Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Los buenos navarros
La bondad o la maldad del ser navarro no se establece en función del idioma, la bandera o la procedencia que se tenga. Reside en el compromiso cívico y ético con el resto de la ciudadanía.
En ese ejercicio de ciudadanía, cabe recordar que estamos acabando la campaña de la declaración de la Renta y del Patrimonio. La mayoría se fija en “qué hay de lo mío”. Que si a pagar o a devolver. Pero más allá de estas personales cuentas existe otra; más abstracta, pero de mayor interés. La contribución al común, desde la capacidad de cada uno. El principio fiscal progresivo es muy marxista: De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades.
Pero lógicamente, este principio solidario no es del agrado de muchas personas. Sobre todo de aquellas que más tienen que poner. Nos hemos enterado que en la campaña fiscal del año pasado, los contribuyentes navarros que declararon ingresos superiores a los 180.000 euros anuales disminuyeron en un 10%. Este hecho no se debe a que haya menos personas ricas; máxime en un momento de crecimiento económico. Se debe principalmente a que esas personas que faltan han huido de Navarra y se han refugiado en otros territorios; fiscalmente más cómodos. Me figuro que, la mayoría de ellos, se han ido a Madrid; donde además de ser la capital de los negocios, se ofertan rebajas fiscales.
Son operaciones muy habituales que se reproducen en todo el mundo. Constantemente aparecen los nombres de personas famosas y sociedades que se instalan fuera de sus países de origen. Algunos se muestran comprensivos con los que se escapan para pagar menos dinero. Incluso, piensan que ellos harían lo mismo si pudieran. Sin embargo, otros pensamos que merecen la reprobación moral.
En el caso de Navarra, cierto que han subido los impuestos pero tenemos uno de los mejores sistemas de provisión de servicios públicos, que hay que pagar. Además, para nada estamos en un infierno fiscal; basta mirar la presión fiscal que había hace 20 años.
Pero no todos son impuestos. El compromiso cívico con la comunidad tiene muchas derivadas. Por citar algunas de ellas. La de contribuir justamente al sostenimiento de los servicios públicos sin fraude ni elusión fiscal. El compromiso por parte de las personas que trabajan como empleados públicos (funcionarios, laborales, eventuales de confianza) para que su trabajo no se convierta en una mera relación laboral sino en Servicio Público. Trabajan para todos nosotros; con lo que ello significa. También está, como compromiso cívico, la obligación, de aquellas personas que reciben subvenciones o rentas complementarias, de cumplir con las condiciones y requisitos para las mismas.
De todo eso y más, trata la virtud cívica. No se trata de ser virtuoso en perjuicio del interés privado. Se trata de cooperar y compartir con aquellos que tienen una predisposición similar porque será beneficioso para todos. Para que esa confianza cooperativa triunfe es preciso un diseño institucional que fomente esa virtud y alcance el equilibrio cooperativo, sin temor a verse expoliados por potenciales gorrones que eluden sus obligaciones.
En definitiva, el fomento de la virtud pública, desde la libre voluntad, requiere de cultura, confianza social, buenas prácticas y coacción moral. Los que eluden fiscalmente; los que usan pícaramente las subvenciones; o los profesionales de lo público que no cumplen con el servicio merecen la reprobación. Y el refuerzo para aquellos que cumplen.
La ciudadanía es un ejercicio de inclusión. Las banderas, idiomas y otras cuestiones de identidad en demasiadas ocasiones se convierten en signos de fragmentación, como estamos comprobando.
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