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La traición de los dos diputados de UPN deja herida su coalición con PP y Ciudadanos

Pablo Casado y Javier Esparza en el Parlamento de Navarra

Rodrigo Saiz

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En 2019, el presidente de Unión del Pueblo Navarro (UPN), Javier Esparza, presentó en sociedad, acompañado entre otros de los que hoy son sus principales enemigos dentro de sus propias filas, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, la coalición que había formado junto con PP y Ciudadanos bajo el nombre de Navarra Suma. El lema escogido por la formación para las elecciones generales de ese año fue “Navarra, clave en España”. El jueves pasado, tres años después, UPN y Navarra Suma resultaron claves en Congreso de los Diputados. Tras el acuerdo alcanzado por el líder de los regionalistas con el PSOE, los dos diputados de UPN iban a ser decisivos para desequilibrar la balanza del lado del Gobierno para convalidar la reforma laboral. Finalmente lo fue el diputado del PP Alberto Casero con su error en la votación, en la que Sayas y Adanero trataron de torpedear la reforma mintiendo y desobedeciendo a la ejecutiva de su partido, a la que habían asegurado que acatarían la disciplina de voto. Su traición ha provocado un terremoto político que ha sacudido los cimientos del principal partido de Navarra y la estabilidad entre sus socios de coalición, que parece estar más lejos que nunca de una posible redición.

El intento de boicot a la reforma laboral de Sayas y Adanero ha generado una fractura en las relaciones entre UPN y PP, de quien Esparza ha señalado que tiene “sospechas” de que podían conocer antes que la dirección de su partido que iban a cambiar el sentido de su voto contraviniendo las directrices de la ejecutiva regionalista, si bien no ha querido aventurarse a situar a los populares detrás de tal movimiento. El sábado pasado, tras la reunión del comité político -máximo órgano del partido entre congresos formado por 232 representantes- que avaló la propuesta de expulsión de los dos diputados que luego no ha sido ratificada por el comité de garantías, Esparza apuntó que había tenido una conversación con el líder del PP, Pablo Casado, quien le había asegurado que su formación no había participado en la maniobra de Sayas y Adanero. “No tengo más elementos para sospechar de las palabras de Casado”, añadió.

Tampoco ha gustado desde el lado 'popular' que UPN negociara con el PSOE para apoyar la reforma laboral que sustituye a la de Rajoy del año 2012, que contó con los votos favorables de los regionalistas. No han ayudado a este respecto las palabras de Esparza en las que aseguró que más allá de la no reprobación al alcalde de Pamplona, Enrique Maya, y los 27,5 millones de euros de ampliación del presupuesto municipal de la capital navarra, en el acuerdo con los socialistas había puntos de mayor trascendencia “para el desarrollo económico de Navarra” y para “mejorar la convivencia” en la comunidad foral.

Desde el PP ven en el acuerdo que finalmente ha quedado en papel mojado un intento de acercamiento de UPN al PSOE que recuerda a tiempos pasados en los que el apoyo de los socialistas fue fundamental para que los regionalistas pudieran mantenerse en el Palacio de Navarra. En una entrevista en Diario de Navarra, la presidenta del PP navarro y una de las más estrechas colaboradoras de Pablo Casado, Ana Beltrán, aseguró estar “preocupada” por el “escarceo” de Esparza con el PSOE y el alcance del acuerdo “que hayan tenido por debajo de la mesa” ante la posibilidad de que pueda ser el preludio de “un pacto con interés estable” que ponga “en riesgo” a Navarra Suma.

Beltrán emplazó al presidente de UPN a que manifieste si tiene voluntad de reeditar el acuerdo de coalición para los comicios del 2023, algo sobre lo que hasta la fecha no se ha pronunciado señalando que “son las bases de UPN las que deberán decidirlo”. La dirección del partido ha abierto un periodo de reflexión entre sus votantes y serán los afiliados los que tengan la última palabra sobre un posible nuevo pacto con PP y Ciudadanos.

