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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El deporte

Cristiano Ronaldo en una imagen de archivo (2018)

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Los pilares básicos en los que un individuo se puede apoyar para cuidar su salud física son: tener una alimentación adecuada, dormir lo suficiente y realizar un ejercicio físico apropiado.

Ahora que se están celebrando los juegos olímpicos en Tokio quisiera centrarme en el deporte. El deporte de élite es una actividad insalubre, que fuerza al cuerpo hasta sus límites y más allá, pero que al promover la emulación social puede mejorar la salud de muchos ciudadanos que realicen ejercicio de forma más moderada. En los inicios del deporte olímpico se rehuía la profesionalización del deportista evitándose, al menos en parte,  los excesos que supone la dedicación exclusiva y sesgada a la actividad deportiva en detrimento de otras dimensiones del ser humano.

El deporte como modelo no sólo incita a hacer ejercicio, sino que promueve unos valores como el esfuerzo, la autosuperación, cierta competitividad, respeto a las reglas, caballerosidad en la victoria y en la derrota, etc. Sin embargo, en su versión perversa, unos deportistas que desempeñen mal su función pueden transmitir arrogancia, ostentación, e incluso desprecio al rival, a las reglas y al árbitro que las implementa. 

Otra virtud del deporte de élite, es su búsqueda de los registros máximos de la capacidad humana, Citius, Altius, Fortius! (¡más rápido, más alto, más fuerte!), es el avance de los límites de la especie, y la cohesión de las masas tras unos modelos de excelencia. También esta virtud es susceptible de perversión: 

El dopaje es el uso de sustancias para potenciar el rendimiento deportivo más allá de los límites “naturales” del cuerpo, ocasionando una desventaja competitiva a los rivales y un daño a la salud del 'dopado'. La lucha contra el dopaje es una causa perdida, saboteada por contradicciones internas. Los límites entre qué es permisible y qué debe ser castigado como dopaje son arbitrarios, sin unos valores objetivos que delimiten lo que es natural y sano. El mismo nivel de entrenamiento intensivo al que se someten todos los deportistas de élite ya es contrario a la salud. El uso de medicamentos como los corticoides, que potencian el rendimiento de los atletas que pueden justificar su uso por alguna enfermedad, pero que no son accesibles a todos los competidores, plantea otro sesgo. No es posible encontrar un referente claro de lo que es “natural y sano”. En cualquier caso, la historia está llena de hermosas luchas por causas perdidas que han beneficiado a la humanidad. Si no se luchase contra el dopaje, tanto los deportistas como la sociedad que les emula estarían peor. 

El deporte de élite también tiene una dimensión de espectáculo y de negocio que mueve enormes cantidades de dinero. Siguiendo el “no embozarás al buey que trilla” parece razonable que algunos atletas reciban grandes sueldos y disfruten de ciertas comodidades.  Sin embargo, me parecen excesivas, e incluso indecentes, las cantidades que llegan a recibir algunos grandes deportistas de disciplinas con seguimiento masivo. En un sistema económico capitalista se considera justificado que si “produce” esas cantidades se pueda apropiar de ellas, pero el capitalismo debe encontrar un límite en el interés social. No es socialmente constructivo que una persona reciba millones de euros por darle patadas a un balón mientras otros trabajadores apenas llegan a fin de mes. No estoy en contra de que existan desigualdades, pero sí de que sean tan extremas y de que lo que más se premie financieramente no sea lo más útil a la sociedad. 

Otra cuestión es la de las actividades deportivas modeladas a la imagen del deporte de élite, pero desempeñadas por deportistas con menos capacidades y que consiguen menor rendimiento deportivo y económico: ligas de segunda división (e inferiores), juveniles, mujeres, discapacitados, etc. Estos deportistas obtienen sueldos significativamente menores que los de la élite, pero en ocasiones usan a esta como referente para quejarse si ganan menos dinero o reciben menos comodidades, e incluso denuncian un trato discriminatorio por ello. 

En el deporte, como en otros ámbitos de la sociedad, chocan ideologías contradictorias como el capitalismo, la promoción de la excelencia, el culto a la naturaleza y a la salud, la búsqueda de la integración social y la igualdad, etc, y no es fácil hacer una síntesis constructiva con todo ello.

Creo que el deporte es algo bueno y que el deporte de élite puede servir como modelo de imitación en muchos aspectos, pero habría que descontaminarlo de algunos vicios para maximizar su función pedagógica en la sociedad. El problema es cómo hacerlo.

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