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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

¿Muerte accidental?

Javier Urroz, Beatriz Villahizan, Rafael Paredes

Integrantes de Papeles y Derechos Denontzat, SOS Racismo Navarra y la asesoría jurídica Etorkin —

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El pasado martes, en medio de una macrooperación policial en la localidad tarragonesa de Salou, Mor Sylla caía al vacío desde un tercer piso, muriendo al instante. Se trataba de un migrante de origen senegalés, de 50 años que llevaba ya varios como vecino de Salou.

La Policía había irrumpido hacia las seis de la mañana bajo orden judicial con la sospecha de que eran viviendas vinculadas con “una red dedicada al top manta”. Los agentes estaban llevando a cabo tres registros simultáneos en una operación contra la venta ambulante, por orden del juez.

La muerte de Mor se produjo a las seis de la mañana. La versión oficial asegura que no hubo contacto en ningún momento con la víctima. Que cuando Mor vio llegar a los agentes, se encaramó a la barandilla del balcón, se trató de agarrar a un toldo, y cayó al vacío, según explicó un portavoz de los Mossos d'Esquadra. Los registros no se hicieron en presencia de una secretaria judicial, los agentes no cumplieron la Ley debidamente, aunque los Mossos niegan mala praxis.

En un lugar como Catalalunya, donde la Policía acumula más denuncias por abusos o malos tratos que en ningún otro lugar del Estado y los casos de torturas inundan el historial de los Mossos d'Esquadra, la verdad es que cuesta creer la versión policial. Es una historia que ya suena tristemente familiar, además de que la Policía suele negar toda responsabilidad por sistema, lo que reduce aún más su credibilidad.

También se ha recordado que este cuerpo de policía autonómico suele grabar en vídeo sus actuaciones, en concreto las entradas en domicilios, lo que ha llevado a medios como Catalunya Plural a solicitar las grabaciones para probar la versión policial. La petición ha sido respondida: “En este caso no ha habido grabación”.

Un representante de la comunidad senegalesa dejaba claras las dudas albergadas por sus compatriotas con respecto al hecho de que Mor se hubiese tirado por la ventana: “Alguien que lleva veinte años viviendo en Salou y que ha sido detenido mil veces no va a saltar sólo porque vayan a entrar en su casa (...), no se va a tirar por unas camisas”.

Lo que importa es que es un muerto más, una víctima de un sistema de exclusión que ha hecho estallar la rabia a quienes no pueden más. La cara más visible de la violencia policial, económica, social y política que viven los trabajadores del top manta, los africanos y los inmigrantes.

Aún no se saben las circunstancias concretas de la muerte, y posiblemente nunca se aclaren, pero sí que contextualmente vienen directamente derivadas de las políticas racistas, excluyentes, xenófobas y de apartheid que hace tiempo que impulsan la Unión Europea y el Estado español. Por nuestra complicidad con las políticas coloniales que las multinacionales, ejércitos y nuestros gobiernos implementan en los países africanos, que obligan a millones de habitantes de ese continente empobrecido a huir de la miseria y buscar refugio en el continente que se lo ha robado todo.

Cómplices con las políticas de cierre de fronteras que provocan que los migrantes y refugiados tengan que arriesgar la vida cruzando mares o saltando vallas para conquistar su derecho a la movilidad. Cómplices con las políticas de segregación que interponen multitud de fronteras invisibles dentro de nuestras sociedades, en nuestros barrios, en los hospitales, en el trabajo, en las playas, impidiendo el derecho a existir a aquellos trabajadores extranjeros calificados de “ilegales”.

Justo el mismo día que pasaba esto en Salou, la policía griega de la isla de Kos vaciaba un extintor sobre una multitud de refugiados sirios que pedían recibir documentos que les permitieran moverse de la isla. El mismo día se suspendía en funciones a un agente que el día anterior había sacado un cuchillo y tratado a empujones a varios refugiados. Miles se apelotonan en la isla y las autoridades han intentado concentrarlos en un campo de fútbol ante la saturación, pero siguen sin darles salvoconductos.

Sucesos en partes del mundo que a pesar de las distancias y los contextos tienen mucho en común. Las tres situaciones están provocadas por el racismo de una sociedad, la occidental, que a pesar de los años y los lavados de cara no ha conseguido superar su pasado colonial y se sigue creyendo el centro del universo.

Las tres son situaciones provocadas por la violencia policial, que es la cara más visible y amarga de un sistema opresor que ejerce la violencia desde los aparatos institucionales de forma cotidiana y sistemática contra los más débiles, los marginados los más pobres.

Y las tres son situaciones que dejan ver que las llamadas “democracias occidentales” son en realidad sistemas políticos profundamente racistas, desiguales y que esconden una realidad muy violenta bajo su máscara de bienestar y paz social. Que esconden la exclusión de una gran parte de su población en base a los derechos de ciudadanía, que no es otra cosa que la forma moderna de dividir a los humanos de primera de los humanos de segunda.

El hecho de no hacer nada para combatir esta situación es ser cómplice de la barbarie, y es muy ingenuo pensar que podemos continuar viviendo en nuestra posición de privilegio, viendo cómo el mundo o mejor dicho otros mundos, se hunden a nuestro alrededor sin que la sangre nos salpique.

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