del coronel De los Cobos es que se le ha querido forzar al incumplimiento de cierto encargo judicial relacionado con el origen de la COVID-19 y las monstruosas responsabilidades del Gobierno de Pedro Sánchez.

Tampoco ha habido tiempo –ni ganas, claro– en medio de la escandalera de aludir a ese mito de la democracia liberal que alude a una división de poderes en la que ni han creído los teóricos a los que se les atribuye como creación básica de la democracia burguesa europea (el primero, Montesquieu) ni se ha cumplido nunca, prácticamente, en ningún Estado parlamentario ni es, precisamente, nuestro Congreso de los Diputados el lugar adecuado para tratar todo esto; en España el poder esencial lo dan las elecciones y el Poder Legislativo, que decide cómo va a ser el Poder Ejecutivo. El Poder Judicial, hace años que es producto del chalaneo de esas mismas mayorías parlamentarias, y lo sigue siendo principalmente por la resistencia de la derecha (PP) a modificar la recluta de los jueces y el funcionamiento de la institución judicial. Y ahora mismo ese poder está más bien bajo el control de la derecha, que prefiere, claro, que se mantenga así, y por eso se opone a cualquier reforma hacia un sistema más neutro, autónomo o profesional.

Pero no es el asunto de la “injerencia del Ejecutivo en lo Judicial” lo que preocupa a este cronista, sino otras consideraciones en relación al sonado cese del coronel, episodio que debiera aprovecharse para, visto el espectáculo montado, recordar que la Guardia Civil tiene un problema muy serio, que se prolonga desde, prácticamente, su fundación, allá por 1844, y es la adhesión incondicional y la defensa cerrada que de ella hacen la derecha, la derechona y la ultraderecha. ¡Eso sí que es un problema, que nos afecta a todos los ciudadanos porque, lejos de resolverse, vuelve a mostrarse como esencial y democrático en la España actual!

El apunte desde Murcia, o a la murciana, que quiero hacer se refiere a una crónica/reportaje, 'Marlaska nos ha traicionado', aparecida en el diario LA VERDAD de 28 de mayo, dedicado a revelar/desvelar el serio descontento que, también en la Guardia Civil de Murcia, ha producido la caída de Pérez de los Cobos. Un texto construido exclusivamente de opiniones ocultas tras profusión de entrecomillados, sin nombres ni identificación alguna (pese a que la Guardia Civil tiene sus asociaciones representativas que gozan del derecho a expresar sus cuitas críticas…). Toda una contribución a un “declarado” malestar que, al no incluir ninguna opinión favorable al cese o a la discreción gubernamental (que, con toda seguridad, la habrá), decreta la uniformidad, hostil a las decisiones del Gobierno, de ese Cuerpo en Murcia, y se alinea con la ofensiva de la derecha/derechona/ultraderecha en una región en la que, bien es verdad, esa tríada perniciosa domina poder y sociedad.

Se trata de un texto que, estructurado con esa intención y rellenado con esas opiniones veladas, carece de solvencia y rigor periodístico en un asunto delicado.

Se lee en ese artículo (con cierto aire de clandestinidad) que el cese del coronel “ha llevado a los agentes del Instituto Armado a reaccionar como uno solo y a sentir el agravio como propio… con razón o sin ella”, y casi al grito de “uno para todos y todos para uno”. La consigna que corría como pólvora era que “quien ataca a uno de los nuestros nos ataca a todos… nosotros somos un equipo o, como nos denominamos, una familia. Así que nadie se queda atrás”, lo que recoge el redactor como una advertencia al ministro de Interior, Grande-Marlaska. Opiniones con inocultable tufo de insubordinación que –debido a las peculiaridades ya señaladas del texto comentado– este analista quisiera atribuirlas más al redactor que a los agentes del Cuerpo (presuntamente) informantes.

También recoge el (imprudente) redactor, de sus (secretas) fuentes que Pérez de los Cobos es “un auténtico guardia civil”, más que eso, “un pata negra”, para destacar más adelante que dos generales de la Guardia Civil han dimitido como consecuencia de ese cese, lo que, siendo verdad, trastoca seriamente el orden jerárquico del estrellato: que un general, o varios, dimitan por el cese de un coronel tiene miga, y nos invita a conocer más sobre el evidente poder político del coronel.

Un poder que otras informaciones de estos mismos días han descrito, de forma mucho más concienzuda y profesional y que, respecto del coronel De los Cobos, señalan que éste, tras la salida de Fernández Díaz del Ministerio de Interior, ha seguido dominando la Secretaría de Estado de Interior, desde fuera y con el poder que le dio dirigir el Gabinete de Coordinación y Estudios de esa Secretaría de Estado, cuyo núcleo duro continúa en manos de los peones del coronel, relacionados además con el Opus Dei, secta católico-integrista a la que el exministro le dio el control de ese organismo. Advierten esas informaciones que, desde la perniciosa influencia de Fernández Díaz, va creciendo un serio problema por la radicalización ultraderechista visible tanto en la Policía Nacional como en la Guardia Civil.

Parecerá mentira, pero el poder socialista no ha sido capaz de enderezar hacia la senda y el ritmo democráticos al Ministerio de Interior, principalmente por no haber limpiado debidamente los cargos ministeriales vinculados con el Opus Dei o con la ultraderecha en general: es la ingenuidad más arriba aludida y es, en realidad, el principal fallo que hay que atribuir al ministro Grande-Marlaska, que se ha conformado con la confianza de los tres o cuatro altos cargos más relevantes, sin ahondar adecuadamente en la herencia (tétrica, ultra, antidemocrática) de Fernández Díaz, y depurarla.

Total que, retomando los contenidos del artículo citado, lo que en éste se quiere mostrar como dolidas opiniones de sensibilidad democrática por el cese del coronel, este analista lo inscribe, más bien, entre esas expresiones ultras, tan abundantes estos días, que tanto deben preocupara los demócratas (y de lo que ese periodista es muy consciente).

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