La ciudad sanitaria del Hospital Virgen de la Arrixaca siempre está ahí, junto a la ladera que sube o baja el Puerto de la Cadena, desde Murcia a Cartagena, y uno la contempla desde la carretera, por la noche, iluminado por una paz que no quisiera romper. La observa como algo inerte que no va con él, hasta que un buen día o una mala noche la tienes que visitar y no por voluntad propia.
Comienzas a morar en esa pequeña ciudad y descubres a un dinámico batallón de batas blancas y verdes que batallan contra la enfermedad y la muerte, que no cesan de una planta a otra y que siempre están dispuestos a acudir cuando se les llama desde el timbre de la habitación, y desde esos instantes te dejas en sus manos. No tienes otra alternativa, de ellos depende que abandones esa pequeña ciudad sanitaria, cuanto antes, y te reincorpores a la otra urbana que has abandonado desde que entraste por puerta de Urgencias.
Y ahí estás, acompañando a un familiar en jornadas interminables de veinticuatro horas que se te hacen más largas que un día sin pan y sin agua, mientras afuera caen casi cuarenta grados y la gente anda de vacaciones. Durante esos días, en los que ya no sabes si es viernes o miércoles y el tiempo se ralentiza, te acuerdas de aquellos versos de T.S. Eliot; que dicen: “Sólo con tiempo se conquista el tiempo”.
En ese tiempo que parece detenido, de pronto te verás en otra dimensión y tendrás que compartir habitación con personas que hasta anteayer no conocías. Y ahí pasarás horas que tendrán la duración de un día. Ahí, en esa pequeña ciudad también se reproduce la convivencia social de la sociedad urbana, de la calle, y de pronto te toparás con las costumbres de otras gentes ante la enfermedad, con magrebíes, latinoamericanos o los con los gitanos que suelen permanecer unidos en grupo con todos los familiares, ante la puerta principal de la entrada.
Junto a la puerta principal, a través de una pasarela, podrás pasar a un pequeño centro comercial con sus cafeterías y sus tiendas. Una isla, un remanso de paz para los familiares que acompañan a los enfermos y que también sirve para el descanso del personal sanitario, y te llamará la atención un enfermo que viste con el pijama sanitario y con una chaqueta azul marino con botones plateados, ya bastante ajada, y que a pesar de la edad, con sus lamparones, aún tiene porte del dandy que tal vez fue.
Ya llevas varias jornadas en esa ciudad y has ido a ese bar de montaditos en el que haces un pedido y esperas a escuchar tu nombre por la megafonía. Le has dado a la camarera un nombre falso, Alberto, y ya te has acostumbrado a esa otra identidad. En ese bar observas, en otro momento, a una médica negra y en la mesa contigua te llama la atención la presencia de dos chicos rubios, gemelos, tipo Brad Pitt, que ríen y se divierten conversando con otra chica rubia de ojos azules, con la naturalidad y la candidez que has visto en las películas de Woody Allen, pongamos que Manthattan.
En esas tribulaciones estás, hasta que lees en el periódico: “El Hospital de la Arrixaca trabajará con la Universidad de Murcia y la de Harward en el primer ensayo que se desarrollará en humanos con células madre 2.0 para abordar enfermedades de carácter sistémico como, por ejemplo, la osteoporosis”. Así que piensas, ¿Serán estos chicos de Harward? De lo que no tienes dudas es que a pesar de los recortes a la Sanidad, que siempre se ceban con la disminución de personal, tenemos una Sanidad con una nota sobresaliente gracias al esfuerzo de todos sus profesionales y gracias a esas mareas blancas que protestan y denuncian cualquier merma de la calidad o cualquier atisbo de privatizaciones.
Hasta que de pronto, sales de esa ciudad y parece que todo ha sido un sueño.