El episodio de Sayas y Adanero no es el primero que tensiona las relaciones entre los tres socios de coalición. Se da la circunstancias de que en el Senado ya hubo un incidente. Cuando en marzo de 2021 Ciudadanos y PSOE pactaron una moción de censura contra el PP en Murcia y numerosos cargos naranjas abandonaron la formación, una de las tres senadoras de Navarra Suma, Ruth Goñi, también dejó Ciudadanos sin renunciar al acta, causando una crisis interna entre los socios de coalición al reclamar UPN su sillón en el Senado.

Fruto del acuerdo para ir en coalición a los tres comicios de 2019, los tres partidos se repartieron los distintos puestos en las listas con un claro protagonismo de UPN sobre PP y Ciudadanos por ser el regionalista el partido más votado en la comunidad foral. Así, en el Congreso los dos diputados de Navarra Suma son de UPN; en el Parlamento foral de los 20 representantes, 15 son regionalistas, tres de Ciudadanos y dos del PP; mientras que en el Ayuntamiento de Pamplona, de los 13 concejales, 11 son de UPN, mientras PP y Ciudadanos se reparten los otros dos.

Una coalición formada para recuperar la presidencia de Navarra

La alianza de los regionalistas con PP y Ciudadanos tiene su origen en el intento de Javier Esparza de aglutinar bajo unas mismas siglas a toda la derecha navarra tras la experiencia de las elecciones forales del 2015, en las que las tres formaciones por separado no alcanzaron la mayoría absoluta -Ciudadanos se quedó a menos de 150 votos de lograr representación en el Parlamento- y Uxue Barkos (Geroa Bai) logró conformar un cuatripartito con EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra que devolvió a UPN a la oposición tras veinte años en el Palacio de Navarra.

Pese a haber mejorado los resultados del 2015, Navarra Suma se quedó lejos de los 26 escaños que otorgan la mayoría absoluta y obtuvo 20 parlamentarios, lo que le obligaban a buscar la abstención del PSN. A diferencia de lo ocurrido en 2007, cuando Ferraz frenó el intento de Fernando Puras de desalojar a UPN por una suma de fuerzas de izquierdas y vasquistas, la socialista María Chivite sí tuvo el visto bueno de Pedro Sánchez para formar un gobierno “progresista” junto con Geroa Bai y Podemos y el apoyo externo de Izquierda-Ezkerra.

Aunque no obtuvieron los votos suficientes para volver a la presidencia de Navarra, desde los tres partidos consideraron la coalición “un éxito” por haber ganado las elecciones forales y haber recuperado importantes alcaldías como la de Pamplona (desalojando a EH Bildu) o la de Tudela (antes en manos de Izquierda-Ezkerra).

En el pasado, UPN y PP siempre habían ido de la mano. Tal es así que en 1991 alcanzaron un acuerdo impulsado por el líder de los populares en la comunidad foral, Jaime Ignacio del Burgo, por el cual el PP desapareció en Navarra y sus miembros formaron a engrosar las listas de UPN. A cambio, los diputados que la formación regionalista obtenía en el Congreso y en el Senado, se alinearían con el Partido Popular. El pacto saltó por los aires cuando en 2008, el presidente de UPN, Miguel Sanz, en “una vulneración total y absoluta del acuerdo”, para Del Burgo, anunció su apoyo a los presupuestos generales del Estado del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Entonces, al igual que ahora, un diputado de UPN, Santiago Cervera, no aceptó la disciplina de voto y no apoyó los presupuestos.

En un ejercicio de cerrar viejas heridas, Javier Esparza volvió a unir en 2019 los caminos de UPN y PP, pero en esta ocasión en forma de coalición, a la que también se sumó Ciudadanos tras el giro foralista de Albert Rivera, que pasó de la crítica directa al Régimen Foral y la Hacienda Navarra a una posición de respeto y defensa de la “singularidad” navarra. Ahora, tras una legislatura de vaivenes entre sus socios, el futuro de Navarra Suma está en manos de las bases de UPN, partido que ha marcado el rumbo de la coalición en todo momento.

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