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Navarra, en su laberinto (del cambio)

Yolanda Barcina, junto a Esparza, insta a la unidad en UPN y llama a ser un dique frente a los populismos.

Aitor Guenaga

Pamplona —

Isaac Hoyos, candidato desde este sábado a la secretaría general de Podemos en Navarra, nos cita en un bar junto al Parlamento de Navarra, donde los grupos parlamentarios -que son multitud- siguen pegados a las comisiones e incluso cerrando algunos acuerdos a varias bandas en relación a la fiscalidad o al euskera, como ha ocurrido en las últimas semanas. De hecho, la cultura del acuerdo forma parte del ADN de Navarra como resalta el presidente de la Cámara y crítico en UPN, Alberto Catalán, perdedor por la mínima frente a Yolanda Barcina en el último congreso de la formación conservadora.

A la fuerza ahorcan dado que ningún partido ha logrado nunca una mayoría absoluta y las formaciones que han gobernado la comunidad foral -PSN y UPN y el CDN de Juan Cruz Alli por unos meses en 1996 tras la dimisión del socialista Javier Otano acosado por su famosa cuenta en Suiza- lo han hecho siempre en virtud de acuerdos.

Isaac Hoyos, portavoz del activo y en constante crecimiento círculo de Podemos en Zizur, ha dado el paso para encabezar Podemos en Navarra con dos premisas básicas: el cambio social en la comunidad y la defensa de las competencias recogidas en la Ley de Amejoramiento, una suerte de navarrismo con claro contenido social. Pero también es consciente de que hay temas en la agenda política que comparten con los partidos nacionalistas del País Vasco: euskera, ETB, derecho a decidir y relaciones entre ambas autonomías. De hecho, los nacionalistas vascos siguen de cerca lo que pueda suceder en la comunidad foral tras las elecciones y el recurso al “Cuidado que vienen los nacionalistas vascos” estará seguro en la campaña.

Este topógrafo de profesión que ha vivido muchos años en Cataluña dice que Podemos “sale a ganar en Navarra”, aunque admite que serán necesarios acuerdos. Y ya avisa a Pablo Iglesias que, si es elegido secretario general, defenderá que la decisión sobre posibles pactos se tome en la asamblea ciudadana navarra. Un acuerdo que, eso sí, luego se explicaría a la organización madre en Madrid.

Ya es decir mucho, porque en general Podemos en Navarra, en plena constitución como partido en un proceso que finalizará el próximo 15 de febrero, no tiene definido aun ningún programa. Y deberán aclarar no solo su política de pactos -con o sin exclusiones, en alusión a EH Bildu-, sino también su opinión sobre el euskera, las relaciones de la comunidad foral con Euskadi, su modelo económico y social para Navarra, el derecho de autodeterminación y tantas y tantas cosas que han venido embarrando el debate político en esta comunidad desde su nacimiento. Su suelo electoral ya se conoce: 20.039 votos en los comicios europeos de mayo pasado. Su techo en las encuestas parece a todas luces desorbitadado: el último 'navarrómetro' -elaborado por Consulting Orbere, pagado por el Parlamento y difundido el pasado 21 de noviembre- colocaba a Podemos, una fuerza sin programa, líder y sede alguna, como la fuerza más votada con 18 de los 50 escaños, por delante de UPN que perdería la mitad de su representación actual (11 representantes menos).

En general, los grupos parlamentarios no se creen la encuesta, un trabajo que ha recibido duras críticas por parte de expertos en sociología electoral- y que tiene sin duda un evidente voto oculto de UPN, parte de cuyo electorado siente tanto desapego a lo ocurrido en esta “legislatura perdida” -según la oposición- que niega incluso haberle votado en las pasadas autonómicas. “La clave va a ser reecontrarnos con nuestro electorado tradicional y sacarles de la bolsa de abstencionistas”, admiten en la formación navarrista conservadora.

