A cientos de murcianos no nos tienen que decir qué significa que pase un tren cerca de tu casa. Que tiemblen las paredes, tu casa entera, ante el asombro de las visitas que se asustaban, mientras tú seguías sin prestar atención al movimiento de las lámparas y demás objetos porque ya estabas habituado, no en vano lo llevabas viendo desde que eras niño y distinguías por el movimiento el tipo de tren que era, si de cercanías o de mercancías y si te descuidabas hasta la hora.
La vía era ese lugar peligroso que cruzabas varías veces al día sabiendo las historias de alguno que se quedó allí por despiste o por vete tú a saber. Supongo que crecer cerca de las vías supone saber que se ha de mirar varias veces antes de pasar para que pase el tren, pero también, como bien canta Fito, que la alegría y la tristeza viajan siempre en el mismo tren.
La vía en la calle que lleva su nombre tenía ese punto romántico que, en algunos atardeceres, era hasta hermoso, tanto es así que cuando me casé al fotógrafo de mi boda se le ocurrió hacerme una foto cruzando el paso a nivel, ese que esta justo al lado de la casa donde crecí y estuve viviendo hasta los 27 años de edad. Fue la última foto antes de casarme, me he dado cuenta después. La última foto del lugar que más recorrí siendo yo niño. La vía en esa foto marca ese punto de fuga que espera al tren que todos deseamos montarnos y en el que sigo, el de la felicidad de mi matrimonio.
Ese lugar ya no existe, no voy a contar lo que fue la lucha del soterramiento ahora que ya está soterrado, ni la alegría que me da que el lugar donde hice aquella foto ya no exista. Al fin, una lucha de tantos años encontró un lugar feliz, por una vez las vías ya no van a dividir los barrios y, en vez de eso, vamos a tener un bulevar. Un bulevar que ha costado tanto o más que el soterramiento, los primeros planos convertían aquello en otra vía, no de ferrocarril, sino de viales de tráfico que hacían imposible la comunicación. Un plan que ha cambiado definitivamente gracias a la nueva corporación, mientras la antigua intenta apropiarse de la idea.
Seamos claros, durante décadas esa zona ha estado dejado de la mano de Dios, tanto durante el gobierno del alcalde Cámara como posteriormente con Ballesta, incluso llegaron a quitar la línea de autobús de Ermita del Rosario. Ahora, cuando todo esta encauzado, cuando la zona está en plena expansión, cuando el proyecto se ajusta a lo que han demandado los vecinos, gracias a su lucha de años, que alguien como Ballesta intente atribuirse el éxito es obsceno.
Es en estos momentos es cuando me imagino a mi padre de mal humor al leer o escuchar semejantes barbaridades, menos mal que no tiene que oírlas ni leerlas, pienso mientras paso por delante de la casa donde vivía y recuerdo de golpe como era el antes y como es el ahora, y como hubiera sido mi infancia, mi adolescencia y mi juventud sin aquella barrera. Ahora veo correr algún niño y me alegro, muchos de ellos podrán disfrutar de una zona moderna por la que tanto hemos luchado, pero también pienso, mientras recuerdo con nostalgia a mis padres, que nadie podrá tener nunca más una foto en esa vía porque “la alegría y la tristeza viajan siempre en el mismo tren”.
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