Los socialistas de María Chivite, que este fin de semana cierran su proceso interno con la elección de la nueva Ejecutiva -que contará con una secretaría de Militancia y Agrupaciones, con el fin de “fortalecer a la militancia y darle voz”- tienen que optar si hacer realidad la pulsión por el cambio que recorre Navarra o no impedir que José Javier Esparza se siente en el sillón que deja vacío Yolanda Barcina tras una legislatura tempestuosa en lo político (caja navarra, IVA Volskwagen) y en lo social (recortes), aunque también con los mejores dato de desempleo de toda España, pero con unos contratos a precio de saldo y en precario. Pedro Sánchez, que cerró el acto socialista, no aclaró su postura sobre el futuro del PSN en relación a los posibles pactos. No dio pistas para saber si seguirá la estela de los anteriores dirigentes del PSOE -que hicieron viajar al partido en navarra del 'agostazo' de 2007 (José Blanco) al 'marzazo' de 2014 (Alfredo Pérez Rubalcaba). Una formación que llegó a tener 21 actas de diputado, ahora cuenta solo con 9 y el Navarrómetro les reducía a la irrelevancia política con cuatro-.

Alguno de los actuales dirigentes del PSN que intentaron convencer en marzo a la plana mayor de Ferraz de la conveniencia de apoyar la moción de censura contra Barcina reconoce que el socialismo navarro no puede pasar por otra experiencia similar salvo que el PSOE quiera romper las cuadernas de su partido en Navarra para siempre. Pero de la contundencia con la que se ha expresado inicialmente Chivite en relación a un 'nunca más con UPN', se ha pasado a medir más el verbo en este asunto. Y evitar el brochazo gordo.

La sociología navarra es compleja. La Ribera o la zona vascófona son dos caras opuestas de una misma moneda, y el voto urbano de las grandes urbes se parece poco al rural. Si hacemos caso al último Navarrómetro, Podemos tiene un voto fundamentalmente urbano, sobre todo en localidades de más de 10.000 habitantes y en Pamplona, aunque registra también buenos porcentajes, por encima del 20 %, en el resto de poblaciones de más de 1.000 habitantes. Sin embargo, EH Bildu tiene más apoyo en municipios pequeños, de menos de 1.000 habitantes (un 23,40 %).

Más pegada al terreno parece la última entrega de posibles resultados electorales realizada por la empresa Torrene para el diario Gara. La misma que predijo los siete escaños para Amaiur en las últimas elecciones generales de 2011, coalición soberanista que logró en noviembre de ese año 335.000 votos. Según ese estudio electoral publicado el pasado día 7 de diciembre, UPN perdería seis escaños, la derecha navarra (UPN y PPN) no sumaría mayoría absoluta y EH Bildu y Podemos lograrían ambos nueves escaños, aunque los soberanistas superarían en intención de voto (16,4% por 15,6%) a Podemos. Geroa Bai se situaría con 6 escaños, el PSN no se hundiría tanto (aunque pierde dos y mantiene su tendencia a la baja) e Izquierda Ezkerra perdería uno de los tres que tiene.

Geroa Bai, partido en clave nacionalista, pero con una apuesta por la justicia social y la reforma fiscal progresista claras, se ve a sí misma como una formación que podría “engrasar” ese acuerdo por el cambio en Navarra. El pegamento entre las formaciones de izquierdas o progresistas y el polo soberanista que liderará en la próxima legisltura Adolfo Araiz, un histórico de HB, nacido en Tafalla, municipio de donde han salido otros dirigentes históricos de la izquierda abertzale como Floren Aoiz. “Queremos gobernar para todas las personas”, insistió en su presentación en octubre como candidato.

Aunque los números den y la derecha navarra no pueda gobernar en solitario, el acuerdo no será un camino de rosas. Y las presiones de las fuerzas con la metrópoli política situada en Madrid (PSOE y Podemos) volverán a planear sobre el territorio foral ante la posibilidad real de cambio. Lo cual abre una hipótesis de segunda vuelta si los partidos se muestras incapaces de llegar a un pacto. Esa complicación para lograr un acuerdo postelectoral abona la posibilidad de que las elecciones puedan incluso repetirse, admiten hasta tres grupo parlamentarios en la Cámara navarra, que sera disuelta en marzo. EH Bildu es consciente de que en ese caso, UPN podría salir muy reforzada con un discuso basado en “lo véis, o yo o el caos”, algo que ya pusiera de moda el general De Gaulle en defensa de la 'Grandeur' francesa.

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